Cómic

Alfonso Zapico

La balada del norte. Tomo 4Astiberri, 2023
Más de siete años después de la publicación del primer volumen, Alfonso Zapico (Blimea, 1981) culmina con el cuarto su obra más ambiciosa: “La balada del norte”. Se trata de una novela gráfica de más de mil páginas, sumando los cuatro tomos, centrada en la revolución de la cuenca minera de Asturias en 1934, en el contexto del bienio conservador de la Segunda República. Y en la que Zapico, hijo él mismo de la cuenca, recupera la memoria de unos acontecimientos no muy conocidos por el gran público.

Zapico, dibujante precoz que ganó el Premio Nacional de Cómic con tan solo 32 años gracias a “Dublinés” (2011), su biografía de James Joyce, siempre ha sido un autor interesado en la memoria y en la historia reciente, pero en sus obras previas le había faltado un poco de nervio en sus relatos, una cualidad que encontró en “La balada del norte” gracias a su implicación personal y familiar: en esta novela resulta evidente la conexión emocional de un Zapico que se libera de ciertas reservas y acepta que esta historia es la suya, y que la puede contar con la seguridad que le da esa certeza.

Zapico ha reconocido, por otro lado, la poderosa influencia de la literatura del siglo XIX. En cierto sentido, “La balada del norte” es un novelón ruso, y asume la misma labor que desarrollaron los escritores realistas de la época, pero también el naturalismo francés: hay algo del “Germinal” (1885) de Émile Zola en este cómic, y no solo porque ambos narran revueltas mineras, sino porque Zapico tiene una perspectiva humanista de izquierdas similar, así como la misma intención de ofrecer un completo retrato psicológico de las diferentes clases sociales, mediante un protagonista coral. Se trata de presentar los acontecimientos históricos con rigor, pero también con las licencias que permiten jugar con personajes de ficción y con las tramas novelescas.

Vegyn.
Aunque Zapico no oculta las miserias y excesos violentos de ambos bandos, nunca cae en la equidistancia cobarde: en la revolución del 34 hubo opresores y oprimidos, y quienes querían mantener su status quo frente a quienes querían, simplemente, mejorar sus miserables condiciones de vida. Frente al revisionismo ideológico de quienes pretenden hacer pasar el golpe militar del 36 como una justa reacción a una situación insostenible que habría comenzado en la revolución del 34, el autor ofrece un relato temperado de los hechos, sin intención propagandística. Los primeros dos tomos son más densos y profusos en información histórica; pero, a partir del tercero, Zapico aligera textos, compone las páginas con menos viñetas y vuelve su trazo más expresivo y suelto. Son las lecciones narrativas que extrajo de la realización de otra obra, “Los puentes de Moscú” (2018), con intención mucho más inmediata. Sin duda el tercer y sobre todo este cuarto tomo se benefician de esta decisión, facilitada también por el hecho de que los lectores ya tienen claro el escenario y Zapico se puede dedicar a añadir capas a sus personajes y matizar su psicología, con escenas más contemplativas y con más calado emocional. En los comienzos de la historia, la mayoría de protagonistas adolecían de ciertos clichés y eran, en cierta forma, estereotipos útiles para el desarrollo de la trama. Pero para cuando llegamos al cuarto libro, todos respiran con un aliento veraz y se han convertido en individuos complejos y matizados, especialmente en lo que respecta a Tristán, el hijo del marqués, que irá descubriendo poco a poco su conciencia política, su novia Isolina, una mujer de armas tomar que se negará a asumir su condición de víctima en el conflicto, y su padre, el líder minero Apolonio, un bruto entrañable de férrea conciencia colectiva que, en el clímax de la historia, alcanza una dimensión mítica.

Finalizada la revolución en el tercer libro, esta última entrega se centra en el destino de quienes han sido derrotados. Es una historia amarga, como todas las de perdedores, en la que Zapico se permite una subjetividad mayor, de forma que introduce más claramente sus ideas en torno a la lucha minera de Asturias, que plantea como una cuestión generacional: un proceso en el que los padres se sacrifican por sus hijos sucesivamente, sin solución aparente. Pero, más allá de eso, lo más interesante es comprobar que la novela rusa que fue “La balada del norte” deviene en un wéstern crepuscular no canónico, que incluso tiene a su propio héroe de frontera. Se pasa, así, de lo histórico a lo mitológico, con total naturalidad, en una conclusión de altos vuelos en la que Zapico, que entrega las mejores páginas de su carrera, ha alcanzado ya la madurez como autor de cómics. ∎

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