Ya no hay tanto cambio de platos como los de antes, en plan
“te dejo un tema y a ver qué haces con él”, así que el mínimo interludio entre DJs se hizo ligeramente largo. Pero fue subirse a la cabina Private School Latina DJ –residente en las fiestas de la comunidad electrónica
queer de Berlín, Floorgasm– y, de nuevo, intenciones claras desde el primer
drop: una inmersión techno –oscuro, serpenteante– sin vaselina. Podría haber pensado uno, por aquello del nombre, que iba a encontrarse con una fiesta de perreo, de latineo, pero nada más lejos –o no– de la realidad: lo que hallamos fue sequedad y seriedad con pequeños
breaks casi
aphextwinianos que, sí, podían asemejarse ligeramente a la sincopación de los ritmos antillanos, pero realmente escondían el músculo y la cuadriculación del techno en una de sus versiones más ruidosas y contundentes. Mientras, como si de un gogó se tratase, LSDXOXO bailaba a su lado, se tiraba selfis y grababa
stories, tendiendo puentes con el poco público que quedaba en La Paqui bien pasadas ya las tres de la madrugada y teniendo en cuenta las muchas recogidas de cable vacacionales que lógicamente –y en la medida de lo posible– han seguido a la cancelación del jueves del Primavera Sound. En esos momentos yo pensaba en cómo desde la base misma del techno de Jeff Mills, a través de sus tribalismos y sus detalles más puramente estructurales, se pueden trazar en el fondo todas las líneas que explican estas nuevas olas con apariencia de sincopadas que se abren a jugar con la salsa, con el merengue o con el reguetón y hasta con pitos de sambódromo, ¿por qué no? Todo estaba ahí, todas las rutas, esperando a ser recorridas. ¿No iba de eso aquello de “voltereta, voltereta”?
Diego Rubio