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Firma invitada / Nunca tanto con tan poco

Aventuras confinadas

Sucedió en pleno confinamiento: en medio de la noche, un grito –era mi mujer desde el dormitorio–. “Una polilla”, me espetó cuando asomé la gaita por la puerta. Y, efectivamente, revoloteaba alrededor de la lámpara, elegantemente, como solo ellas saben hacerlo.

Tranquila, cariño –le dije–.Yo me encargo. Vete con los niños a la habitación del pánico.

Abrí la ventana, cogí un trapo y lo sacudí en el aire como indicándole: “¡Vete, polilla! ¡Eres libre! ¡Márchate, tú que puedes!”.

Y captó el mensaje.

Sí, me marcho –parecía decir mientras se dirigía a la nocturnal quietud–, porque sé cuando sobro. Pero súbitamente cambió de opinión: ¡No! ¡No me marcho! Voy a ir hacia la luz. ¡Cómo me gusta esa luz! ¡No puedo resistirme a su influjo!

¡No! –le grité sin dejar de blandir el trapo–. No es buena idea ¡Créeme!

Pero ya sabéis como son las polillas –no escuchan a nadie–, y continuó volando directamente hacia la bombilla.

De repente, un chisporroteo y, en medio de una zorrera impresionante, desapareció la tineola bisselliella.

Me quedé con el culo torcido.

Culo torcido:

Loc. verb. Conmover o maravillar con algo imprevisto, raro o incomprensible.

Y alumbré la siguiente reflexión: ¡Qué curioso! Pudiendo elegir lo previsible, la tranquilidad de la noche, ha preferido perseguir su sueño –cegada por el brillo de las expectativas– encontrando su fin. Y no sé… me recordó a la carrera de muchos grupos indies.

No sé a ustedes, pero a mí la cuarentena me cundió una cosa bárbara. Una tarde, por ejemplo, me drogué con ayahuasca. Si no la han probado, lo recomiendo, aunque es verdad que te parte la tarde; si la toman no hagan planes.

En pleno subidón se me apareció el puma andando por el pasillo –el animal, no el cantante; era buena la ayahuasca, pero no tanto–. Y me hizo revelaciones: la música de antes era mejor; la gente joven no sabe divertirse, ahora necesitan el wifi para todo, yo era feliz con un palo; con tanta corrección va a llegar un momento en que no vamos a poder decir nada… Todo eran frases viejunas. Yo creo que en vez de ayahuasca me vendieron yayahuasca.

Me gustaría terminar esta columna con una última ocurrencia, deseando haberles arrancado una sonrisa, porque nada me satisface más que hacer feliz a un hipster.

He observado que la Rosalía se suele nombrar en las canciones. No es raro, pues, que grite “¡La Rosalía!” en medio de la tonada. ¿No sería bonito que lo hiciera también José Luis Perales?

Y se marchó.

“¡El Perales!”.

Y a su barco le llamó “Libertad”… ∎

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