Creo ser la persona idónea para comentar esta biografía de Gabinete Caligari, puesto que soy el autor de una biografía anterior, “Gabinete Caligari. El lado más chulo de la movida”, publicada en 2003 por Planeta en su colección Temas de Hoy. Aquel libro, lo he dicho en varias ocasiones a todo el que me preguntaba, no me satisfizo del todo y pienso que el grupo se hubiera merecido algo mucho mejor de lo que, por circunstancias personales que no vienen al caso pero que influyeron en mi descontento, fui capaz de hacer. Ahora, por fin, el grupo ve compensados mis fallos con un volumen que amplía contenidos y contribuye a agrandar la leyenda que el trío formado por Edi Clavo, Ferni Presas y Jaime Urrutia (en orden alfabético de apellidos, como en el colegio) llegó a alcanzar. El lanzamiento del libro coincide con un momento en el que numerosos grupos de nueva hornada –con Alcalá Norte al frente– reivindican el after-punk español de los años ochenta, y Gabinete Caligari fue, antes de su eclosión comercial, un grupo pionero en ese ámbito.
Carlos H. Vázquez (Madrid, 1986) ha ampliado notablemente no solo el número de páginas que tuvo aquel libro (que constaba de 250 pero en realidad es como si hubiera tenido 100 menos, por sus muchas reiteraciones), sino el número de voces que intervienen: desde Alberto Urrutia –hermano de Jaime y autor de la letra de alguna canción del grupo– a Federico Jiménez Losantos –que los llevó a su programa ‘De toros’, en Televisión Española–, pasando por Antonio Bartrina –cantante y líder de Malevaje–, Servando Carballar –líder de Aviador Dro y primer director general de la compañía discográfica DRO–, Ángel Altolaguirre –músico de Alaska y Dinarama y productor discográfico–, Coque Malla, Bunbury o el expresidente de la comunidad Autónoma de Madrid Joaquín Leguina, que viajó en 1986 en el famoso tren de la campaña “Madrid se escribe con V de Vigo”, y muchos otros protagonistas más. También crece el número de anécdotas y particularidades que se dieron a lo largo de la trayectoria del grupo.
Además de nuevas entrevistas con Edi, Ferni y Jaime, el libro cuenta con numerosas referencias rescatadas de libros de Edi Clavo como “Electricidad revisitada” (Milenio, 2015), “Camino Soria” (Contra, 2018) o “Viva el rollo! Una crónica de Rock & Rollo en la España de 1975” (Sílex, 2022), así como de Jaime Urrutia –“Canciones para enmarcar” (Larousse, 2014)–, Rafa Cervera –“Alaska y otras historias de la movida” (Plaza & Janés, 2003)–, Mario Vaquerizo –“Fabiografía” (Booket, 2015)–, nuestro compañero Felipe Cabrerizo –“Loquillo. La biografía oficial” (Ediciones B, 2022)– o Loquillo –“Chanel, cocaína y Dom Pérignon” (Ediciones B, 2019)–. También suma fuentes como el pódcast de Carlos Galán “Simpatía por la industria musical” o el documental de Carlos Duarte Quin “Jaime Urrutia. La fuerza de la costumbre” (2011), así como artículos y entrevistas publicados en medios tan variados como Rockdelux, ‘Jot Down’, ‘El País’, ‘Efe Eme’, ‘El Confidencial’ o ‘El Mundo’.
El abanico de nuevas voces que intervienen con sus recuerdos incluye a músicos de directo de los momentos de esplendor como Frank López, Esteban Hirschfeld o Enrique Bastante (desgraciadamente fallecido hace pocos meses en un accidente de tráfico) o de los de declive, como Javier Marchante. O técnicos de sonido o iluminación como Paco Bragado. O Pito, el poderoso mánager que en su momento de esplendor dirigía las carreras de tres de los grupos de más éxito en la España de aquellos años: Alaska y Dinarama, Gabinete Caligari y Héroes del Silencio.
El autor se las ha ingeniado, incluso, para mostrar viejos vídeos de YouTube a Edi, Ferni y Jaime que, en algún caso, no habían visto o ni conocían, como una actuación en playback de Pedro Marín –un cantante hoy absolutamente olvidado, de esa época en la que las discográficas buscaban chicos guapos para que el rentable público femenino hiciera caja– en el programa ‘Aplauso’ de Televisión Española en la que Jaime y Ferni aparecen por detrás, haciendo coros… simplemente porque Jaime en ese momento pertenecía a Ejecutivos Agresivos, grupo que grababa para Hispavox, la misma compañía de Pedro Marín. Jaime también se quedó con la boca abierta viendo lo espectacular que fue la gira de presentación de “Privado” (1989), con el impresionante trabajo lumínico de Paco Bragado o la batería de doble bombo de Edi –que solo empleaba ese dispositivo en dos canciones– montada sobre una tarima giratoria para dar un espectáculo “más grandilocuente y visual”.
Cuando Vázquez empieza a abordar el brusco declive del grupo es cuando más se amplía lo que en mi libro se limitaba a las versiones de Edi, Ferni y Jaime. Aquí hay muchas otras voces que explican, desde otros puntos de vista, el malestar que se había generado en el seno del trío. Incluso aparece un motivo que yo no supe ver en su momento, cuando escribí mi versión de su biografía, y es Pito el que lo desvela: “Había grupos que vendían infinitamente menos pero le reían más la gracia a la compañía o caían mejor a nivel personal. Los grupos que yo tenía estaban bastante informados de todo lo que pasaba en las compañías, cómo eran las negociaciones, cuánto dinero había que pedir para una renovación… Entonces, estando tan informados, es difícil que cayesen tan bien como pudieran caer los grupos con mánagers que formaban parte del engaño general de la industria”. Y así lo corrobora Morgan Britos, excelente mánager caracterizado por manejar las carreras de sus artistas –entre los que han figurado Jarabe de Palo, Marlango, Jorge Drexler o los Gabinete Caligari del final– con el mimo y el amor de un orfebre, culpando también a “la frialdad y el pasotismo de los medios”. O el propio Jaime Urrutia: “Es un poco como lo que le pasó al Loco (Loquillo). Creo que cuando sacamos ‘Camino Soria’ y ‘Privado’ pagamos el éxito, pero cuando sacamos ‘Gabinetíssimo’, en 1995, te dabas cuenta de que la gente estaba esperando a ver si nos estrellábamos”.
El libro también aborda, en sus páginas finales, el recuerdo del grupo en bandas como Corizonas y Arizona Baby –Javier Vielba, su cantante, cuenta que con 12 años su tío le compró, a petición del chaval, una casete de “Privado”, a la postre el primer disco de su colección particular–, Los Zigarros o Jorge Marazu. Quique González recuerda cómo le gustaba “Tócala, Uli” siendo adolescente y los integrantes de los hoy disueltos Pereza admiten su influencia. Músicos coetáneos de Gabinete como Carlos Goñi, Ariel Rot o Mikel Erentxun también reconocen la valía del grupo, mientras que Igor Paskual, líder de Babylon Chat e integrante de la banda de Loquillo, se anima a firmar el epílogo.
Vázquez también escribe, aunque no pormenorizadamente, sobre las trayectorias o quehaceres de los integrantes del grupo tras su abrupto final, incluido un rencuentro –respetuoso pero no cordial, hay fotos publicadas del momento– que se produjo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid durante la presentación de “Gabinete Caligari. El lado más chulo de la movida”, con Jesús Ordovás de presentador del acto. Jaime le explica a Vázquez que “al final, cuando se fueron todos los periodistas, estuve hablando con Edi, pero… Bueno. No sé. Los quiero y los querré toda mi vida, pero el mundo es así”. ∎