En Zaire, Foreman presentaba un balance demoledor: 40 victorias (38 antes del límite; 31 puestos a dormir directamente) y 0 derrotas. Su media era escalofriante: una decena de nocauts en el primer asalto, otra en el segundo y otra más en el tercero… En efecto, George Foreman era
“the most punishing human being” sobre la faz de la Tierra.
Del combate de Kinshasa Norman Mailer escribió el libro “The Fight” (1975), un documento a pie de ring de un momento histórico que, con el paso del tiempo, se ha mitificado aún más con el documental “When We Were Kings” (1996), de Leon Gast. Hunter S. Thompson también andaba por allí, malhumorado, para cubrirlo para ‘Rolling Stone’: aquello era, por supuesto, un acontecimiento, al que se unirían musicalmente James Brown, B.B. King, Miriam Makeba, The Crusaders, The Spinners…
“Un cadeau du président Mobutu au peuple zaïrois et un honneur pour l’homme noir”. El presidente Mobutu Sese Seko había llegado al poder en 1965 tras un golpe de estado y ahora propiciaba, pagando cinco millones de dólares a cada contrincante, una pelea entre dos negros en un país negro, el antiguo Congo Belga hasta 1960, el antiguo Congo-Kinshasa hasta 1971 (ya República Democrática del Congo desde 1997), buscando ganarse el corazón de su pueblo y, obviamente, gran repercusión internacional. Todo, obra del maquiavélico promotor Don King.
Ali supo aprovechar de nuevo el aplazamiento por cinco semanas del combate, como ya había sucedido en su revancha contra Sonny Liston, debido a un corte de Foreman en la ceja en los entrenamientos, para pulir su deficiente puesta a punto (parecía más interesado en hablar con la prensa que en prepararse; aunque después aseguró que
“si hubiese entrenado tanto para cada combate, ya estaría muerto”) y vencer inopinadamente a un ejecutor del calibre de George Foreman, el Robot de Texas, la Momia, quien defendía su título por tercera vez tras quitárselo a un invicto Smokin’ Joe Frazier en el denominado “Gran Duelo al Sol”, en Kingston, en 1973, en la que era su undécima defensa. Foreman tiró tres veces a Frazier en el primer asalto y tres veces más en el segundo, poniendo fin a un reinado, demoliéndolo violentamente, de casi cinco años.
José “King” Román en Tokio y Ken “Mandingo” Norton en Caracas llegarían a continuación: dos combates, tres asaltos y… seis cuentas de protección más; la crueldad en estado puro, como ya había demostrado con ese manotazo en la nuca a un Joe Frazier ya en órbita… Norman Mailer definió a Foreman como un fiero león puesto en pie. Y reconoció que
“no veía de qué manera Ali podía ganar”. Se decía:
“Si Ali gana, es porque está amañado”.
Tras una salida fogosa, no de tanteo, que rompía la acostumbrada dinámica letal de Foreman, Ali desobedeció a su rincón y se plantó en las cuerdas desde la mitad del segundo asalto, como una pieza fija. Esta vez sin baile. Jugándose la vida, desgastó a su impaciente rival, a quien cogió por sorpresa esa actitud abiertamente masoquista de su oponente; Foreman no había entrenado previendo esa posible ventaja a su favor (había practicado con boxeadores rápidos) y cayó en la trampa de desfondarse paulatinamente. Ali, enfriando la pelea, sufrió lo indecible, aunque lo disimulara insultando a Foreman, a quien encendían todavía más esos menosprecios (
“Can you hit? You can’t hit”); a más golpes lanzados, más energía gastada (
“Nothing. You have no aim”). Pero Ali esa madrugada era un hombre con un objetivo sustentado en el máximo riesgo posible: el todo o la nada, el ahora o el nunca, el título del mundo o el fin de su leyenda (¿quizá también de su existencia?).