CA7RIEL y Paco Amoroso, el dúo argentino formado por Catriel Guerreiro y Ulises Guerriero, ha protagonizado el ascenso meteórico más rutilante de la temporada. El desencadenante fue su paso por los “Tiny Desk Concert” de la NPR, una actuación cuyo contador de visualizaciones se ha disparado hasta los 27 millones. Desde entonces, lluvia de ofertas, gira por grandes recintos y cabezas de cartel en varios festivales, incluyendo algunos dentro de nuestra periferia. Lejos de recogerse, el dúo sudamericano sigue impulsando su momentum como fenómeno latino global. El viernes publicaron el EP “PAPOTA”, nuevo disco acompañado por un cortometraje de 16 minutos dirigido por Martín Piroyansky donde no pierden la oportunidad de lanzar dardos envenenados hacia la industria musical, los grilletes del consumo y hasta una pequeña reflexión sobre su repentina subida de popularidad.
El corto arranca, de hecho, con alguien viendo la mentada actuación de la radio pública estadounidense desde el móvil en un bar popular de Buenos Aires. La cámara deja de preocuparse por la pantalla cuando los músicos argentinos entran entonando ese “Tiny Desk” con el que cerraron el show en la NPR. Ya sentados en una de las mesas, inician un diálogo banal que es interrumpido por la presencia inquietante de un personaje que parece un cruce entre el hombre misterioso de “Carretera perdida” (David Lynch, 1997) y un Pee-wee Herman siniestro. Aunque el de este trabajo responde al nombre de Gyambaland, referencia al productor Timbaland, quien les asegura la consecución de un Latin Chaddy, otro guiño guasón, en este caso a los Latin Grammy, cuando lo llaman. El dúo acepta la invitación y se presenta en el despacho de este gurú-productor para iniciar una sátira que, pese a lo inflamado de los apuntes y pullas que se vierten, no deja de ser un reflejo crítico bastante acertado de la industria musical, la obsesión por el éxito, las métricas y las redes sociales, el delirio de la IA como guía espiritual, esa intervención de Chad GPT (sic) o el culto al cuerpo y la devaluación de los estándares musicales. De hecho, y probablemente ahí radique una de las claves de su éxito, CA7RIEL y Paco Amoroso explotan un componente autoconsciente que los lleva a reírse sin reparos de sí mismos y de la calidad de su propuesta. Como cuando en “IMPOSTOR” la pareja se pregunta, a través de la letra, el porqué de su éxito si uno apenas sabe cantar y el otro rapear. Exprimen con mucho acierto toda la carga irónica alojada en unas imágenes (y letras) repletas de referencialidad y de sarpullidos absurdos, envueltos por esa estética entre grotesca y zafia. Mucho valor proteico para una pieza contenedora de varios videoclips –cuatro sobre los nuevos temas, los cinco restantes del disco fueron presentados en el famoso “Tiny Desk”– también subidos a YouTube por separado.
Viendo la puntería, pero también la gracia y la honestidad con que el dúo desnuda su ascenso al estrellato y los mecanismos internos del negocio musical, se entiende mejor su multitudinario aprecio. Detrás de su mezcla de trap, hip hop, pop, ritmos latinos, jazz y funk se esconden dos grandes observadores que se toman todo el asunto sin gravedad, pero con la seriedad suficiente como para exponer algunos de los lamentos del presente. ∎