odos tenemos derecho a ser felices, a dar y recibir amor, a levantarnos en contra de nuestras propias –o ajenas– miserias. Da igual que hayamos construido nuestra carrera, nuestra forma de ver el mundo, hurgando en los pantanos de la mente y de la condición humana. Da igual lo cómodos que nos sintamos en la oscuridad. Todos deberíamos poder ver la luz si así lo necesitamos. Y no debería haber un recelo en contra de dichas necesidades ni amenazar la sombra del tópico inocente: la oscuridad consume, y es bueno conocerla, pero también querer evitarla. De esto –y de otras cosas más, pero sobre todo de esto– nos hablan Protomartyr en “Formal Growth In The Desert” (Domino-Music As Usual, 2023), sexto trabajo –producido por primera vez junto a Jake Aron, colaborador de artistas tan dispares como Snail Mail, Grizzly Bear, Chairlift, L’Raine o nuestros Manel– de una trayectoria horadada en las profundidades y en la negrura.
En su encuentro con Rockdelux, son el vocalista Joe Casey y el productor y guitarrista Greg Ahee –el bajista Scott Davidson y el batería Alex Leonard se han quedado en casa– quienes ejercen como interlocutores del cuarteto, e insisten en el momento depresivo que la banda atravesó a raíz del COVID. La oscuridad con la que siempre habían tonteado de repente los rodeó por completo y amenazó con sumir al grupo en un letargo insalvable. Pero se empeñaron en buscar la luz, por pequeña que fuera. La inventaron hasta que lograron verla. Y la siguieron, descubriendo una nueva faceta para su banda y para sus vidas, un nuevo punto de vista. Más brillantes, más optimistas, con sensibilidad para encontrar gestos de amor en las pequeñas cosas, conscientes de que la unión hace la fuerza y con una nueva forma de enfrentar sus propias canciones, más abierta, más lumínica, más dispersa y menos tensionada, aprendiendo a disfrutar de los aterrizajes, Protomartyr nos recuerdan que nunca es tarde para un cambio, que es bueno hacerlo. Que hay que atreverse a ver la vida de formas diferentes y a alterar nuestras ópticas. Y que haciendo del abismo tu zona de confort corres el riesgo de quedar completamente ciego. Charlamos con la banda desde la terraza del Hard Rock Hotel de Madrid, bajo la intensa luz de un día caluroso. Jugando al escondite con las sombras.
¿De dónde surge la necesidad de ver el lado bueno de las cosas para este trabajo?
Joe: Saliendo del COVID pasamos un momento fatal como banda porque nuestro disco se editó justo durante la pandemia, y además mi madre falleció después de una larga lucha contra la enfermedad. Nos dimos cuenta de que seguir lamentándonos o centrarnos en todo lo malo no tenía mucho sentido y además no nos sentaba bien… Después de cinco discos, creo que puedo decir que la banda siempre ha tenido una forma pesimista de ver la vida, y pensar en cómo mi madre había vivido la suya me llevó a tratar de honrarla cambiando el punto de vista. Hay mucho por lo que vivir, y esto es precisamente lo que he intentado reflejar en las letras esta vez. Obviamente tratando siempre de evitar el cliché, pero sí abrazando esa manera reconfortante de hacer un disco. Seguramente nunca vaya a ser capaz de escribir una canción completa y verdaderamente alegre, pero intentar hacerlo es una de las claves para entender cómo está escrito este trabajo. A mi madre no le gustaría verme ahogado en la pena y en la culpa, sin ser capaz de estar bien conmigo mismo. Ella era un persona muy alegre que vivió su vida simplemente intentando ser feliz, y ese intentar ser feliz es definitivamente la clave de este álbum.
Ha sido un gran cambio para vosotros, entiendo.
Joe: Creo que muchas veces es necesario tocar fondo de verdad para empezar a apreciar las cosas, y quizá yo mismo lo he necesitado. Así que, sí, es una perspectiva completamente diferente.
Greg: Joe había escrito ya alguna canción que hablaba sobre sus padres y siempre lo había hecho una vez la música estaba ya ahí: buscábamos un tono oscuro, triste. Pero en este disco hay una canción, “The Author”, que yo jamás hubiera esperado que fuera a ir sobre eso, porque la música no es tan oscura. Una vez escuchamos la letra vimos que tenía sentido, es una canción inspiradora, emocionante… y yo lo sentí como algo que no habíamos hecho nunca.
De hecho es la primera vez, podría decirse, que te ves a ti mismo escribiendo algo parecido a una canción de amor…
Joe: Como ya te he dicho, se me da muy bien escribir sobre soledad, tristeza o miserias varias. Se ha convertido un poco en mi segunda naturaleza, así que no es que de la noche a la mañana Joe se haya convertido en el tío más alegre. No funciona así. Sinceramente creo que no había escrito nunca una canción verdaderamente de amor porque quizá no había encontrado ese amor verdadero, y tampoco se daban las circunstancias para hacerlo desde el punto de vista estrictamente musical. Afortunadamente en este disco sabemos lo que es el amor, y hay canciones como “Rain Garden” que son toda una bendición en ese sentido. No quería manchar esa expansividad, ese brillo casi épico, siendo otra vez el tipo amargado. Preferí centrarme en cómo el día a día te ofrece, si sabes estar atento, nuevas razones para seguir despertando al día siguiente.
Greg: El ánimo en la música viene de una especie de reacción en contra de lo que vivimos con la pandemia. Fue duro, fue muy deprimente… así que gran parte de la música está compuesta forzándome a no consumirme, a no aislarme y rodearme de mi depresión. A manifestar algo que no estaba ahí en ese momento, que no tenía entonces. No era feliz, no estaba bien, y creo de verdad que fingir un poco esta actitud me ayudó a salir del pozo. En todas las etapas de Protomartyr, en todos los discos e incluso en las canciones más oscuras, creo que siempre tiende a haber algún destello de esperanza, por pequeño que sea, pero en este caso ese destello era el centro de todo. Todo mi foco estaba puesto en ese destello y todo lo intenté construir sobre eso. Y sigue habiendo mucha oscuridad en el disco, muchas ambigüedades, tristeza, pero siento de verdad que ya no son las protagonistas.
Joe: Hemos ido acostumbrándonos, a lo largo de cinco trabajos, a hacer canciones en las que la tensión se va construyendo todo el rato sin llegar a una verdadera liberación, y era una manera de hacer las cosas que encajaba perfectamente con las letras, reflejando esa monotonía motórika de la ansiedad. Pero después del COVID, cuando volvimos a juntarnos, todos teníamos esa necesidad de intentar algo diferente.
Ya era hora de encontrar esa liberación, ¿no?
Joe: En cualquier caso estoy muy orgulloso de que nos haya llevado cinco, seis discos, porque de este modo lo hemos sentido como algo completamente nuevo.
Greg: Hay una canción en el álbum, “Elimination Dances”, que lo refleja muy bien. Antes siempre tomaba el camino, digamos, extremo a la hora de decidir cómo terminar una canción: los sonidos más duros, ruidos, generar esa explosividad. Pero al componer esta finalmente decidí, en el estudio, mantener el final más disperso, más reposado. Centrarme en los detalles más bonitos y olvidarme de la furia: no todo tiene por qué volverse loco al final, el aterrizaje puede ser reconfortante. Así que no solo fue emocionante por situarme fuera de mi zona de confort, sino porque realmente lo sentí como un paso adelante, para mí como compositor y para la banda.
Al hilo de todo esto, ¿la resiliencia llega con la madurez?
Greg: Cuando empezamos la banda era gracioso porque todo el mundo bromeaba con la edad de Joe, pero en aquel momento tenía cuatro o cinco años menos de los que tengo yo ahora. Ahora soy viejo, y tú eres realmente viejo (le dice a su amigo mientras los dos se vacilan cariñosamente). El caso es que yo de joven pensaba que una vez te hacías demasiado mayor estabas completamente acabado, en plan “no hay buenas bandas con peña de cuarenta o cincuenta años”. Pero ahora me doy cuenta de que me siento más cómodo hoy que nunca haciendo música. Y, además, vas apreciando el hecho de que hay muchos artistas que sacan grandes discos a edades avanzadas. Mira el último disco de Bowie, probablemente sea su mejor disco desde “Scary Monsters” (1980).
Sí, o Nick Cave.
Greg: Así que tienes que seguir empujándote a ti mismo. Vamos, es lo que espero hacer hasta que ya no me queden fuerzas.
Joe: Creo que el mayor aprendizaje que te da la edad es que te importa todo una mierda. Puede ser una cosa negativa, porque tienes que saber reconocer las cosas importantes, las cosas que merecen la pena, pero bien llevado te hace entender la vida de una forma totalmente diferente. No tienes que ser el más cool, no te importan demasiado las críticas, por ejemplo. Tampoco esa presión de petarlo y convertirte en la próxima superestrella del rock, tener un tour bus y hacer estadios. Aprendes a enorgullecerte de que lo que has hecho le guste a alguna gente y entiendes que esos son los verdaderos objetivos, no las grandes aspiraciones.
¿Sois ahora más conscientes de la muerte?
Joe: Siempre he tenido cierta consciencia de la muerte, incluso puede que en algún momento se haya convertido en una obsesión insana, no solo hacia mí mismo, también hacia mis seres queridos. El disco anterior (se refiere a “Ultimate Success Today”; Domino, 2020) lo escribí desde este lugar de absoluto terror a la muerte. No creo que lo haya superado del todo, es un pensamiento que me mantiene vivo de alguna manera. Al final, tener la muerte presente te hace valorar el tiempo que tienes y decidir qué quieres hacer con él.
Para este trabajo habéis contado con Jake Aron como coproductor, que se mueve entre el pop, el rock y el R&B. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Greg: Está bien trabajar con gente que no pertenece exclusivamente al mundo del rock, y Jake no solo ha trabajado con Snail Mail o con nosotros, también ha mezclado los dos discos de L’Raine, que me flipan. Así que es una contradicción, un equilibrio interesante. Pero lo que me flipa específicamente es la cantidad de sonidos diferentes que es capaz de mezclar sin resultar abrumador, creo que es increíblemente difícil hacer eso. Esos discos son la razón principal por la que elegimos trabajar con él, y ha mezclado con nosotros pero también ha coproducido conmigo. Y ha sido la hostia, porque yo tiendo a generar ideas muy grandilocuentes sin tener el conocimiento técnico suficiente como para hacerlas realidad, y tenerle a él, que antes de todo es un ingeniero de sonido cojonudo, creo que nos ha permitido llegar a sitios a los que no habíamos llegado y a los que queríamos llegar. Yo, por ejemplo, quería un disco ligero, poco denso, más disperso, pero sobre el que siempre hubiera elementos fluyendo, matices y sutilezas que incluso parecieran imperceptibles al principio y se fueran revelando tras múltiples escuchas. Incluso en los momentos más exuberantes. Quería que sucediesen muchas cosas pero alejarme de lo caótico.
Joe: El sello siempre nos sugiere productores y gente con la que trabajar, y siempre son tíos del rock. Que tiene sentido y hay productores increíbles, pero también queríamos evitar sonar como otra banda. Y haber escogido a un productor de R&B se ha sentido como la decisión más adecuada que podíamos tomar.
Si tuvierais que decirle algo a vuestros yoes jóvenes, ¿qué sería?
Joe: Buena pregunta. Quizá que trabaje más, que no empiece a fumar… No sé.
Greg: Me diría que me levante antes y que aprenda a ahogar el ruido. Tampoco creo que me dijera que intente hacerlo mejor porque esa idea nunca ha ido demasiado conmigo, pero sí me diría que siga dándole, que no dude.
Joe: Realmente no me gustaría encontrarme con mi yo joven.
Greg: Lo mismo, tío. Mi yo joven era lo peor.
No te preocupes, creo que nos pasa a casi todos. ¿Y qué es, para vosotros, esa “picaresca del Medio Oeste” de la que habláis?
Greg: Seguro que hay muchas zonas de Estados Unidos que se consideran mucho más puramente midwest que Detroit, pero me gusta hablar sobre lo que conozco y sobre lo que tengo cerca. Y el área de la que somos nosotros, especialmente a las afueras de las distintas ciudades, creo que refleja muy bien las falsas percepciones que representa este país. La gente tiene una idea errónea de lo que son los pequeños pueblos de Estados Unidos, hay una visión muy idílica, pero está muy lejos de la realidad. Algunas son poblaciones completamente arrasadas por el desempleo, las adicciones, la pobreza. Y al final se genera una especie de modelo dominado por empresas como Amazon o Starbucks en el que todo el mundo tiene un trabajo mal pagado pero se vende la idea de que son los mejores trabajos del mundo. La gente intenta unirse, formar sindicatos, pero es silenciada inmediatamente. Obviamente aún queda algo de esperanza, pero es una situación muy difícil.
Es como si Estados Unidos fuera un estado fallido. He leído que uno de los problemas actuales es que muchas de las infraestructuras llevan sin actualizarse como cien años, y parece que en muchos lugares está empezando todo a colapsar al mismo tiempo.
Joe: Prácticamente todo lo construimos durante la Gran Depresión, pero lo peor de todo es que no tenemos la mentalidad, como país, para armar un gobierno federal que ayude realmente a las personas y que se preocupe por cuidar un entramado para todos, ya sea a nivel de infraestructuras o de servicios, por ejemplo. Así que sí, estoy de acuerdo, somos un país muy limitado ahora mismo.
Contadme algo más sobre “Elimination Dances”. Me recuerda al juego de las sillas: cuando la música se detiene alguien tiene que irse, pero el espectáculo debe continuar…
Joe: Encontré un viejo libro de los años cincuenta que hablaba de todo tipo de bailes de la época, todo bastante poco sexi, la verdad. Pero me llamó la atención un capítulo sobre los bailes eliminatorios, una especie de competiciones de baile en la que un juez iba eliminando bailarines y tal. Y no había caído antes, pero me recordó a una película que había visto, “Danzad, danzad, malditos” (Sydney Pollack, 1969), en la que los personajes de Jane Fonda y de Michael Sarrazin se conocen en una de estas competiciones durante la Gran Depresión: lo que revela es que eran competiciones que podían durar días porque solo terminaban cuando una pareja dejaba de bailar, y las parejas al menos recibían comida mientras bailaban, así que hay una cierta desesperación en ellas. Me pareció una contraposición muy interesante entre la belleza del baile en sí y la voracidad del capitalismo.
Si sabemos quiénes son las ratas, ¿por qué no acabamos con ellas?
Joe: Porque tienen todo el dinero, son demasiado poderosos.
¿Y qué podemos hacer?
Joe: No soy el tío más listo del mundo, así que no tengo este tipo de respuestas, pero sí puedo asegurar por mi experiencia personal y por mi vivencia en Detroit que a la gente le va mejor cuando está unida y cuando está sindicada, así que creo que ahí puede estar uno de los caminos.
Greg: No sé si aquí es igual, pero en los Estados Unidos cuando un colectivo va a la huelga o se manifiesta en contra de la patronal, el símbolo que usa suele ser la rata. Son muy típicas las ratas inflables gigantes, por ejemplo.
Joe: A los grandes tenedores lo que les interesa es que todos estemos siempre enfrentándonos entre nosotros. A mí me han entrado en casa cuatro veces. Nunca hemos sido mucho de tener cosas especialmente caras. Es lo de menos, pero obviamente pisotean y destruyen tus recuerdos. Y la primera vez te molesta muchísimo, te cagas en el ladrón, llamas a la policía en busca de algo de ayuda y lo único que te dicen es que la culpa es tuya y que te lo mereces por no tener instalados sistemas de seguridad. Así que la segunda vez que ocurrió empecé a preguntarme: “¿Por qué este tipo está robando en mi casa?”. No es que quiera hacerse rico, no es que lo disfrute. Es que lo necesita. Y es eso precisamente lo que le interesa al poder, que le tengamos miedo a nuestros vecinos, que no pongamos las cosas en común con nuestros iguales en entornos tan concretos como un barrio o como un trabajo y que levantemos cada vez más barreras en torno a lo nuestro. Hoy he leído una noticia de un niño al que dispararon por llamar a la puerta equivocada, y ese es el tipo de miedo con el que crecemos en Estados Unidos.
Greg: Cualquier cosa que distraiga el ojo del odio de su atención les viene bien.
¿Sabéis que sois una especie de banda de culto aquí en España? Tenéis hasta una cuenta de memes…
Joe: La he visto, sí, la conozco. No he querido interactuar porque realmente no entiendo nada (se ríe). Tiene un humor muy específico y, por lo que sé, muy local.
¿Y por qué sale Felipe IV en el diseño de arte de vuestro nuevo álbum?
Joe: Cierto, es una observación interesante. La última vez que vinimos a Madrid de gira fuimos al Museo del Prado y vimos muchos cuadros donde aparecía, con esa cara. Nos pareció fascinante cómo representaba esa decadencia de las monarquías europeas, los miembros de las familias follando entre ellos, los estragos del incesto. Y cuando nos pusimos a darle vueltas al diseño del nuevo disco una vez terminada la gira me vino superrápido este recuerdo, así que empecé a buscar libros y cuadros del Prado en mi librería local e hicimos ese collage. ∎