Cancionero de los cielos” (Fueled By Salmorejo, 2024) es el cuarto álbum del grupo andaluz –Ángel Madueño (bajo), Cándido Gálvez (voz y guitarra), Álvaro Mérida (batería) y Jaime Acosta (guitarra): Viva Belgrado– y parece llamado a ensanchar el interés por su música entre público, medios, músicos y promotores. Además, va a propulsar una gira que por el momento acumula casi cuarenta fechas confirmadas en España y mucho más allá: Francia, Italia, Japón, Chile o Alemania son algunos de los países a los que el cuarteto va a llevar su directo durante el presente ejercicio.
Este nuevo álbum –disco destacado en Rockdelux hace un par de semanas– es más accesible que cualquiera de los publicados anteriormente por el grupo –“Flores, carne” (Tokyo Jupiter, 2014), “Ulises” (Aloud Music, 2016) y “Bellavista” (Aloud Music, 2020)– y propone una reflexión nada complaciente sobre la relación que sus artífices mantienen con el oficio de hacer canciones y llevarlas al escenario. “Cancionero de los cielos” –con colaboraciones de Erik Urano en “Jupiter And Beyond The Infinite” y Sara Zozaya en “Nana de la luna pena”– es una obra mayúscula que se mueve en las coordenadas del mejor post-core contemporáneo y aborda con ánimo conceptual las implicaciones sentimentales –también morales– que salen al paso en el día a día de músicos empeñados en mantener su independencia, mientras compatibilizan su vena artística con los trabajos que les permiten seguir adelante. Y tiene toda la pinta de convertirse, más pronto que tarde, en uno de esos álbumes con calado intergeneracional, de los que prenden mechas vocacionales e impregnan obras que todavía están pendientes de escritura y composición.
Conversamos en Madrid con Cándido, Ángel y Álvaro tres días después de la salida del álbum. Aunque reconocen no estar acostumbrados a la brega promocional, son conscientes de que han dado forma a un trabajo singular y brillante que merece este tipo de atenciones. No todos los días se publican discos así.
El álbum empieza con un pase privado, un vernissage, una introducción que recoge buena parte del espíritu del disco.
Cándido: Es la única a la que no le hemos buscado una vinculación con el cielo, la idea es que fuera un pase privado, el mindset, el contexto en que habíamos compuesto el disco. Habla de nuestra relación con la escena, de que igual nos sentimos como peces fuera del agua en todo el mundillo de los backstage y los festivales. El disco habla en general mucho de canciones, es muy metamusical, se repite mucho la palabra “canción” y desde el primer corte se nota bastante.
En “Gemini” habláis de ello, de una relación que parece tortuosa con ese mundillo de la música. Y en el disco se da a entender que no siempre es fácil encajar aunque uno se esfuerce.
Cándido: Venimos de una escena muy determinada, muy do it yourself, de movernos por casas okupa, con ciertas vinculaciones políticas. Pero a la vez siempre hemos querido convivir con esa ambición de poder dedicarnos solamente a la música. Y quizá ahí hay un poco de conflicto, jugamos mucho con cómo intentar que las dos partes convivan y seguimos tocando en esos espacios pero, al mismo tiempo, como ahora, estamos dándole un espacio a la promoción, cosa que antes quizá no éramos capaces de hacer o no sabíamos muy bien cómo hacer.
¿No lo hacíais porque os daba igual o porque no teníais el conocimiento para hacerlo?
Cándido: Un poco las dos cosas, creo que nos daba miedo, lo veíamos muy mainstream o algo así…
Álvaro: Claro, en plan de “eso se hace con Aitana”…
Cándido: Cuando eres más joven tienes esa especie de espíritu de “yo sé más que los demás, yo no necesito la promo”. Eres más beligerante en ese sentido. Creo que nos hemos ido suavizando según hemos crecido y hemos decidido hacer más cosas. También porque cuando las hemos hecho y hemos probado en muchos sentidos nos hemos alegrado de hacerlo.
Creo que eso se refleja también en el disco, en cuanto a que uno llega antes a las canciones y las letras, como si todo estuviera más claro.
Cándido: Tenemos más experiencia haciendo canciones, supongo que hemos ido limando. También hemos querido hacerlo más accesible. Creo que a nivel lírico todo el rollo que hacíamos antes era más metafórico, un collage impresionista de letras que podía significar casi cualquier cosa, lo que cada uno quisiera. Hemos ido dándole más espacio a letras que hablan sobre lo que hablan. Luego, si alguien quiere interpretarlo es su problema, pero hablan sobre lo que hablan. Quizá por eso es un poco más accesible.
Con la música igual, ¿no?
Álvaro: Sí, puede que sea menos agresiva en comparación con otros discos.
Ángel: Sí, pero instrumentalmente creo que es un poquito más compleja. Por lo menos a nivel de mi instrumento, este disco me ha hecho sacar un poco más de lo que soy como músico, no simplemente tocar tónica y a correr. Se ha tenido que perfilar un poco mejor.
Cándido: También hay complejidad en la simplicidad. A veces hay que revisar mucho lo que haces hasta que lo limas y te queda algo supersimple, pero has tenido que pasar por ese proceso. Antes era más todo valía, metíamos cosas sin filtro.
Álvaro: Claro, rellenar huecos en los espacios vacíos, por lo menos con mi instrumento. Cada vez que hay un hueco, “venga, aquí voy a meter más redobles”. Ha sido todo lo contrario, dejarlo lo más simple posible, que también es muy complicado y es algo a lo que como músico no estaba acostumbrado.
¿Este cambio viene porque escuchando los discos anteriores detectabais cosas que no os encajan?
Ángel: Bueno, pero eso siempre pasa, escuchas tu material y a día de hoy sabes qué cambiarías y qué es lo que no te gusta. Siempre quieres mejorar en base a lo que ya has hecho. Te ayuda a crecer.
¿El grupo cada vez ocupa más tiempo en lugar de vuestros otros trabajos y dedicaciones?
Ángel: En mi caso ambas cosas. No tengo prácticamente tiempo libre, lo invierto en mis dos proyectos. Y en mi pareja, por supuesto.
Cándido: Cada vez ocupa más tiempo, pero el trabajo es inamovible. Esas ocho horas están ahí y no hay forma… Hay que convivir con ello.
Álvaro: En mi caso es un poco distinto. Mi trabajo fuera de la música es temporal. Siendo de Córdoba, en los inviernos trabajo en la recogida de aceituna como jornalero. Luego intento estar el resto del año totalmente libre para el grupo y para la música.
Esa imagen del vareo de la aceituna aparece en “Vernissage”.
Ángel: En la música pasa lo mismo que en un olivar; tú vas allí y haces el trabajo para un señorito que nunca ves. Lo mismo pasa en los festivales, los señoritos nunca aparecen por allí. Ese símil queríamos trasladarlo a la música, porque es muy parecido.
Cándido: Esa frase encierra eso, estás tocando en un festival en el que eres un nombre pequeño, te están pagando una mierda para ocupar espacio. Estás vareando para peña a la que le importas una mierda. Es lo mismo con estas aplicaciones de Meta, Facebook, Instagram, creando contenido todo el rato para que la gente se quede en la aplicación. Caes en esa trampa de forma constante, al final no te queda más remedio, pero al menos dejamos ahí la letrita.
En “Vernissage” aparece una primera duda: “No sé si seré capaz de volver a emocionar con una canción”. Entiendo que no es ficción, que os ha pasado.
Cándido: Un trabajo creativo no es como el resto, no es un trabajo en el que vas ocho horas a la oficina, haces lo que tienes que hacer, vas tachando puntos y listo. Es muy difícil de domar. Me pasa que cuando terminas una canción sientes que te has colmado, que lo has dicho todo, no tienes más ideas y te quedas como “hostia, ¿cómo voy a empezar la siguiente?”. Yo no tengo un método, te sientes desnudo cuando terminas un disco. Era un poco eso, cuando estás intentando sacar adelante otro disco y ves que la fuente de la que bebías se ha acabado.
A vosotros, Ángel y Álvaro, ¿os ha pasado eso también?
Ángel: Esa sensación no es tan fuente como la que puede tener él porque la gente al final se guía por la letra, lo que más le llega es la letra.
Cándido: En el local también nos pasa mucho, que nos tiramos semanas probando, ensayando, tocando improvisaciones post-rock… Hasta que de repente, como pasó con “El Cristo de los Faroles”, te sale ese riff, ya improvisando un poco con desgana. Hacen falta todas esas horas de ir vagando de un sitio a otro hasta que por fin das con una pequeña pieza que consideras salvable.
¿Quizá por eso ha llevado todo este tiempo el paso del anterior disco a este?
Cándido: También la pandemia, al final “Bellavista” salió en 2020 pero no lo giramos hasta 2021 y 2022. No queríamos sacar otro disco porque sentíamos que tenía vigencia, queríamos girarlo. Veníamos de girar mucho con los otros discos y nos parecía que casi era una falta de respeto hacia “Bellavista” el pasarlo por alto.
Hablemos de la portada del álbum, que me parece muy significativa. Una imagen en primer plano que remite al título, al cielo, pero detrás está la mercancía, con toda esa mole de contenedores. Quizá queríais mostrar lo que es importante para vosotros, lo que va delante, pero sin olvidar todo aquello que inevitablemente está detrás y es mucho más grande que lo que está delante, que es vuestra obra.
Cándido: Si te soy sincero eso fue casi fue accidental. Planteamos la estructura, la pancarta, había varios razonamientos detrás, nos gusta que el diseño sea una afirmación en sí misma, que aporte una capa de contenido. Los chicos que se encargaron, Handshake, que son unos colegas de Valencia, propusieron esto de abrir una ventana al cielo de forma artificial. Probamos tres localizaciones que no nos cuadraban, estaban ya los pobres hartos de nosotros, probamos unas naves, un croma… Ellos buscaron, hicieron un tour por Valencia y encontraron los contenedores y nos gustó por el contraste que creaba quizá por esto que tú dices. Me está encajando muy bien, igual te lo robamos… Como tenemos varios discos, pues tienes que comparar con las anteriores portadas. Y no nos cuadraba que fuera un paisaje natural o muy orgánico porque “Bellavista” ya lo había tenido; nos cuadraba este rollo más industrial.
Ángel: Aparte, esto nos permitía utilizar recursos como la campaña promocional que tenemos ahora activa en el metro, que coge ese elemento de portada que son unas nubes serigrafiadas en una tela y lo lleva a un espacio que no tiene cielo y abre una ventana en el metro. Es algo que queríamos hacer y creo que queda muy bien.
“Chéjov y las gaviotas” habla de alienación y soledad, pero me llama la atención que ya desde el título se quiera dar unos referentes claros, y creo que esa voluntad de haceros entender mejor de la que hablamos antes está en detalles como estos.
Cándido: Sí, hemos intentado ser más transparentes con las letras. Esta es un amanecer en un hotel al día siguiente de haber tocado. Los no-lugares por los que una banda pasa, la gasolinera, el hotel, el backstage. Nunca ves la ciudad. Siempre estás en ese altibajo emocional, la realidad del concierto, ahora el bajón, el volver a casa. Te entran esas neurosis. Y me molaba utilizar ese símil que le hemos robado a Chéjov, que utiliza la gaviota en la obra de teatro, cuando la disparas. Le da un punto friqui que nos mola también.
“Nana de la Luna Pena” es más introspectiva, más delicada, más para adentro, un poco dramática, y me ha recordado a Radiohead cuando se ponen muy intensos.
Álvaro: Nos flipa Radiohead, suena mucho en la furgo…
Cándido: Hay una canción de Anari que se llama “Iceberga” que es un poco como tú dices, muy delicada, con una batería sencilla muy roomie y un organillo paneado a cada lado. Era un poco la idea que quisimos desarrollar. Es la primera canción con el registro vocal lírico que hicimos para el disco y creo que abrió un poco la puerta. Si ya habíamos hecho esto, podíamos hacer “Tragaluz”; que era la parte con la que menos cómodos nos podíamos sentir por no haberlo hecho antes. O igual le chirriaba al público o igual no íbamos a ser capaces de defenderlas en directo.
Es un disco muy polarizado entre las canciones cañeras y la introspección, y entiendo que eso sí es voluntad de estilo, que lo habéis buscado.
Cándido: Un poco de todo. Es probar, quitar, poner, ver si funciona. Me llama la atención que estoy leyendo que es un disco con más elementos pop, cuando “Bellavista” creo definitivamente que flirtea más con el pop, con lo mainstream, que en este disco, que es mucho más hacia adentro, con canciones muy poco single, de ponértelas, de escucharlas con las letras, la producción no es que sea amable tampoco…
“Ranchera de La Mina” también está hecha con lo mínimo. Supongo que tiene que ver con lo que decías antes de quitar antes que sumar. Y me llama la atención cómo está situada en la secuencia. Ese tipo de canciones suelen quedar al final, pero imagino que en vuestra cabeza tenía que ser así.
Ángel: El álbum tal y como lo vemos nosotros es un todo, tiene que tener un sentido. No está ahí por nada. Además, la producción de la canción acompaña muy bien a la letra, el micro está muy pegado a la boca, la guitarra está muy presente; te está diciendo que está buscando en su mina interior, agobiado y pasándolo mal, escarbando para encontrar algo… Eso, después de “Nana…”, que es una conversación con la propia pena, creemos que conecta perfectamente. Y después con “Gemini”, que intenta desgranar el poliedro de emociones que tienes estando de gira o incluso contigo mismo en casa pensado en la banda.
“Gemini” es una de las que más me llega, esa enumeración de cosas que no os gustan pero que os pillan muy cerca.
Cándido: Era el rollo de la autoflagelación, pero para señalar “me pasa esto y no me mola”. No somos perfectos y creo que es absurdo negarlo o intentar disfrazarlo de otra cosa. Igual estoy siendo muy aventurado, pero creo que casi todo el que está en una banda tiene este tipo de pensamientos, porque tienes altibajos, porque todos somos personas, nadie tiene su criterio y sus principios de forma superclara siempre.
“El Cristo de los Faroles” conecta con un lugar de vuestra ciudad que además es emblemático en Semana Santa. En la canción además se habla de las cosas de la fe. ¿Tenía que aflorar todo esto de alguna manera, viniendo de donde venís?
Cándido: Sí, nos hacía ilusión hacer el guiño, es un sitio muy mágico y siempre que pasamos de noche por allí nos parece superbonito, es de los sitios que más me gustan de Córdoba. Tiene un punto de reflexión sobre la espiritualidad y me parece que encajaba muy bien con esa dualidad, porque desde que tengo uso de razón he sido un ateo convencido, pero, al mismo tiempo, admiraba mucho este espacio. Me parecía que había un nexo muy guay para hablar de estas dudas espirituales en este sitio en concreto. Siempre que me preguntan sitios para ver en Córdoba les digo que vayan al Cristo de los Faroles por la noche.
En esta canción hay un tramo en que la intensidad se reduce dramáticamente, entra un contrabajo, entran unas palmas y aparece una melodía de guitarra con deje sureño.
Ángel: No solo en esa parte. La canción completa va cimentada en una cadencia andaluza que ya te va hablando armónicamente del leitmotiv del tema.
Cándido: Tiene una parte surfera, luego el punteo que es un poco wéstern. La llamábamos “Cowboy” como título provisional mientras la componíamos. Hay como una montaña rusa estética. Luego la parte del contrabajo más jazzera o latina, luego los organillos de iglesia que quizá son más andaluces o, no sé cómo decirlo, ¿lorquianos?
¿Hasta qué punto os seduce toda esta tradición tan potente de vuestra tierra?
Cándido: Yo no soy superexperto, lo disfruto desde la distancia pero con mucho respeto porque tengo muy pocos conocimientos. De vez en cuando escucho flamenco, he ido a algún tablao, pero no me siento con capacidad para juzgar. Pero, sí, es flipante.
Ángel: Vives en esa tierra, que tiene sus tradiciones, y quieras que no te has ido empapando de ellas desde pequeño. En la familia de mi abuela eran cantaores de saetas y tengo algún familiar que ahora canta flamenco. Yo no tengo muchos conocimientos, obviamente he estudiado un poco para tener cierto bagaje pero no estoy especializado. Aun así no puedes quitártelo de encima, porque te rodea ese ambiente y lo terminas introduciendo.
Álvaro: Te afecta aunque no lo quieras…
Porque, de entrada, ¿mejor lejos?
Álvaro: Te acostumbras, pero si te soy sincero cada vez que es Semana Santa en mi pueblo desde hace diez años huyo de allí… y en Córdoba ya será más hardcore porque hay varias procesiones al día…
¿Tú no vives en Córdoba?
Álvaro: No, yo soy de un pueblo más al sur, de Priego de Córdoba, más pegado a Granada. Al final te influye haber crecido en un ambiente así. Se puede escapar pero, ya te digo, yéndote de allí.
“Elena observando la Osa Mayor” es también muy tranquila y la sensación que deja es que hay algo por resolver, una historia todavía sin final, una incertidumbre.
Cándido: A nivel instrumental surge cuando vamos por primera vez al estudio La Mina, que Raúl (Pérez) tiene allí un Fender Rhodes superchulo. No tenemos ni idea de tocar los teclados, pero lo que nos trasmitía era esa sensación de cuando estás aprendiendo a tocar la guitarra y todos los acordes te parecen chulos y todos son potencialmente posibles canciones. Tanto “Vernissage” como esta salieron de tontear con el Rhodes de forma muy limitada. Y a nivel lírico, al final solo queremos escribir sobre lo que conocemos y eso hace que acaben saliendo temas muy personales. La canción es sobre la relación con mi pareja, que vive en Moscú, la conocí tocando allí. Todo el tema de la pandemia y la invasión de Ucrania no han sido muy favorables para nuestra relación, evidentemente. Pero, bueno, ahí estamos.
Al escuchar los versos de Erik Urano en “Jupiter And Beyond” me acordé de Lagartija Nick por esa forma de escribir y frasear, aunque imagino que sobre esto habría que preguntarle a él...
Álvaro: A mí Lagartija Nick me gustan bastante, he estudiado en Granada y he conocido a los miembros en persona después de haber coincidido en garitos de fiesta. Sobre todo el “Omega”, que es un disco emblemático.
Ángel: “Omega” ha formado parte de nuestra vida durante mucho tiempo, es un muy buen disco que mezcla el rock y el flamenco pese a las críticas y a tener todo en contra. Ellos lo hicieron de forma magistral.
“Perfect Blue” me hace pensar en el shoegaze, que de unos años a esta parte también ha llegado a escenas como la del metal. No sé si a vosotros también os interesa.
Cándido: Desde el principio en los primeros discos, todo ese rollo de las reverb y los delay, era nuestra movida. Quizá en este disco es un rollo más melódico y accesible, pero sí, grupos que han ido saliendo últimamente en este rollo hay muchos que me molan. Hay un revival en los últimos años.
Sí, que ha llegado hasta el metal extremo…
Cándido: Deafheaven sí que fue una influencia cuando estábamos con el primer disco, por ahí sí. Y cosas más evidentes, Slowdive y ese rollo.
¿Esperáis llegar a más gente con estas canciones?
Álvaro: Sí, al tener menos gritos y ser más melódico… si se lo pones a tus padres hay más canciones que les gustan o que pueden apreciar más.
Ángel: Yo creo que sí, que si con este disco no se consigue, pues ya no sé qué hacer.
Las expectativas están ahí, vaya.
Ángel: Sí, claro, se te pasa por la cabeza lo de “ojalá con este disco me quite de trabajar”.
Cándido: Yo no lo tengo muy claro. Con los singles hemos intentado ser más accesibles, pero el discurso del disco es muy hacia dentro. Hay una parte accesible en el sentido de que hay menos gritos, cosas más sencillas, pero al mismo tiempo por no tener gritos no va a ser comercial o accesible. Hay una parte muy progresiva, una parte de mucha escucha activa. Estamos haciendo más promo, creo que “Bellavista” por salir en la pandemia tuvo cosas buenas y malas, y lo que no pudimos hacer entonces lo estamos haciendo ahora. Pero somos conscientes de que somos una banda de rock haciendo música con pocos estribillos con producciones desafiantes.
Cuando lo escuché por primera vez, el disco me transmitió una sensación parecida, quizá por ese angst que encierra, a la que tuve al escuchar el álbum de los madrileños Nuevenoventaicinco, “B.S.O 1999-2000”, que publicó el sello Fragment en 2000. Es como si ellos tuvieran diez años más y ya hubieran pasado por todas las cosas que no llegaron a pasar, por aquello de haberse separado poco después de publicarlo.
Cándido: Son un referente en nuestra escena, los dioses, de donde viene todo esto que hacemos junto a Standstill, aunque ellos lo hicieron en español antes. Pero sí, fue un grupo al que admiramos y siempre existe esa cosa de “¿no van a hacer una reunión?”. ∎