El libro de memorias de Bono (“Surrender. 40 Songs, One Story, 2022) comienza en un hospital, con el protagonista sufriendo un problema cardíaco que lo sitúa al borde de la muerte, en las navidades de 2016. La conciencia de su mortalidad y de entrar en la tercera edad –aunque el hombre nacido como Paul Hewson solo tenía 56 años por entonces– lo espoleó a escribir este libraco de 670 páginas y cuarenta capítulos. Cada uno de ellos está titulado como una canción de U2 y arranca desde ella para compartir vivencias y reflexiones.
Pese al grosor de la obra, no esperen grandes revelaciones. De hecho, muchas de las cosas que el dublinés cuenta ya aparecían en libros como “Conversaciones con Bono” (Michka Assayas, 2005) o “U2 por U2” (Neil McCormick, 2006). No esperen tampoco morbo ni amarillismo. Estamos hablando de una banda cuyo momento más trágico fue la única noche en que uno de los cuatro miembros no pudo tocar en un concierto. En el final de gira de “Zooropa” (1993), en Sídney, en 1993, el bajista Adam Clayton no compareció por haber alargado demasiado una noche de fiesta. Es cierto que el vocalista sugiere, sin cargar demasiado las tintas en ello, episodios bastante más dramáticos, como las amenazas de muerte a su familia y a él por no simpatizar con el IRA.
En este recorrido por su vida y su obra, Bono habla de sí mismo pero no tanto –es bastante autocrítico con su mesianismo y su ego y parece sincero– y lo que predomina es la gratitud a los que lo han acompañado en el camino. La principal persona, y verdadera destinataria de este libro, es su esposa Ali Hewson, a quien prácticamente canoniza en cada frase que escribe sobre ella. La principal virtud de la que puede presumir el músico y activista es de haber mantenido siempre, pese a todo lo conseguido, la fidelidad a sus orígenes. Así escribe semblanzas cariñosas de sus compañeros de banda y mánager, familia, profesores y amigos de su infancia.
También pone de manifiesto su obsesión por cierto modelo de los Grandes Hombres. Líderes dispuestos a salvar el mundo, como Jesucristo o el propio Martin Luther King, siempre envueltos en imaginería bíblica. Bono es consciente de lo extraordinario de su posición: un chaval cualquiera de un suburbio dublinés que se acaba convirtiendo no solo en el cantante de la banda de rock más famosa del mundo, sino que termina intimando con los hombres más poderosos del planeta. Mijaíl Gorbachov, Nelson Mandela, Juan Pablo II, Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama, Steve Jobs, Bill Gates o Condoleezza Rice –a quien llama “Condi” cada vez que intenta conseguir más dinero de Estados Unidos para el Tercer Mundo– pasan por estas páginas sin dedicarles una mala palabra, al igual que Frank Sinatra, Luciano Pavarotti, David Bowie, Johnny Cash y Michael Hutchence. Por ahí se deslizan algunas de las anécdotas más jugosas del libro, aunque mis favoritas son las que hablan de cómo surgieron algunas de las canciones más recordadas del grupo, como “Sunday Bloody Sunday”, “Bad” –que considera fracasada en la letra– o “I Will Follow”, que construyeron en el estudio después de que el vocalista llegase diciendo vehementemente que tenían que hacer algo como “Public Image” de PiL. ∎