El ciclo de la vida.
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Sílvia Pérez Cruz

El renacer de sí misma

Fotos: Sergi Paramès

25.04.2023

No es un disco más. Ni siquiera un disco de Sílvia Pérez Cruz más. “Toda la vida, un día” tiene trazos de obra magna, de retablo del alma en una jornada. Y en cinco movimientos, como si de cinco estaciones existenciales se tratara. Su álbum más personal y, al mismo tiempo, el que con más destacadas colaboraciones cuenta. Abrumador en su gozosa extensión y delicado y cercano en cada paso, en cada movimiento, en cada canción... Trabajo de orfebrería acústica de los que ya no se estilan; por ella cantado, compuesto y producido. El renacer de sí misma. Hoy actúa en Madrid y en mayo tocará en Barcelona los días 24 y 25.

E

scasas voces en el mundo occidental son capaces de transmitir tan insondable pena. Ya de chiquilla, cuando cantaba, parecía haber nacido con ella. Pero a la vez, Sílvia Pérez Cruz nunca pierde la oportunidad de celebrar la dicha de vivir. La sonrisa y el llanto soterrado. La noche oscura y el cielo transparente como el agua. La hondura, absoluta, y la felicidad al vuelo. Toda la vida. Un solo día. Una inmortal eternidad.

La cantante de Palafrugell (Girona) ya había participado en muchos discos, bastantes de ellos como voz principal, cuando debutaba en solitario con el celebrado “11 de novembre” (Universal, 2012). Ahora, “Toda la vida, un día” (Sony, 2023) parece llamado a marcar un nuevo “antes y después”. Entre otras cosas, las canciones que ha escrito vuelven como entonces a nacer de ella misma, de sus sentimientos íntimos o inspirados en la gente que la rodea. Los otros cinco discos que entre uno y otro ha publicado o bien eran de versiones –siempre ha alternado: un álbum de repertorio compuesto por ella y el siguiente como intérprete– o eran piezas que ella había creado para el cine –“Domus” (Universal, 2016)– o diversas obras teatrales, como “Farsa. Género imposible” (Universal, 2020). Por otro lado, da un espectacular salto cualitativo en su faceta de letrista, completada con algún breve poema prestado. Y, como casi siempre, en castellano y en catalán (y portugués ocasional).

Paradójicamente, su obra más personal es también la más coral. La que con más colaboraciones cuenta. La mexicana Natalia Lafourcade. Los portugueses Salvador Sobral y Maro. Los argentinos Liliana Herrero y Juan Quintero. Los cubanos Roly Berrío, Niurka González y Katherine Herrero. Las también catalanas Rita Payés y Lola Cruz. O esa mayúscula agrupación flamenca con Diego Carrasco, Carmen Linares, Pepe Habichuela y Carles Benavent. O la formación de saxos comandada por Jaume Lombart con Bill McHenry, Miguel “Pintxo” Villar, Enrique Oliver y la propia Sílvia. Por no hablar de ese coro que puso en pie el pasado solsticio de verano con cuarenta voces amigas, entre ellas las de Judit Neddermann, Carme Canela, Ferran Savall, Anna Colom, Lucía Fumero, Nico Roig o Pere Martínez. O la aportación a todo el concepto del dramaturgo Pablo Messiez y la coreógrafa Elena Córdoba.

Veintiuna canciones. Estremecedor contingente de belleza a primera vista inabarcable, inmenso, y en todo momento intenso. Aunque quizá ahora que en el lenguaje coloquial hablar de “intensidad” poco tiene que ver con lo que antaño significaba, tal vez debamos encontrar otra palabra. O igual es que “Nombrar es imposible”, como puntualiza una de las piezas estrella del disco…

Ambición desbordante.
Ambición desbordante.


¿Cuándo empezó a adquirir un carácter tan de álbum conceptual?

Yo voy escribiendo siempre. Tengo mil notas e ideas por desarrollar. Las primeras canciones que escribí son del año 2020, durante el confinamiento, y son las que componen el primer movimiento: eran canciones que compuse como si se tratara de regalos, para diferentes cumpleaños de diferentes amigos y familiares. En aquel momento no tenía la idea de “Toda la vida, un día”. Pensaba que igual sería un disco como una agenda, canciones de regalo, una especie de diario. Pero seguí componiendo y componiendo, fue cambiando todo y todo se reorganizó. El movimiento que más escribí ya pensando en ese concepto total fue el de la muerte, el cuarto.

¿Y cuándo percibiste lo relacionados que en el fondo estaban materiales tan distintos?

Yo creo que en el momento en que conozco a Liliana y le compongo la canción “Toda la vida, un día” me doy cuenta de que todo ese material cabe dentro de esta idea, que es la vida entera. En esa consciencia de la vida en la que actualmente me siento y en la que se abren infinidad de caminos. Ha sido como descubrirme de golpe más y más posibilidades. Me ha recordado un poco a cuando hice “11 de novembre”.

Completamente. Casi un nuevo punto de partida desde lo más íntimo.

Es algo así como volver a mí misma once años después. Volver a componer no en el marco de una película o de una obra teatral, hacerlo pensando en mis propias inquietudes y en las personas de mi propia vida: en mis amigos y en mi familia. Vuelvo a explicar sentimientos míos y los escribo porque yo lo necesito; no es un trabajo de traducción, de intentar expresar los sentimientos de un personaje teatral o cinematográfico, que aunque lo haga desde mí misma, el impulso es externo. Aquí el impulso vuelve a ser interno.

Y ese nuevo punto de partida incluye también nueva discográfica. Tras seis discos con Universal, inicias etapa con Sony.

Necesitaba un respaldo con esa misma energía y fuerza de ánimo que yo ahora siento, con el compromiso de ir también a tope en todos los sentidos. De apostar verdaderamente por este proyecto. Porque soy consciente de la energía que requieren las cosas. Yo he hecho este trabajo de arriba abajo con todo mi amor, está acabadísimo en todos los sentidos. Pero sé que esa energía la he de mantener para presentarlo. Se necesita también para las entrevistas, para enseñarlo a la gente y darlo a conocer, porque hay muuuuuchas ofertas y propuestas artísticas. Fue un poco en plan “yo tengo esta energía, ¿vosotros también?”. Pues venga, vamos.


“Volver a componer pensando en mis propias inquietudes y en las personas de mi propia vida: en mis amigos y en mi familia. Vuelvo a explicar sentimientos míos y los escribo porque yo lo necesito; no es un trabajo de traducción, de intentar expresar los sentimientos de un personaje teatral o cinematográfico, que aunque lo haga desde mí misma, el impulso es externo. Aquí el impulso vuelve a ser interno”



¿También a nivel internacional?

Eso ha sido importantísimo. Tener en cuenta todos esos sitios donde ya existe un vínculo y un trabajo previo para poder ir a teatros más grandes, cuidar Argentina, cuidar México, cuidar Uruguay, cuidar Brasil, cuidar tantos otros países de Europa… Ahora me siento muy fértil, con muchas ganas de volver a explicar las cosas que hago, y yo no sé si con los años seguiré manteniendo la fortaleza necesaria para algo así. Energía desde un punto de vista puramente artístico espero mantenerla toda la vida, pero no sé si también para el nivel de exposición y dedicación que difundirlo en tantos lugares necesita.

Acabas de cumplir cuarenta años. ¿Impone el cambio de prefijo?

Estoy supercontenta con ellos. Al hablar tanto del disco en las entrevistas me estoy dando cuenta además de la perspectiva que esta edad me ofrece; poder mirar más hacia un lado y hacia otro con la distancia suficiente. Además, trabajar con músicos jóvenes y mayores indistintamente tiene algo de reivindicación de la belleza y la riqueza de todas las edades. Es impresionante escuchar cantar a Liliana Herrero a sus 74 años…

En la época en que solo había vinilo este hubiese sido un álbum doble.

Es un poco “antiestostiempos” (risas). Son sesenta y nueve minutos, vale, pero luego cualquier película que veamos dura más. Evidentemente, la mayoría de la gente escuchará canciones sueltas y serán menos quienes lo oigan entero. De todos modos, a mí me gustaría invitar a escucharlo por movimientos. Son cinco, y cada uno de ellos lleva su explicación: para cuando uno se sienta de tal o cual manera poder visitar ese movimiento concreto. Además, al ser circular puede empezarse por cualquiera.

¿Circular?

Sí. Ni empieza ni acaba en ninguna canción. Es una vida entera, y la verdad es que como tal yo quería al principio ordenarlo. Como una vida de manera mucho más cronológica. Iba a empezar con la nana, y fue precisamente Lola quien me dijo de ponerla al final. Cobra así otro sentido. Y explica mucho mejor esa circularidad. Aunque muera, todo esto sigue.

Luis Troquel y Sílvia: conexión y conocimiento.
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Tu hija Lola es
teenager ya. ¿De niña le cantabas nanas como esta?

Ni como esta ni como ninguna. No le gustaban nada las nanas, le gustaba igual un sonido, sin siquiera abrir los labios, o también le gustaban cosas de Bill Evans, que era lo que yo más cantaba cuando estaba embarazada (se refiere al disco publicado en 2008 con Joan Díaz Trío “We Sing Bill Evans”, publicado por Fresh Sound). O que le contara cuentos también.

Y en una de las canciones más esenciales en el concepto de este disco, en “21 de primavera”, ella canta contigo. ¿Cómo surgió?

Le dije que si quería cantar, le gustó mucho la canción y me dijo que sí. Ella canta increíble. No sé lo que querrá hacer más adelante, pero es muy artista. Si quisiera dedicarse a ello, desde luego podría. Tiene una capacidad de expresión enorme. Por otro lado, cantando juntas tenemos una conexión fuertísima. ¡La complicidad es tan fácil! Es casi como ser la misma persona: las respiraciones, el seguirte, el acompañarte… Todo surge por sí solo.

¿Es parecido a cantar con Gloria, tu madre?

Es otro ángulo. Hay algo del juego, de jugar cantando. Lo hemos hecho toda la vida: seguirnos la una a la otra, hacernos voces. Y con Lola es en ese sentido igual. A mí siempre me ha resultado muy fácil seguir a mi madre. Es mi referente y entiendo que a Lola le pase igual conmigo. Las cosas salen sin necesidad de planteamientos previos.

¿Es cierto que Salvador Sobral no pudo reprimir el llanto mientras cantaba contigo para este disco?

Lloramos y reímos, sí… Fue un momento mágico, porque estábamos los dos sentados en el suelo, cantando con un mismo micrófono, uno por cada lado. Hay una relación de admiración y cariño mutua desde hace mucho tiempo, antes de hacerse tan conocido en Eurovisión. Él estudió en Barcelona, en el Taller de Músics, aunque fue en un club de jazz de Lisboa cuando lo escuché cantar, hablamos y él me dijo que me seguía ya hacía tiempo, y me regaló un disco precioso suyo.

En pleno torbellino mediático eurovisivo no dejó de alabarte en la prensa portuguesa como cantante de cantantes. Por cierto, ¿sabías que Silvana Estrada dijo en una ocasión de ti “mi voz favorita del planeta”?

No lo sabía. Sé que me quiere mucho y me tiene como referente, yo también la admiro muchísimo a ella, pero eso en concreto no lo sabía. Me resulta difícil hablar de estas cosas tan bonitas, no sé cómo reaccionar ante algo así…


“Ahora me siento muy fértil, con muchas ganas de volver a explicar las cosas que hago, y yo no sé si con los años seguiré manteniendo la fortaleza necesaria para algo así. Energía desde un punto de vista puramente artístico espero mantenerla toda la vida, pero no sé si también para el nivel de exposición y dedicación que difundirlo en tantos lugares necesita”



Casi como si fuera un dúo más, te atreves a cantar utilizando el tan actual Auto-Tune. Estrenarse con él en una canción titulada “El poeta es un fingidor” es cuando menos significativo.

En realidad fue bastante casual que al final lo pusiéramos en este texto de Pessoa. Es la única vez que lo he hecho. Me dijeron en el estudio de probar algo con Auto-Tune. Decidimos hacerla en esta, nos gustó mucho como quedó y así lo dejamos.

A ti te pasó como a David Bowie: ibas para saxofonista hasta que te dijeron que apostaras por tu voz. ¿Fue en ESMUC, la Escola Superior de Música de Catalunya, recién inaugurada, no?

Entonces muy poca gente iba a las pruebas por canto. A mí me dijeron de hacerlas también y terminamos dándole prioridad.

Y aunque llevabas desde los 7 años tocando el saxo, hasta ahora como quien dice no lo tocas en un disco tuyo.

Sentía tal conexión con la voz que con el saxo hubo un momento en que llegué a sentirme mentirosa. En “Memoria de pez”, de “11 de novembre”, había una pincelada, y aquí me he atrevido algo más, sí. Hemos formado para la ocasión un cuarteto de saxos con músicos que adoro. Ha sido un sueño hacerlo.

Y en el vídeo de “Sin” os marcáis al final un cachito del celebérrimo “Love Theme” de “El padrino”. Hablando de capos, ¿es cierto que en “Nombrar es imposible” tenía que haber estado René Pérez, “Residente”?

Inicialmente, la compuse para Residente, sí. Me escribió diciendo que le gustaba mucho lo que hacía y que le encantaría hacer algo juntos. Pensé entonces en lo maravilloso que sería juntar aquí la palabra recitada, la palabra cantada y la palabra rapeada, y toda la progresión de interludios instrumentales estaba ideada para ello. Para que él pusiera letra. Ya estaba el disco casi terminado y yo me tenía que ir de gira. Buscamos fechas pero fue imposible, y la colaboración queda pendiente para otra ocasión. Ganas no me faltan, desde luego.

Interpretando “Sin (Mov. 2: la inmensidad)”.

Pero el grandísimo Roly Berrío y otros artistas cubanos la mantuvieron a flote. Y a toda vela.

Sí, cuando pasó todo esto yo estaba actuando en Cuba y de repente pensé: “¡Mis amigos cubanos!”. Grabaron las voces y las flautas traveseras en La Habana, en los estudios Ojalá de Silvio Rodríguez. Coincidió con que él me llamó porque quería conocerme e invitarme al estudio. Estuvimos hablando y fue para mí muy emocionante, claro.

De la misma manera que con el saxo, también has tenido siempre cautela a la hora de adentrarte en el flamenco, como de no querer usurpar ese rol. Incluso cuando eras la inicial cantante de Las Migas.

Siempre me ha dado mucho respeto, y entonces además estaba encontrando mi voz, descubriendo otros ángulos a los que acercarme. Hay un tipo de copla o canción más flamenca en la que ya me sentía muy cómoda, pero lo que es el cante flamenco sigue imponiéndome.

Aunque el tema “Salir distinto” son unos caudalosos tientos de creación propia rematados por bulerías.

Eso es que estoy muy bien acompañada. Empezamos en casa de Pepe Habichuela: primero tocando los dos juntos la guitarra, luego entró también Carmen Linares y fuimos al estudio. Sabía que era muy larga, pero sí tenía un ritmo que se repetía y se enganchaba mucho más, casi como si fuera una canción pop. Entonces combiné el ritmo constante con las paradas: ahora entraba uno, luego el otro, luego también Carles Benavent y Diego Carrasco, y al final es en sí misma como todo un movimiento. Como si fuese una casa en la que vas entrando, una por una, a diferentes habitaciones.

El fluir del arte.
El fluir del arte.


Si la Sílvia excelsa cantante hace que muchos no sepan que es también compositora, todavía menos saben que hay también una Sílvia productora.

En la producción siempre he estado involucrada. Todos los he producido enteros yo salvo los dos primeros, “11 de novembre” y “granada” (Universal, 2014), donde era una labor compartida con Refree. Al ser él tan gran productor cuesta igual pensar que se tratara de un trabajo conjunto. De hecho éramos muy buen equipo de producción, nos entendíamos muy bien musicalmente. E incluso entonces, lo que son arreglos de cuerdas o metales los escribía yo previamente.

Y a partir de este “Toda la vida, un día” gana enteros, como nunca hasta ahora, tu faceta de letrista.

Hasta ahora siempre era antes la melodía, a veces un ritmo o una textura. O incluso un estilo; aunque en mi caso el estilo no suele ser nunca una prioridad, es más bien una consecuencia. Muy pocas veces empezaba por la letra. Pero en este disco han sido muchas las que han partido de ella, de escribirlas directamente como si fluyeran: “Ell no vol que el món s’acabi”, “Em moro” o “Mi última canción triste”, donde incluso me he atrevido a escribir una décima. Ha sido una sensación muy nueva para mí. Algo que nunca había vivido: desde sentimientos muy íntimos que cobraban forma en palabras a pensar en alguien y que todo se entrelazara. ∎

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