The Sheepdogs, inmersión en los setenta. Foto: festival Huercasa
The Sheepdogs, inmersión en los setenta. Foto: festival Huercasa

Festival

Huercasa Country Festival, el verdadero retorno

Tras varios cambios en la dirección, cancelaciones pandémicas y un 2022 de transición con un único día de conciertos, el Huercasa Country Festival de Riaza regresó a su esencia y formato habituales en su octava edición: dos jornadas de cuatro bolos cada una –14 y 15 de julio– en el campo de fútbol de la localidad segoviana, más dos mañanas de música en directo, cerveza, mazorcas de maíz y line dancing en la Plaza Mayor. Un festival familiar, cómodo, relajado y de muy buen nivel, por el que ya han pasado Emmylou Harris, Steve Earle, Shooter Jennings, The Jayhawks o Nikki Lane.

¿Cordero western? Si los sombreros de cowboy ondean al viento de Riaza, Segovia, eso solo puede querer decir que ha vuelto el Huercasa Country Festival. Un oasis de música vaquera y aledaños –de southern rock a country-rock pasando por la americana, el blues, el soul, la psicodelia garagera o el rockabilly– en un entorno refrescante.

Es el sueño de quien dirige la marca segoviana que da nombre al festival, un loco del country que quiso convertir Riaza en algo parecido a una sucursal de Nashville. Uno se lo acaba creyendo cuando observa esa densidad de sombreros, a los obsesos del line dance que se pasan dos días repitiendo incansables los mismos pasos, el altísimo porcentaje de botas y camisas inequívocamente vaqueras e incluso algún que otro poncho de rayas a la manera de Clint Eastwood en un spaghetti western (el fresquito arrecia en la noche riazana).

Viernes, 14 de julio

Red Beard

Red Beard, el grupo del canario Jaime Jiménez Fleitas, abrió las hostilidades concertiles con banda renovada y flamante álbum bajo el brazo: un “Die Trying” grabado en los legendarios estudios Muscle Shoals de Alabama. Su set arrancó en el hillbilly más clásico y se fue endureciendo entre toques góspel, punteos voluntariosos y arrancadas de Hammond. Quizá lo más reseñable fue experimentar el vozarrón de su invitado Charlie García (no, ese no, otro), al que Jaime conoció en su aventura estadounidense.

Red Beard, poción hillbilly. Foto: festival Huercasa
Red Beard, poción hillbilly. Foto: festival Huercasa

Robert Finley

Después nos conquistó el enorme Robert Finley. El (pen)último descubrimiento de Dan Auerbach comenzó como bluesman semiprofesional y acabó retirado y sin empleo tras ser declarado legalmente ciego. Finalmente rescatado, grabó su primer disco en 2016, con 61 años. Finley presentaba en Riaza el tercero, “Sharecroppers Son” (2021), de corte autobiográfico y coescrito, producido y editado por Auerbach. Frente a la exuberancia de los arreglos del álbum, Finley se presenta con un trío básico –tremebundo guitarra, bajo y batería– y una corista que resulta ser su hija –“sin ella me resultaría imposible dedicarme a esto”, confiesa enternecido– y que se marcará una versionaza de “Strawberry Wine”. Es alucinante y emocionante ver las evoluciones del pícaro Finley sobre el escenario. Incluyendo atrevidos pasos de baile, ínfulas de sugar daddy“Tengo una novia de 39 años” o “Lo que le hago a tu nieta te lo puedo hacer a ti”– e historias reales hechas canción, como la de los tipos que le dieron a probar vino por primera vez cuando era un crío y le dijeron que “un día sería un rey”. Pero, sobre todo, comprobar cómo con su propio repertorio arma una lección magistral de blues, soul y góspel con una voz que lo mismo ruge que se lanza a un falsete difícil de creer. Y la carcajada estalla en el momento más insospechado: “Perdonad. Creo que estaba en el sitio equivocado; pero como no veo, no tenía ni puta idea”. Diez en actitud.

Robert Finley, tradición y actitud. Foto: festival Huercasa
Robert Finley, tradición y actitud. Foto: festival Huercasa

The Sadies

Los canadienses The Sadies dejaron por momentos una sensación agridulce y desangelada, casi incómoda. Tras el repentino fallecimiento de Dallas Good en 2022, el trío restante ha decidido no sustituirlo. Evidentemente echamos de menos su voz y sus líneas de guitarra, y el sonido de la banda se empobrece pese a los esfuerzos de su hermano Travis, que a veces parece estar peleándose para llegar a todo. Arrancaron con efervescencia twang-surf-psych y fueron picoteando géneros. Por mucho que echemos de menos esos juegos de guitarras entrelazadas entre los hermanos Good, no podemos negar la variedad de registros de la banda, ni esos momentos de esplendor que alcanzan cuando Travis rasga la voz y su guitarra se incendia. O cuando de repente tira de violín para llevarnos a su fiesta vaquera en el granero. Fueron de menos a más, con un tramo final en el que salió a relucir su mezcla letal entre nuevo rock americano, garage y fuzz psicodélico. Luchar para sobrevivir.

The Sadies, sobreviviendo. Foto: festival Huercasa
The Sadies, sobreviviendo. Foto: festival Huercasa

Jesse Daniel

La noche acabó con el poderío mainstream de Jesse Daniel, al que Huercasa ha echado el lazo en su primera gira europea. Supersonido: limpio y pulido, tan frío como certero. Con los tics y las servidumbres, luces y sombras del country comercial. Mención de honor a ese mago de la steel guitar que atiende por Caleb Melo. La música de Daniel no busca renovación, sino evocación. Aunque buena parte de lo que suena es de cosecha propia, sus ídolos e influencias desfilan sin complejos por el repertorio: Merle Haggard (“Swinging Doors”), Waylon Jennings (“Mental Revenge” y “You Ask Me To), la Desert Rose Band (“Ashes Of Love”) o el “Guitar Pickin’ Man” de Don Rich & The Buckaroos. Daniel, muy profesional, se afana por hablar en español e incluso canta “El trabajador”, tema que comparte con Raúl Malo, de The Mavericks, en su disco “Beyond These Walls” (2021). También hay tiempo para presentar a “mi amor”, la corista y panderetista Jodi Lyford, con la que canta a dúo (y compuso) “Only Money Honey”. Entre otras cosas, Lyford sacó a Daniel de una espiral de adicciones y lo convenció para volver a la música. El público, que al fin y al cabo viene –en su mayoría– a escuchar country de manual, está a tope con Jesse y se viene arriba con la rockera “Rollin’ On” y el bis “SR-22 Blues”.

Jesse Daniel, para todos los públicos. Foto: festival Huercasa
Jesse Daniel, para todos los públicos. Foto: festival Huercasa

Sábado, 15 de julio

La Perra Blanco

Ni los coletazos de un inoportuno COVID (“me encuentro un poco mal de salud y no sé si este gin-tonic lo arreglará, pero lo que cuenta es la intención”) ni una cuerda rota a mitad de una exhibición vocal y guitarrera de alto octanaje (“esta guitarra no suena bien y lo sabemos todos”) fueron capaces de parar el huracán rockabilly desatado por Alba, La Perra Blanco, y sus dos acompañantes al contrabajo y la batería. Casi una hora de contundentes canciones de desamor y despecho salpicadas por el atropellado y delirante humor de esta nativa de La Línea de la Concepción (“ciudad de la inmigración ilegal y el narcotráfico”). Arrolladora.

La Perra Blanco, desamor y humor. Foto: festival Huercasa
La Perra Blanco, desamor y humor. Foto: festival Huercasa

Eilen Jewell

Con Eilen Jewell se instaló la elegancia en Huercasa. A punto de dejar la música tras varias catástrofes personales, Jewell ha vuelto a la carga en 2023 con un “Get Behind The Wheel” que tuvo esplendoroso reflejo en la tarde-noche riazana. La crooner de Idaho contó con su inconmensurable bastión a la guitarra, Jerry Miller. Un Miller que, pese a demostrar gusto exquisito y derrochar clase, estuvo demasiado intrusivo, llenando todos los huecos y comiéndose a veces la propia voz de Jewell. Voz cristalina y casi apocada en sus maneras: Eilen apuesta por la contención y solo estalla por exigencias del guión, como en la desesperada-esperanzada “Alive”, que abre su último trabajo a modo de reivindicación personal; fue el momento álgido del concierto. Muy unida a nuestro país, Jewell se expresó en un correctísimo castellano y hasta nos vaciló, preguntando “¿Qué queréis oír?”. Fingió escuchar atenta las sugerencias y se arrancó con… “Kalimotxo”, broma a propósito del legendario “Tequila” que cierra “Queen Of The Minor Key” (2011). Finalmente se atrevió con lo que muchos esperaban escuchar: la deliciosa nana vaquera “Santa Fe”.

Eilen Jewell, la eterna elegancia. Foto: festival Huercasa
Eilen Jewell, la eterna elegancia. Foto: festival Huercasa

Tennessee Jet

Tennessee Jet vino a reventar expectativas con actitud punk. Lo acompañaron en su desafío un bajista que parecía pasar por allí y un multinstrumentista que le pegaba a la steel guitar, el violín y el banjo. TJ McFarland ejerció de one man band armado de distorsionadísima guitarra eléctrica en permanente acople, bombo (¿Tennesseeto Bombo Inferno?), armónica y una caja de batería que golpeaba mientras hacía tapping con la guitarra. A la par que los vaqueros más recalcitrantes desertaban en masa, Tennessee se relajó, transitó terrenos menos agrios y agradeció la entrega al respetable. Alternó temas de su repertorio (“Bury My Bones”, “Hands On You”, “So She Goes”, “What Kind Of Man”) con insospechadas lecturas de Radiohead (“Creep”, sucia y resultona con banjo) o Nirvana (la grungérrima “Something In The Way”, que acabó coreando el público), la más esperable “Pancho & Lefty” (Townes Van Zandt) o la mítica “I Saw The Light”, de Hank Williams. Sorprendió a propios y extraños.

Tennessee Jet, actitud punk. Foto: festival Huercasa
Tennessee Jet, actitud punk. Foto: festival Huercasa

The Sheepdogs

La traca, para el final. El quinteto canadiense The Sheepdogs propone una inmersión total en los setenta, tendiendo puentes entre Laurel Canyon y el rock sureño, pero sin reducirse a regurgitar el legado de Creedence Clearwater Revival, Lynyrd Skynyrd, The Allman Brothers Band o Crosby, Stills, Nash & Young. Pocas veces se escucha una banda tan sólida, profesional, poderosa y potente como la que comanda el cantante, guitarra y principal compositor Ewan Currie. Apisonadora que podríamos calificar de jam band si no fuera porque sus canciones raramente exceden los cinco minutos. Se nota su rodaje, incluso teniendo en cuenta que el segundo guitarrista, Ricky Paquette, lleva apenas un año en la formación. Armonías vocales, punteos exuberantes, cabalgadas de dos y tres guitarras y toneladas de groove marcaron el desarrollo de un set de más de hora y media con un 100% de material propio. La intensidad y la duración de las canciones fueron in crescendo hasta un tremebundo tramo final con “Feeling Good”, “I Don’t Know”, “Nobody” y un bis que fue la única concesión a las versiones. Aún así, lograron darle una vuelta al “Ramblin’ Man” de The Allman Brothers Band, que se quedó flotando en la noche riazana y nos deja con ganas de más… hasta el año que viene.

The Sheepdogs, la gran traca final. Foto: festival Huercasa
The Sheepdogs, la gran traca final. Foto: festival Huercasa
Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados