La muerte, el pasado martes 9 de septiembre, de Javier Piñango (1962-2025) no ha tenido la relevancia en medios de comunicación que su importancia para el devenir de la música española de vanguardia merecería. Tan solo Elena Cabrera –colaboradora, en el pasado, de esta casa– se ha hecho eco en ‘eldiario.es’ de su fallecimiento, que ha pasado tan desapercibido como gran parte de su música, y eso que fundó grupos de prestigio vanguardista como Mil Dolores Pequeños, Destroy Mercedes –luego rebautizado como Druhb– o Ankitoner Metamars, además de Rally! o i.r.real, su alias personal con el que más grabaciones realizó, por citar solo unas pocas de sus múltiples realidades, porque casi nunca se quedaban en “proyectos”.
Javier nació el 12 de marzo de 1962 en el barrio madrileño de Pacífico. Fue músico, pero también uno de los principales agitadores culturales de la vanguardia nacional de los años noventa, impulsando compañías discográficas como Triquinoise y Por Caridad Producciones, que sirvieron de refugio para bandas que no hubieran encontrado acomodo en otros sellos. Hablamos, por ejemplo, de Corcobado y Los Chatarreros de Sangre y Cielo y Corcobado y Cría Cuervos, pero también de Vamos A Morir, 713avo Amor, Vírgenes Adolescentes, Superelvis, Amor Sucio, Ebria Danza, José Luis Moreno-Ruiz, Malcolm Scarpa, Accidents Polipoètics, Mark Cunningham o Clónicos, entre otros…
Antes de todo eso, Javier Piñango también había ejercido como periodista musical en las páginas de ‘Ruta 66’ –donde escribió sobre artistas como Pussy Galore o Dead Kennedys– y terminaría lanzando su propio canal de comunicación, ‘Noise Club’, una publicación a medio camino entre el fanzine y la revista –por desgracia, efímero: siete números, publicados entre 1992 y 1996– en la que mostraba sus habilidades como comunicador tanto de música –su extenso artículo sobre Jim Foetus sigue siendo uno de los más acertados para conocer los inicios musicales de ese australiano de nombre real James G. Thirlwell– como sobre literatura o cine: entre sus mitos personales figuraban Jess Franco o Charles Bukowski.
Pero quizá la faceta por la que fuera más valorado o reconocido sea la de gestor cultural. Él, Javier Colis y nuestra firma invitada Ajo fueron los impulsores, en 2000, de Experimentaclub, un festival anual (no se celebró en 2001) de músicas difíciles, que logró durar diez ediciones. La idea había partido de Colis, pero éste se retiró tras dos ediciones y Ajo siguió hasta la octava. El certamen, de entre 4 y 5 días de duración, permitió que por sus escenarios pasaran, entre un montón más, artistas como Tuxedomoon, Psychic TV, Merzbow, Whitehouse, Wire, Faust, James Chance And The Contortions, Mouse On Mars, Scorn o Fennesz. Experimentaclub tuvo también una vertiente de intercambio artístico y cooperación cultural con Hispanoamérica, Experimentaclub LIMb0, del que Piñango fue codirector junto al músico hispano-argentino Jorge Haro.
Aunque hoy se sitúe a Javier Piñango mayoritariamente en el ámbito de la música electrónica, siempre pegado a un primitivo sintetizador Korg MS-20, sus antecedentes eran más variopintos. “Vengo de un terreno que se podría situar, de una forma muy amplia, dentro del Rock, con mayúscula”, explicaba en 2014, en una entrevista para el programa de Radio Clásica de RNE “Ars Sonora”, que dirige y presenta el musicólogo y artista sonoro Miguel Álvarez-Fernández. “Pero dentro de ese mundo había muchas cosas que se salían de lo convencional y en las que se investigaba a todos los niveles. Un ejemplo clarísimo de esto es el krautrock alemán de los setenta, con músicos como los de CAN, cuyos componentes venían de trabajar, por ejemplo, con Stockhausen. Creo que no son mundos tan alejados”. Y se lanzaba también a citar a Lou Reed o a Frank Zappa y The Mothers Of Invention… En España no había tanta apertura de miras.
Jaime Munarriz, que había sido bajista de una apreciada banda after-punk madrileña, Los Monaguillosh, es quien da los primeros datos sobre el Javier Piñango músico, con quien desarrollaría una amistad y fértil labor de composición conjunta durante casi 30 años. “Lo conocí en 1986, cuando empecé a salir con la que hoy es mi mujer, porque él formaba parte de su grupo de amigos”, recuerda. “En esa época, Javier tocaba en una banda sin ninguna pretensión: tenían un sótano y allí tocaban por simple diversión y él era uno de los dos baterías de ese grupo”. Fue precisamente con dos de los músicos de esa banda “sin pretensiones”, Ignacio Menéndez y Javier Rodríguez, más Piñango y Munarriz, con los que se formó Cerdos, una banda salvaje que hacía canciones surrealistas, pornográficas y escatológicas: el que conozca la película de Marco Ferreri “La grande bouffe” (1973), estrenada en España como “La gran comilona”, puede imaginarse la temática.
Como se ha dicho anteriormente, Munarriz y Piñango mantuvieron una relación bastante estrecha durante casi 30 años en los que, después de Cerdos, crearon en 1994 el dúo Destroy Mercedes, basado conceptualmente en la recuperación de los sonidos analógicos de los sintetizadores primitivos, como el del Korg MS-20 o el secuenciador Korg SQ-10, que siempre acompañaron a Piñango desde que dejó de tocar la batería al finalizar la vida pública de Cerdos. Y Destroy Mercedes se convirtió, con el paso del tiempo, en Druhb. En la citada entrevista para “Ars Sonora”, programa que esperemos se siga emitiendo a partir del 28 de septiembre cuando se presente la nueva temporada de Radio Clásica, Piñango definía ambos proyectos de esta manera: “Destroy Mercedes era un proyecto de arqueología sonora, de recuperación de nuestras propias identidades, de las músicas que habíamos escuchado cuando empezamos a interesarnos por las ‘músicas extrañas’”, mientras que Druhb, que debutó con el álbum disco “Cone Of Silence” (Geometrik, 2002), era “la evolución natural de Destroy Mercedes, dándole todo el protagonismo a los sonidos electrónicos”. De la agresividad del ruidismo punk pasaron a algo que se podría definir como chill out experimental, recreando atmósferas electrónicas y ritmos que funcionaban como magnéticos mantras.
Al mismo tiempo, Piñango había comenzado a extender su campo de acción. Cuando Triquinoise entró en crisis y Menéndez y Lugrín quisieron seguir adelante con una política más “comercial”, Munarriz y Berdión se bajaron del barco en 1992 y Piñango se alió con la micropoetisa María José Martín de la Hoz –siempre conocida como Ajo–, el guitarrista Javier Colis y Celia Quintana para crear un nuevo sello, Por Caridad Producciones, para seguir la senda radical.
Mientras Triquinoise siguió adelante con Corcobado, Amor Sucio y Pachuco Cadáver, Piñango se quedó con los elementos más comercialmente complicados de la compañía anterior: Vamos A Morir y Superelvis, a los que enseguida se unió Mil Dolores Pequeños, la banda que habían creado Ajo –que ejercía de mánager de Vamos A Morir– y Colis cuando Vamos A Morir se disolvió, y a la que quisieron incorporar a Piñango “porque nos gustaba lo que había hecho de percusión para Cerdos”, como explicaba el guitarrista riojano en una entrevista con David F. Abel en el número 95 de Rockdelux, publicado en marzo de 1993.
Piñango se mantuvo en Mil Dolores Pequeños hasta 1996, cuando apareció su tercer álbum, el hoy inencontrable “Madrid Capone”, y siguió con Destroy Mercedes, que en 2002 se convirtió en Druhb.
Munarriz cuenta que la creación de Druhb coincidió con el nacimiento y los primeros pasos de Experimentaclub. Por entonces, Piñango se embarcó también en otro proyecto musical, Ankitoner Metamars, que fue el resultado de la larga relación entre el barcelonés Anki Toner (Superelvis) y Javier, que, además de mantener relación entre “contratante” y “contratado”, discográficamente hablando, habían coincidido en varias ocasiones colaborando con terceros y siempre había quedado flotando en el ambiente la posibilidad de hacer algo juntos. Sin embargo, la enorme cantidad de trabajo a la que le obligaba el festival hizo que poco a poco Piñango se fuera apartando del trabajo musical como compositor activo. “Yo tiraba de él, porque formábamos un tándem muy guay y éramos la típica pareja creativa –explica Munarriz–, pero Experimentaclub lo absorbía tanto que se quedaba sin capacidad mental para hacer cosas creativas”.
Anki Toner añade otro punto de vista al respecto y destaca la capacidad de Piñango para reinventarse: “Javier se reinventó varias veces, pero la definitiva fue cuando en 2010 se acabó Experimentaclub y se quedó sin trabajo, sin nada que hacer, y decide convertirse en artista en solitario. No sé por qué eligió el nombre de i.r.real en vez de Javier Piñango, pero lo cierto es que cada disco que lanzaba era superior al anterior”. Además de esos proyectos en solitario como i.r.real hay también un par de discos a su nombre, “Aislamiento, lejía y reparación” (Hazard, 2020) y “discoTalgo” (Gruppo Ungido, 2024). Este último es, hasta que llegues a las últimas líneas de este artículo, su último trabajo, una composición ruidista y minimalista de “Ida” y “Vuelta”.
A partir del mismo momento en que Experimentaclub echó el cierre, apareció también una larga lista de músicos con los que colaborar: Ernesto Ojeda (también conocido como II III II III), David Paredes, Jorge Haro (con el que fundó otro dúo, Klang!) o el compositor y artista sonoro barcelonés Edu Comelles, con quien crea el dúo Rally!: “Conocí a Javier en 2011”, recuerda Comelles. “Me escribió un correo electrónico y me dijo ‘Me interesa mucho lo que haces’. Y, a bocajarro, me soltó ‘¿Te quieres venir conmigo a México a hacer un concierto?’. Y así fue. No tenía ningún tipo de relación con él, porque yo nací en 1984 y no sabía nada de la existencia de Destroy Mercedes o Mil Dolores Pequeños, aunque sí sabía de él por Experimentaclub. Pero su cercanía y su forma de ser enseguida disipaban todas las formalidades y esas cosas que hacemos a veces los ‘artistas’. Porque él era una especie de mentor, porque esta historia se repite con más gente: siempre tenía esa intuición para ‘descubrir talento’, y otear el horizonte y apoyar a gente que estamos empezando. Juntos, como Rally!, hicimos dos discos –Comelles se refiere a “Rally!” (Exp_Net, 2014) y “Bulldozer” (suRRism-Phonoethics, 2014)– y luego mantuvimos una relación que traspasó lo profesional, aunque también era profesional, porque lo programé en Valencia en varias ocasiones, y he publicado en mi sello tres de sus discos como i.r.real”; en este caso, Comelles habla de “i.r.real 6 Transcontinental Electronic Flight” (Audiotalaia, 2014), “i.r.real nueve” (Audiotalaia, 2019) e “i.r.real 10” (Audiotalaia, 2019)”.
Cuando estamos acabando la charla en recuerdo de Javier, Edu me cuenta que durante la pandemia hicieron “una colaboración absolutamente inaudita, algo que yo no había hecho nunca antes, pero que funcionó muy bien: le hice una especie de audiovisual abstracto para una pieza musical que él compuso, ‘Reactivo para síntesis orgánica’, que está subido a YouTube, en el canal #RuidoVírico de mi sello, Audiotalaia… y no sé si mucha gente se acuerda de eso”. Al final surge el nombre de Juan Antonio Nieto “Rep” (1961-2022), batería de bandas legendarias de la movida madrileña como Alphaville y Los Iniciados (también estuvo una temporada larga, de 1986 a 1999, en El Aviador Dro), y músico electrónico con los nombres de Shakermoon y Pangea. Piñango le dedicaba a “Rep” su “i.r.real 10” y Comelles me cuenta que curiosamente estos dos músicos de la misma ciudad y la misma generación no se conocían entre sí. “Me sorprendió mucho, pero me gusta saber que yo los uní y ellos también tuvieron entre sí mucha relación, hasta que Juan Antonio faltó”. De esa amistad quedan también un par de álbumes electrónicos publicados: “Two Unfocused Cardinal Points” (Marbre Negre, 2016) y “Afterglow” (Anazitisi Records, 2018).
No me queda la menor duda de que el recuerdo y la leyenda de Javier Piñango crecerá con el paso del tiempo. Sus muchos amigos músicos van a hacer todo lo posible para que eso sea así. Y Anki Toner me confirma que Piñango dejó grabado y masterizado otro disco –¿quizá “i.r.real 11”?–. “Solo falta la parte gráfica, de la que se va a encargar la viuda de Juan Antonio Nieto, Almudena Villar, que ha diseñado las portadas de varios de los últimos discos de Javier, y que se va a editar próximamente, aunque no sé si será dentro de tres meses o de seis”. ∎
La trayectoria musical de Javier Piñango en estos últimos 40 años es extensa y, como suele suceder en el ámbito de la vanguardia, deja un rastro complicado de seguir. Aparecen nombres de grupos, de dúos y de trabajos en solitario –tanto a su nombre como el de i.r.real, con el que más prolífico fue, fundamentalmente en el campo de la música electrónica–, además de colaboraciones puntuales con una larga pléyade de músicos, muchas veces tan ignotos como él. Y todas estas grabaciones están repartidas por infinidad de sellos discográficos, algunos con copyright, pero casi siempre con copyleft y descarga gratuita.

Javier Colis había dado por finalizado Demonios Tus Ojos –el grupo que lideraba con Javier Corcobado– y acababa de disolver Vamos A Morir, pero había montado Mil Dolores Pequeños, un nuevo grupo con la que fuera su mánager y pareja sentimental, la micropoetisa Ajo. Habiendo formado parte de la escudería Triquinoise con Vamos A Morir, y compartiendo referentes musicales con Piñango, lo invitaron a unirse. Curiosamente, y contra lo que se hubiera podido pensar, “Lady Lazarus”, el primer disco de Mil Dolores Pequeños, no tiene nada de difícil: no es ni ruidista ni apocalíptico. Tiene canciones con melodía, estribillos y ritmos hasta bailables, pero resultaba, eso sí, demasiado sofisticado, si lo comparamos con el canon indie de la época: Penelope Trip, Usura, El Regalo de Silvia, El Inquilino Comunista, Parkinson D.C. o Bach Is Dead. Se puede escuchar en Spotify.

Compaginando todavía su labor con Mil Dolores Pequeños y el sello Por Caridad, Javier Piñango volvió a trabajar con su amigo, antiguo socio y compañero en Cerdos Jaime Munarriz para dar forma a Destroy Mercedes. Su primer álbum está lleno de referentes, casi se puede decir que cada una de sus 16 piezas está creada a la manera de uno de sus mitos comunes: The Residents, The Clash, Throbbing Gristle, The Rezillos, Leonard Cohen, Bambino “y más de cien diferentes musas”, como decía Víctor Lenore en el artículo publicado en el número 18 de ‘Factory’, de abril-junio de 1998. Atmósferas y ambientes obsesivos marcados por secuencias rítmicas cercanas en muchas ocasiones al ruidismo maquinal, demostrando que punk y rock progresivo no tienen por qué ser incompatibles. Se puede descargar en este enlace.

Sin cambios de personal en Destroy Mercedes, el cambio de nombre obedece a la evolución musical y personal de sus dos integrantes. Si en Destroy Mercedes se podían encontrar múltiples referentes “rockistas”, en Druhb los referentes son más electrónicos y ambient. Si hay huellas rock lo son, en todo caso, del krautrock, sobre todo Ash Ra Tempel y Tangerine Dream, sin olvidarnos del Brian Eno del “Ambient 4. On Land” (1982), pero con más elementos de ruido superficial. Se publicó originalmente en el sello de música electrónica e industrial Geometrik y, aunque ya está descatalogado, se puede localizar fácilmente en el bandcamp de Jaime Munarriz.

Situado ya en la senda ruidista más radical, Javier Piñango se alió con el compositor y artista sonoro barcelonés Edu Comelles para fundar Rally!, un dúo que dejó para la posteridad dos álbumes, el segundo de los cuales, “BullDozer”, se define en la web de Comelles como “un choque (sin chaleco antibalas) entre grabaciones de campo sin procesar y un sintetizador analógico […]. Este choque sonoro violento entre elementos tan distantes es un sabotaje consciente y deliberado, conociendo el resultado y sus consecuencias: algo entre la suciedad, la corrupción, el óxido, la gasolina y la lejía– y principalmente ruido, saturación y exceso […] Este álbum es como Charles Bronson apuntando con su pistola a la garganta de esa cosa llamada ‘sonido experimental’”. Y completa la definición con la etiqueta “Heavy Metal Field Recordings”, pero sin guitarras eléctricas. Se puede escuchar aquí. ∎