Editorial

“Twin Peaks”: bienvenidos

“Twin Peaks” es el “acontecimiento cinematográfico y televisivo del año”. Emitida la primera temporada de la serie de ABC, un piloto más siete episodios, en Tele 5 (entre el 15 y el 29 de noviembre de 1990), el mito “Twin Peaks” despliega su misterio, sorpresa, confusión e… ¿incomprensión?

“En estos bosques hay algo siniestro y amenazador desde tiempos inmemoriales”.
“En estos bosques hay algo siniestro y amenazador desde tiempos inmemoriales”.
El acontecimiento cinematográfico y televisivo del año. Venía de la mano de David Lynch y Mark Frost. Fascinante. Lynch nos regaló un piloto de casi dos horas que es una obra maestra en televisión, en el cine o donde sea. Después de verlo seguía en mí una sensación de desasosiego que paladeé lenta y cuidadosamente. Hacía tiempo que no me afectaba tanto una película. Dicen de lo sublime que es aquella belleza cuyo goce va acompañado de turbación. Gracias, David, por traer la turbación a mi alma. Julee Cruise seguía cantando aquella melodía sin forma solo para mí.

Luego vinieron los siete episodios (emitidos de dos en dos, menos el último) en los que Lynch ya no dirigía (bueno, lo hizo también en el capítulo tres). La sensación no fue tan fuerte. Evidentemente la calidad había bajado, pero ya no se podía evitar que el espíritu malsano y deformador de David Lynch acompañara la imagen más inocua de “Twin Peaks”. “En estos bosques hay algo siniestro y amenazador desde tiempos inmemoriales; los indios siempre lo han sabido”, comenta muy por lo bajo el sheriff al agente Cooper. Y me acordé de Lovecraft, y de sus pueblos perdidos entre las montañas incultas, siempre a merced de horrores innombrables.

Parte de ese ambiente tenso de la serie viene de esa sensación constante de amenaza oculta sobre Twin Peaks. Y esas continuas reticencias… Constantemente pensamos en que por debajo de ese pueblo hermoso y apacible del que se va enamorando el agente Cooper hay todo un submundo siniestro y mezquino, en el que inocentes y anodinas muchachas de instituto se convierten en prostitutas de vocación. ¿Qué nuevos horrores y surrealismos nos depara la siguiente secuencia? Y el símbolo-tótem del retrato de una infantil Laura Palmer presidiéndolo todo.

La polémica llega cuando una pistola inesperada acribilla sin piedad nuestras esperanzas de saber quién es el asesino de Laura. ¡Pam¡ ¡Pam¡ ¡Pam¡… “Continuará”.

Sorpresa. Confusión. Muchas gentes se sienten estafadas, entre ellas dudosas celebridades culturales de este país: Rosa Montero, Pilar Miró, Manuel Gutiérrez Aragón… Juran. Vituperan. Claman en los diarios. Se ha jugado con ellas. Ha habido propaganda engañosa. ¿Será que realmente lo único que interesaba a estas personas supuestamente amantes del cine era saber quién mató a Laura Palmer? No, “Twin Peaks” no es la historia de una investigación criminal. Esa es solo la excusa para una descripción lenta, detallista, subjetiva hasta el esperpento de un microcosmos. Y la hipnótica música de Angelo Badalamenti ilustrándolo todo sutilmente pero sin dar respiro. La duración es lo de menos. La muerte de Laura Palmer no tiene importancia (¿os acordáis de otra “Laura” famosa?). Si la serie no acaba tras ocho episodios, ¿no es un regalo? Si se ha jugado con nosotros, ¿no ha sido un juego fascinante? ¿No buscamos siempre esa sorpresa de la que carecen la mayoría de series de TV, absolutamente cantadas desde el principio? Las características de “Twin Peaks”, centradas en la atmósfera y la exposición de personajes, la hacen impredecible. Cualquier personaje es prescindible y puede ser eliminado; o, por el contrario, ¿quién nos garantiza que Laura Palmer no aparezca de un momento a otro porque no esté realmente muerta? ¿Y si la prima no es tal prima? Tal caos argumental no se había dado desde los seriales de Feuillade.

“Twin Peaks” no es “Falcon Crest”. Utiliza los elementos del folletín, pero cuestionándolos y ridiculizándolos continuamente. En el fondo es una broma exquisita, como los filmes de Cocteau… y además se entiende. Un agente del FBI que elimina sospechosos tirando piedras a una botella y que se pasea por los pasillos dictándole instrucciones a una invisible secretaria, ese vídeo de Laura y ese ojo que revela en sus reflejos lo que nadie quiere decir, esa impresionante secuencia onírica… ¿A quién le importa que yo matara a Laura Palmer? ∎

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