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Firma invitada / Almanaque

En los cielos de abril

E

stá muy bien preguntarse a dónde van los patos de Central Park cuando el lago se hiela porque llega el invierno, pero lo que verdaderamente me intriga es lo siguiente: ¿a dónde van los escritores malditos, los post-punks de uniforme, los góticos cuervo cuando estalla la primavera?

No hay nada que conmueva más que alguien que está muy triste, pero que intenta sonreír, ni nada más gracioso que un hippy en Ikea, un hardcore paseándose con sus pantalones cortos comando bajo una nevada de febrero, un mod con lamparones en los postres beodos de una boda, un gótico en el preciso instante en el que recibe (bajo un sol feliz) la mejor noticia de su vida. No hay nada más cruel, en definitiva, que estar fuera de tu estación, sobre todo en abril.

Quizá podamos preguntárselo a ellos: ¿a dónde vais, The Jesus And Mary Chain, cuando llega abril y la brisa envuelve magníficos desenlaces? En realidad lo hicieron, escribieron una canción sobre ese mes, pero aún falta mucho para que llegue ese momento.

De momento, Jim y William Reid son dos hermanos de East Kilbride, en el sur de Escocia, con tan poco futuro como su pueblo. Se llevan tres años de diferencia, como aquellos Davies que formaron los Kinks, aunque no se llevan tan mal como ellos (Dave dijo de Ray que su hermano solo había sido feliz tres años, los que median entre el nacimiento del uno y del otro).

Los hermanos Reid llevan ya más de tres años en el paro. William, el mayor, tiene 24 en 1983, y su hermano, Jim, le recuerda su promesa: “Dijiste que si no habíamos triunfado a los 27 te irías a trabajar a un kibbutz de Israel”. No les queda tanto tiempo, así que deben ponerse manos a la obra. Pasan noches en vela, engullendo galletitas de jengibre y té PG, tomando apuntes para inventarse el grupo de pop perfecto. Escuchan a los Beach Boys, los de la soleada California, bajo el cielo de plomo de su país, y quizá ahí atrapen una idea. Perfilan su sonido a través de la precariedad, con un pedal averiado de fuzz. Tararean canciones de las Shangri-Las, pero no saben dónde meterse una rabia que los lleva a volverse locos con los ruidos más extremos de Einstürzende Neubauten. Un día escuchan el debut de la Velvet Underground y parece que la idea ya sobrevuela su cama y, como una mosca, se da cabezazos contra la bombilla de su habitación. Entonces echan a su padre del trabajo y este decide darles 300 libras de su finiquito. Los hermanos se compran un cuatro pistas medio averiado y graban sus primeras canciones. Ninguna de ellas va todavía sobre abril. No sospechan ni qué significa esa palabra en un sitio así.

Uno se los imagina discutiéndose por el secador para cardarse el pelo y salir a la calle cuando lo que sale es el sol. Fuera de sitio. Cuando llega el momento de cantar, los dos son tan tímidos que se lo juegan a cara o cruz. Con una moneda al aire.

Los escucha un tal Bobby Gillespie, que se lo pasa al capo de una discográfica llamada Creation, y el mundo se da la vuelta. Ellos no: ellos tocan de espaldas, destrozan los instrumentos, dan microfonazos a los fans, los arrestan con anfetas en Alemania. Los llaman los nuevos Sex Pistols. Salen en ‘Top Of The Pops’ y en la portada de ‘Smash Hits’. ¿Llorarán más por las plegarias atendidas? ¿Les costará mantener la pose ahora que han triunfado? ¿Ahora que ya no tienen que compartir secador roto?

En una entrevista en un medio belga, dicen que los Joy Division, uno de sus grupos favoritos, son basura. Pero siguen siendo cuervos que tienen que soportar que estalle abril. Y abril, lo sabemos,

“es el mes más cruel: engendra

lilas de tierra muerta, mezcla

recuerdos y anhelos, despierta

inertes raíces con lluvias primaverales”

Así que, alcanzado el éxito, y con un primer disco de culto masivo, componen el segundo. Le quitan mucho ruido y aquello es como podar las copas de los árboles de un bosque frondoso. Como que salga el sol justo después de la lluvia y las hojas queden esmaltadas. “Darklands” (1987) es menos ruidoso y más desnudo: deja a la vista las formas, las melodías. Es un disco, en definitiva, primaveral. Es, de hecho, esos cinco primeros versos del poema de T. S. Elliot. Sobre todo esa canción dedicada a los cielos de abril, más cerca de Étienne Daho que de Nick Cave, que habla de cogerse de la mano en esta vida violenta y de hacer el amor en el filo de un cuchillo. Todo ese tipo de cosas que tan mal suenan traducidas y tan bien con mucha música, poco inglés y menos años. Que canta sobre volver, del bosque, del lío, de la adicción, a una persona. Y de hacerlo bajo el cielo de abril, bajo el sol de abril. Un sol que de repente es frío y un cielo de repente negro. La calma precede a la tormenta y el sol rabioso anuncia lluvias torrenciales. Si nos gusta el sol de primavera es porque es el primero y porque podría desaparecer en cualquier momento. Como pasa con algunas personas.

En “Incerta glòria” (1956), de Joan Sales: “Pero vendrá un año que no se encenderá el cirio del sábado de gloria, a principios de la primavera. Un año no volverá la primavera. ¿No has pensado nunca que abril, el de la incierta gloria, se nos está escapando de los dedos? Incierta o no, es la única gloria”. En abriles sin primavera, tristes o mermados como este de 2021, las canciones sobre la primavera son exactamente así, como “April Skies”, de esos tales Jesus And Mary Chain que se soñaron el mejor grupo del mundo en el peor pueblo del mundo. Pero, como dice la misma novela: “Solo triunfan los imbéciles, los incapaces de proponerse nada imposible”. Así que ellos triunfaron enfadados y silbaron melodías alegres en canciones duras y sin sonrisa. Los sitios son más bonitos cuando te vas y el sol brilla más por su ausencia.

La canción es un éxito gigantesco y ellos seguirán peleándose y componiendo, pero ya no lo explicaremos aquí. Ya no tienen la gracia de dos cuervos con acné cantando melodías soleadas bajo la lluvia escocesa, jugándose su futuro a cara o cruz, poniendo mala cara ante las grandes noticias, peleando por el secador y las galletitas de jengibre o convirtiendo gente jodida que intenta sonreír en canciones de melodías luminosas y letras tristes envueltas en regalos de ruido. De las que demuestran que un tipo que solo arrastra los pies y se lamenta todo el rato es un pesado y otro tipo permanentemente eufórico es, básicamente y tal y como está montado el mundo, un egoísta y un imbécil. Canciones contradictorias y llenas de sorpresas. Canciones como cielos de abril. Canciones como abril. Sobre todo como este abril. ∎

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