Nature or nurture, la genética o el entorno, es uno de los grandes dilemas sobre el comportamiento humano del que se ha servido Hirokazu Koreeda para construir el grueso de sus películas. Las familias disfuncionales y las infancias desprotegidas de Koreeda llevan emocionándonos desde “Nadie sabe” (2004), aunque es probable que con “De tal padre, tal hijo” (2008) el cineasta explorase con más ahínco este tipo tensiones, protagonistas, a su vez, de su nuevo filme, “Broker” (2022), cuya principal novedad radica en trasladar el drama de Japón a Corea del Sur y trabajar con actores de esa cinematografía, entre ellos Song Kang-ho, habitual de Bong Joon-ho.
Puede que este cambio de escenario de “Broker” no sea más que otra vaga tentativa de Koreeda de tantear cinematografías extranjeras –como ya había pasado con “La verdad” (2019), mélo con Catherine Deneuve y Juliette Binoche en un duelo de divas y tensiones maternofiliales–, pero aquí los resortes dramáticos nos recuerdan demasiado a los empleados en ficciones previas, alimentados, al mismo tiempo, de ciertos códigos del suspense criminal surcoreano en una suerte de mezcla de géneros creemos que algo rocambolesca y resuelta no tan coherentemente como en la anterior “Un asunto de familia” (2018).
Un par de traficantes de niños, una prostituta y homicida a su pesar, su bebé y otro niño que se ha escapado de una casa de acogida son los improbables miembros de una de esas familias à la Koreeda que huye hacia delante en busca de unos padres para el recién nacido, previo pago por caja. Mientras, en el clásico esquema del juego del gato y el ratón, una pareja de policías les pisa los talones con menos suerte de la esperada. Lo que en manos de otro cineasta se transformaría en un thriller de manual, fluctúa en “Broker” por esos códigos y por los de la road movie familiar, transformando los bajos fondos sórdidos en dilemas íntimos de cálidas emociones gracias a la habitual bonhomía con la que el japonés mira a sus criaturas, que tiene en una simpática estampa en un túnel de lavado uno de sus más acogedores momentos.
Sin embargo, en ciertas ocasiones la bondad de Koreeda nos parece demasiado ingenua. Traficar con niños no es comparable a los pequeños hurtos que se cometían en “Un asunto de familia” –por mucho que intente convencernos de ello la luminosidad de su puesta en escena o el carisma de Song Kang-ho– y la visión humanista de los lazos afectivos más allá de la consanguinidad tampoco consigue equilibrar una historia desnivelada, a su vez, por la suma inexplicable de numerosas subtramas que alargan la narrativa sin aportar más complejidad a una trama –la venta de un bebé– ya de por sí complicada.