Cómic

Arnaud Le Gouëfflec / Nicolas Moog

Underground. Rockeros malditos y grandes sacerdotisas del sonidoNorma, 2022

Underground. Subterráneo. Malditos. Marginados. Incomprendidos. Semiocultos. Artistas de culto. Al otro lado del sueño más ostentoso de la música popular. En cualquiera de estas categorías cuadran los músicos de rock, jazz, folk, vanguardia, industrial, blues, exótica o electrónica incluidos en esta brillante antología de retratos en viñetas, aunque algunos hayan trascendido más que otros. La lista muestra el gusto exquisito de los autores, el guionista Arnaud Le Gouëfflec y el dibujante Nicolas Moog, de quien después hablaremos. Abren con Moondog, el monarca ciego y vikingo vestido de arapahoe que mendigó en las calles y creó sinfonías americanas de vanguardia, y cierran con Peter Ivers, de quien durante años solo se supo que había escrito a instancias de David Lynch la música de la canción “In Heaven”, perteneciente a “Cabeza borradora” (1977). Más malditos, imposible. Entre ambos, desfilan por las satinadas páginas en blanco y negro gente de mucho culto: Daniel Johnston, Sun Ra, Kevin Coyne, The Residents, Yma Sumac, Eugene Chadbourne, Kim Fowley, Lee Hazlewood, Nico, Raymond Scott, Boris Vian, John Fahey, Brigitte Fontaine, Captain Beefheart, Chris Knox, Patti Smith, The Cramps, Lydia Lunch, Sky Saxon, Jonathan Richman, Alex Chilton, Townes Van Zandt, Un Drame Musical Instantané... Y varios descubrimientos, como Éliane Radigue, experimentalista que comenzó grabando en cinta los sonidos de los aviones en el aeropuerto de Niza, o Merrell Fankhauser, el lado oscuro de la música surf.

Los retratos oscilan entre las seis, ocho y diez páginas, excepto Richman, que merece doce, o Nurse With Wound, sintetizados en dos planchas a partir de la lista extravagante de influencias que citaron en su primer álbum. También aparecen géneros o tendencias. La mayor extensión se la lleva la historia resumida del krautrock en veintidós páginas, por las dos que tiene la escena de Tucson capitaneada por Giant Sand o las seis dedicadas al dub. La composición de cada página es muy libre, entrecruzando textos informativos en tercera persona, bocadillos en primera persona y dibujos muy personales en los que pueden detectarse influencias diversas –Frank Margerin, Charles Burns, Hergé, los propios dibujos de superhéroes de Daniel Johnston y nuestro Max– y en los que Moog no duda en reproducir con trazo fiel portadas de discos célebres, fotos conocidas de CAN, Neu!, Richman o Fowley, un autorretrato de Robert Mapplethorpe, imágenes de filmes de Philippe Garrel con Nico y la portada sadomasoquista-pulp del libro de Michael Leigh “The Velvet Underground” (1963), del que Reed, Cale y compañía tomarían el nombre para su banda. La estructura narrativa es tan dinámica y flexible, a partir de un patrón compositivo que se repite en cada historia, que permite al final de algunas páginas el dibujo pequeño de las caras de músicos influenciados por el artista tratado, en un diálogo permanente entre el pasado y el presente.

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Los textos de Le Gouëfflec son ricos y precisos: el género exótica es “la banda sonora de un mundo imaginario, un sueño tropical de mentira que combina falsa música de las islas con baratijas de pacotilla, una música en Technicolor”. A Fowley lo definen como el agente secreto del rock’n’roll. Sky Saxon y The Seeds fueron flower-punk. Nos descubren que además de sintetizadores-secuenciadores y sofisticados laboratorios sonoros, Raymond Scott inventó el fax, pero no lo patentó. Hay una viñeta prodigiosa del guitarrista John Fahey en la que aparece, de niño, sentado frente a un gramófono en el que escucha un 78 rpm de Blind Willie Johnson y asegura que sus padres lo criaron en la mentira (hacia los negros, hacia el blues). Aunque los textos explican, los dibujos cuentan más cosas sobre la singularidad de cada personaje: un Boris Vian bebé chupa ansiosamente un biberón dibujado con letras y rodeado de notas musicales. Cuando se centran en The Cramps, prefieren destacar la función previa de Lux Interior y Poison Ivy como arqueólogos de “doo-wop desquiciado, exótica fuera de sitio, instrumentales bizarros, curiosidades psiquiátricas, protopunk prehistórico…”. Otros hallazgos expresivos: los paralelismos de Hazlewood con distintas figuras de un tablero de ajedrez, Raymond Scott con una careta de Bugs Bunny, Alex Chilton dibujado como El Principito de Saint-Exupéry en la superficie lunar o el mismo Chilton ilustrado en la época de “Like Flies On Sherbert” como una figura cubista.

En el prólogo, Michka Assayas recuerda cómo, de joven, pensaba que la música underground era una búsqueda más que una exigencia: “Los malditos del underground no fueron víctimas de un destino injusto, sino que, voluntariamente o no, se mostraron incapaces de seducir al gran público”. Michka, hermano pequeño de Olivier Assayas, fue crítico de rock en ‘Libération’ y ‘Rock & Folk’ y coordinó un “Dictionnaire du rock” (2000) en tres volúmenes. Los autores de este ambicioso trabajo también llevan años formalizando su pasión por los artistas de los que hablan aquí. En el contexto estrictamente musical, el guionista, novelista y dramaturgo Le Gouëfflec ha escrito los cómics “Le Chanteur sans nom” (2011) –retrato de Roland Avellis, cantante de los años 30 y 40 que actuaba con antifaz, ilustrado por Olivier Balez– y “Vince Taylor, l’ange noir” (2018), dibujado por Marc Malès, y ha liderado grupos de rock indie como Le Petit Fossoyeur y L’Orchestre Préhistorique, entre muchos otros trabajos musicales. Moog se ha encargado de las ilustraciones en la última edición, aparecida en 2021, del libro de Jacques Vassal “Folksong” (originalmente de 1971), y toca además guitarra, banjo y bajo en la banda de neo-blues Thee Verduns.

¿Cuántas veces la cara B de un single resultaba más interesante que la cara A? Esta es la filosofía acuñada por Moog y Le Gouëfflec desde que crearon en ‘La Revue Dessinée’ una sección titulada “Face B”, dedicada a los antihéroes de la música popular. Aquellas crónicas se compilaron en el volumen“Face B. Figures pittoresques de la musique d du XXe siècle” (2015). La presente edición, más completa, cambia significativamente el título. Quizá el término “pintoresco” no es la expresión más adecuada dado el planteamiento general de la obra. Mejor “Underground. Rockeros malditos y grandes sacerdotisas del sonido” (2021; Norma, 2022). Si bien la segunda parte del título es correcta, ya que los autores presentan a ocho de estas sacerdotisas –Sumac, Radigue, Lunch, Fontaine, Nico, Smith, Colette Magny y Cosey Fanni Tutti–, no lo es tanto la primera: no solo hay rockeros malditos, pues también tienen cabida jazzmen de Saturno (Sun Ra), exploradores del blues (Fahey), experimentadores sin rostro (The Residents), cantautoras comunistas con querencia por el free jazz (Magny) y magos electrónicos del jingle futurista y la música de cartoon (Scott). ∎

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