Dando la talla. Foto: Alfredo Arias
Dando la talla. Foto: Alfredo Arias

Entrevista

Abraham Boba: “Con León Benavente pensé: ‘Esta es la última bala’”

El cantante, teclista y líder de León Benavente va construyendo, más allá de su profesión como compositor, una carrera literaria desde la publicación de su primer poemario “Esto no es una canción” (2021), que ahora continúa con el breve ensayo “163 cm.”, en el que analiza cómo tu estatura determina tu existencia.

Abraham Boba es el alias artístico de David Cobas Pereiro (Vigo, 1975) desde hace décadas, cuando publicó sus discos en solitario: “Abraham Boba” (Limbo Starr, 2007), “La educación” (Limbo Starr, 2009) y “Los días desierto” (Limbo Starr, 2011). Fue músico de estudio y de directo con Nacho Vegas, y colaboró con Amaral, Tulsa, Julio de la Rosa, Pumuky, Carlos Ann, Ornamento y Delito e INRA.

Estudió composición en el Taller de Músics de Barcelona con veintitantos. Luego vivió en Madrid. Cuando formó León Benavente junto a Edu Baos, Luis Rodríguez y César Verdú, sabía que era su último cartucho musical. Con “León Benavente” (Marxophone, 2013) llegó el éxito, lo que le supuso poder vivir (dignamente) de la música.

Sus padres tuvieron una confitería muy famosa en Vigo. Muchos fines de semana y festivos le tocaba ayudarlos. “De niño eso te fastidia, porque lo que quieres es ir a jugar y no estar trabajando con tus padres. Pero luego me he dado cuenta de que lo que me ha pasado en la vida y dónde estoy ahora tiene que ver con la capacidad de trabajo”, explica a Rockdelux en una terraza del barrio de Malasaña, en el centro de Madrid.

Desde la publicación de su primer poemario “Esto no es una canción” (Espasa, 2021), Boba está cultivando una carrera literaria que continúa con el ensayo “163 cm.” (Arrebato Libros, 2025), en el que habla de la estatura aportando datos científicos, estudios y anécdotas de bajitos ilustres incluidos algunos músicos, pero también mirando a su propia biografía personal.

Si “Esto no es una canción” impulsó un show poético con la ayuda de Pep Olona, de Arrebato Libros, para “163 cm.” está preparando un espectáculo que presentará el 31 de enero en el Teatro Circo en Murcia. “Soy yo solo en escena, pero es un espectáculo que tiene más que ver con artes escénicas que con música. Es algo que está a medio camino entre la performance, la obra de teatro, el concierto e incluso el monólogo humorístico. Hay un poco de todo. Desde luego va ser algo que la gente no se espera de mí”.

Un mundo pequeño. Foto: Alfredo Arias
Un mundo pequeño. Foto: Alfredo Arias

¿Cómo concebiste “163 cm.”?

Cuando termino un proyecto, suelo empezar a pensar cuál va a ser el paso siguiente. Cuando estaba acabando el poemario, quería hacer algo que no fuera poesía. La novela, la ficción, no es algo en lo que de momento entre, no sé si en el futuro, pero de momento no me interesa mucho. En ese momento leí un ensayo de la poeta norteamericana Heather Christle, “El libro de las lágrimas” (2019; Tránsito, 2020), una especie de ensayo autobiográfico sobre el acto de llorar donde va mezclando sus experiencias con datos más científicos o fisiológicos sobre el hecho de llorar. Ahí se me pasó por la cabeza la idea de tener un hilo conductor que estuviese muy cerca de mí, y la estatura era uno de ellos. Nunca me he sentido víctima, o al menos no recuerdo haber sufrido ningún tipo de acoso o de violencia física o psicológica por el hecho de ser una persona de baja estatura. Pero es verdad que me ha condicionado y me ha hecho ver la vida de una manera. Tenía claro que no quería hacer un libro con un tono victimista, pero esa circunstancia ha estado ahí, me ha acompañado.

Desconocía tus inicios en las bandas Tedium y Belmonde, y que te formaste en Barcelona en el Taller de Músics ¿Esa fue tu formación más seria?

Tuve grupos desde los 18 años. Empecé tocando la batería a los 15, que era lo que más me gustaba. Luego empecé a cantar. Pero hubo un momento en el que me di cuenta que quería herramientas para componer. En la música una de las cosas más difíciles es saber cuál es el lugar que ocupas. Ser todo en la música, un gran instrumentista y un gran compositor, es muy difícil. Lo mejor es saber qué es lo que mejor sabes hacer. Cuando me di cuenta de que lo que mejor sabía hacer era componer canciones, lo que quería era tener herramientas para poder hacerlo mejor. Así que eso fue lo que hice en el Taller de Músics. Entré ya mayor, con 27 años. De repente me enfrenté al lenguaje musical, a estudiar solfeo, armonía, arreglos. Iba más lento que otros alumnos que habían ido al conservatorio, pero sabía las herramientas que quería. Fue una matada. Llevaba unos años haciendo discos y de repente me vi viviendo en Barcelona, trabajando de camarero, pagando unas clases caras. En esos cinco años prácticamente lo único que hacía era ir a currar, ir al Taller y estudiar.


“Cuando termino un proyecto, suelo empezar a pensar cuál va a ser el paso siguiente. Cuando estaba acabando el poemario quería hacer algo que no fuera poesía. La novela, la ficción, no es algo en lo que de momento entre, no sé si en el futuro, pero de momento no me interesa mucho”

¿Con la poesía te sientes tan libre como con la música?

En el curro soy bastante pejiguero. Para que te hagas una idea, los discos de León Benavente que sacamos con Warner no los escucharon hasta que estuvieron terminados. Fue algo que exigimos desde el principio porque con el grupo estamos muy seguros hacia dónde vamos. Te puedes equivocar, pero tenemos bastante claro a dónde vamos. Yo siempre trabajo así. El primer escollo soy yo mismo, y me cuestiono tanto lo que hago que no necesito a nadie que me diga lo que tengo que hacer. En el caso de la poesía conocía a mucha gente que se dedicaba a escribir: poetas, novelistas… Por eso quizá me daba tanto respeto salir del formato canción. No me parecía tan fácil. Las canciones tienen un contexto musical, armónico, melódico, no es la palabra encima de una hoja en blanco y nada más, sin ningún contexto alrededor. Eso de entrada me daba bastante reparo y pudor. Fue la editora Belén Bermejo la que me animó. Fue su intuición.

¿Cuál crees que es la relación entre poesía y música?

Para mí tiene más que ver con el proceso. Llevo muchos años escribiendo canciones y mi oficio realmente es ese: soy un compositor de canciones, no me considero un escritor. Pero sé que tengo una relación con la palabra que me une. Cuando empecé a escribir el poemario lo que veía era que el mundo de la canción y el mundo de la poesía son cercanos en muchas cosas, pero a nivel del proceso para mí era totalmente distinto. Mi forma de componer es sentarme al piano e ir haciendo la canción a medida que la voy escribiendo. En un poema tienes una hoja en blanco, y por un lado te da vértigo, pero por otro lado hay una libertad absoluta. Eso es lo que más me gustó al principio: no tengo que rellenar esta melodía, estos compases o poner estas palabras.

Música y letra(s). Foto: Alfredo Arias
Música y letra(s). Foto: Alfredo Arias

Recuerdo haberos encontrado en el bar La Palmera medio año antes de publicar “León Benavente” y que me dijisteis que ese era el último cartucho.

Cuando estábamos mezclando en Reno con Luca Petricca, recuerdo estar una noche con César Verdú y decirle: “Esta es la última bala”. Llevábamos tantos años… Llevaba 20 años dedicándome a la música, desde los 18 o 19, cuando monté mi primera banda. Y en aquel momento no tenía pasta. El siguiente movimiento era volver a Vigo para vivir con mis padres con 40 años. Además ese disco lo grabamos en dos días y medio en Matadero con una beca que nos concedieron de Red Bull Academy. Nos dieron dos días y medio de estudio para grabar dos canciones, y grabamos todo el disco. Supongo que cuando las cosas te pasan así y no te llega todo tan rodado las valoras más. Eso también es lo que me une con mis compañeros de León Benavente. Ninguno de los cuatro lo hemos tenido fácil, ni nos han funcionado las cosas con 20 años. Hasta los 40 que montamos León Benavente estábamos malviviendo de la música como podíamos. Siempre lo decimos, nos sentimos privilegiados por poder haber llegado a vivir de esto, aunque fuese años después de intentarlo.

En el epílogo mencionas a un pensador clásico como Michel de Montaigne. ¿Te gusta la filosofía?

Soy muy fan de todo lo que escribe Marina Garcés. Cuando alguien escribe sobre pensamiento me gusta que esté ligado al presente. Es verdad que la sociedad evoluciona de una manera y el pensamiento va cambiando. Pero luego te encuentras con los ensayos de Montaigne, el padre del ensayo moderno, y ves que de lo que está hablando es actual, que se puede aplicar a todo lo que vivimos hoy en día. Eso es muy valioso. Lanzo un llamamiento a que se lea pensamiento porque eso es lo que va a hacer que realmente podamos pensar, no estar continuamente leyendo opiniones de gente en redes sociales. ∎

A propósito de Boba

“163 cm.”
(Arrebato Libros, 2025)

Abraham Boba acude al testimonio para elaborar un ensayo que versa sobre las dimensiones personales, concretamente su estatura, y cómo estas te afectan a la hora de ubicarte, de vivir y discurrir. Utiliza un estilo directo más allá del anecdotario, perfila un ir de aquí a allá relacionando temas, creando una colección de historias y de vivencias personales.

Boba lo tiñe de explicaciones científicas, de datos y ejemplos. Pero también lo ilustra con anécdotas de famosos, personalidades del mundo de la cultura como actores y músicos cuya estatura ha causado sensación, rompiendo moldes. Menciona a Alfredo Landa, Werner Herzog, Harvey Keitel, Humphrey Bogart, Prince, Paul Simon o Randy Newman, entre muchos otros.

Cuando más conecta con el lector es al hablar de su propia biografía: de su infancia haciendo taekwondo y jugando al baloncesto; de su relación con su familia; de la confitería de sus padres en Vigo. También cuando menciona los lugares que ha habitado o el regreso a su tierra en 2021. Ahí es cuando suena más personal, más cercano, y cuando nos desvela quién ha sido, quién es y por qué ha llegado donde ha llegado. En nueve capítulos, más un epílogo, desmenuza todas esas cosas que relaciona con la altura. Relata ciertas referencias sobre la estatura que otorgan la sociedad y la publicidad incluso en la elección de parejas. Además está el foco en la imagen, en la estética o en el aspecto, muy propio de profesiones con exigente presencia escénica o pública. También aborda el porqué de su estilo, de sus botines o de su indumentaria: traje, camisa y pantalón, los trajes a medida. También sobresalen anécdotas como la cena en su casa con una pareja o con Cristina Martínez de El Columpio Asesino, de quien desconocía sus aptitudes con las Bellas Artes.

“163 cm.” se impone como un ensayo breve de 130 páginas que muestra una cara desconocida del músico y compositor, que va más allá y desvela a un Boba más sincero que nunca ¿De manera reveladora? Juzguen ustedes. ∎

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