Joy Division, The Cure, Bauhaus, Lydia Lunch, The Cramps, The Cult, The Sisters Of Mercy, The Gun Club o Siouxsie And The Banshees, entre muchos más, conforman el enorme tapiz trazado por la periodista y escritora Cathi Unsworth (Great Yarmouth, 1969) en “Temporada de brujas. El libro del rock gótico”, publicado como “Season Of The Witch. The Book Of Goth” por Nine Eight Books en 2023 en Reino Unido y ahora en castellano por Contra. Un trabajazo de 573 páginas que su autora perfila como el reverso a una realidad aún más tenebrosa: la estancia de Margaret Thatcher en el 10 de Downing Street desde 1979 a 1990.
Se trata de un libro erudito, literario, exhaustivo y de propiedades magnéticas, con el que esta periodista musical y novelista, que pasó por ‘Sounds’ y ‘Melody Maker’ y cuenta con seis incursiones en la novela negra, araña una cima personal –porque ella está presente en primera persona, como fan– y profesional. “Ser gótica era una forma de resistencia a la ignorancia y estupidez de aquellos tiempos”, dice en sus páginas. Encantadora, locuaz y de una agudeza chispeante, atiende a Rockdelux desde su casa en Londres.
¿En qué momento nace la idea del libro y por qué pensasteis, tú y tu editor, que era el momento idóneo para publicarlo?
El periodista John Williams, que está especializado en novela negra, siempre me decía que lo escribiera, que sería algo que me sobreviviría. A principios de 2020, un amigo que programa eventos en los cementerios góticos de Londres me propuso dar una charla sobre la música gótica en la cripta de uno de ellos, para marzo. Pasé mucho tiempo documentándome. No sabía cómo enfocarla, y recuperé un artículo que escribí para ‘Sounds’ a finales de los ochenta sobre la década gótica, que empezaba con Ian Curtis. Lo retomé. Es curioso el contraste entre las opiniones de entonces con las de ahora. Escribí 5000 palabras, llegó el COVID y la charla se canceló. Nunca ocurrió. Decidí seguir adelante. Y se gestaba en Londres y en todo el Reino Unido una escena underground de bandas. No tenía claro lo de empezar de nuevo desde Ian Curtis, porque debió de ser el único de aquella escena en votar a Margaret Thatcher en 1979, pero pensé que tomar el inicio de su mandato, tras la explosión del punk y el invierno del descontento, y terminar con el final, con su dimisión en 1990, cubría todo el espectro.
La mayoría no han querido verse nunca etiquetados como góticos. Si pensamos en The Sisters Of Mercy o Bauhaus, la conexión puede ser clara, pero no tanto con Joy Division, Cocteau Twins o Echo And The Bunnymen. ¿Dónde pusiste el límite para no volverte loca decidiendo qué bandas debían entrar en el relato?
Seguro que hay millones de grupos que no menciono, pero hubiera perdido la narrativa y generado un problema de espacio el haber incluido más. Cualquier banda de outsiders vestidos de negro hubiera podido estar, pero lo interesante era cómo el auténtico mal se estaba gestando en nuestro sistema político y cómo discurría en paralelo a algunos grupos. Y temporalmente, yo tenía 11 años cuando Thatcher llega al poder y 21 cuando lo deja, ya trabajaba para ‘Sounds’, y el libro describe el tránsito de esa niña que escucha esa música a escondidas a la mujer que luego escribe y habla con ellos y sobre ellos. Afortunadamente, porque conservo entrevistas con algunos que murieron. Quise centrarme en la gente a la que descubrí durante ese viaje, pero también en quienes fueron más influyentes y desafiantes. Entre 1979 y 1985 es el período más interesante. Algunas que no menciono llegaron más tarde, tras la masiva huelga minera, cuando nuestra sociedad cambió. La música se volvió menos política y más hedonista. Lo gótico pasó del underground al mainstream. Y es cuando la gente mayor que tú empezaba a utilizar el término “gótico”, que antes apenas sonaba con cierto desprecio. Era gente que te menospreciaba como si fueras novato por no haber visto en su momento a los Sex Pistols o Joy Division (risas). Y ya nadie quiso hacerse llamar “gótico”. Se abusó del término.
Hay también un sentido del humor soterrado en el rock gótico que rara vez se destaca.
Fue esencial. Y muy subversivo. Y satírico. Las películas de la Hammer y de Roger Corman tenían un sustrato que lo hacían muy apetecible para ser adoptado por la generación gótica, entre muchas otras influencias.
Es curioso, porque siempre que se piensa en la música pop y rock que se opuso a Margaret Thatcher, al menos aquí, pensamos en el primer indie, en The Smiths, Billy Bragg o The Housemartins y rara vez en la escena gótica como una protesta alternativa.
Fue especialmente importante en Yorkshire. Quise hacer una historia de todo el país. Leeds y Bradford, por ejemplo, estuvieron enfrentadas desde los tiempos de Guillermo el Conquistador y lo que las unió fue el rock gótico y la huelga de la minería. Las letras de Andrew Eldritch, de The Sisters Of Mercy, son brillantes. Aguantan el paso del tiempo. Lo que escribían New Model Army aún tiene relevancia hoy en día, aunque sean letras que tienen cuarenta años. En tiempos malos es cuando sale el buen arte. El gótico es una continuación de cosas que siempre estuvieron ahí, presentes en el mundo del arte. Por eso nos acordamos de William Blake en el paro minero de 1984. Es el relieve histórico del rock gótico lo que he intentado reflejar en el libro.
Como decía aquella frase de “El tercer hombre”, la película de Orson Welles, que me recordó Moby en una entrevista: “30 años de terror en Italia trajeron a Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y el Renacimiento, y 500 años de paz en Suiza trajeron el reloj de cuco”. ¿Crees que la efervescencia post-punk de ahora es también reflejo del Brexit y la complicada situación política?
Así es. No hay buen arte sin lucha. Y necesitamos gente que le dé sentido a esta confusión y la convierta en catarsis. Ver a estas bandas en los ochenta era un revulsivo. Como los fanzines. Muchos de los chicos y chicas que vienen a mis charlas, que casi podrían ser mis nietos, están muy metidos en esta música. Hacen cosas nuevas con ello, como dices. Me encanta lo que decía Johnny Cash sobre su vestimenta, eso de lucir de negro como un enterrador hasta que las cosas mejoren.
Aquí nos cuesta creer que Margaret Thatcher, con los índices tan bajos de popularidad que recabó en algunos momentos y las cifras tan altas de paro, revalidase mandato dos veces. Por lo que cuentas, da la impresión de que siempre alguna circunstancia –como la guerra de las Malvinas o los atentados fallidos del IRA– le salvaba el culo en última instancia. Y solo se marchó porque su partido quiso.
Intenté no odiarla, escribir desde la distancia. Ella ni siquiera pertenecía a la élite educada en Eton que hemos tenido gobernando durante años. Venía de la clase trabajadora. ¿Cómo diablos los tories le permitieron hacerse con el partido? Es interesante cómo de parecidas fueron su ideología y la de Malcolm McLaren en lo disruptivo, en su modo de difundir sus ideas. McLaren tenía a Vivienne Westwood diseñando la ropa y ella vendía el paquete completo que Keith Joseph y compañía eran incapaces de colocar. El pacto secreto al que Thatcher llegó con Rupert Murdoch para remodelar el paisaje mediático también explica muchas cosas: lo explicó muy bien Harold Evans en ‘The Sunday Times’, como si fuera algo de la KGB. Empleaba métodos muy autoritarios, como si la extrema izquierda y la extrema derecha se tocasen.
Hablando de los medios, dices en el libro que ‘NME’ era tu principal fuente de información política, algo inimaginable hoy en día.
Solo había tres canales de televisión entonces. Yo era muy joven. Mis padres odiaban a Margaret Thatcher y llegaban a apagar la tele cuando aparecía. Yo me informaba por la radio, apenas leía periódicos, pero me pillaba ‘Sounds’ y ‘NME’ en cuanto podía. El ‘NME’ era muy político, llegó a poner la batalla de Orgreave en portada. Y fue tratada con gravedad. Los fanzines que podías pillar en conciertos también servían para estar al día.
¿Cuáles serían los tres discos góticos esenciales?
Es muy difícil. Creo que “Juju” (1981), de Siouxsie And The Banshees, tendría que estar. Una colección de singles y EPs de The Sisters Of Mercy, “Some Girls Wander By Mistake” (1992), que ya salió en los noventa. Y puede que el EP “The Bad Seed” (1983) de The Birthday Party, cuando estaban en lo más alto de su potencialidad. Ya he dicho tres. Pero también podría decir “Songs The Lord Taught Us” (1980), de The Cramps, que fue muy importante.
¿Cómo te sentiste al acabar el libro?
Pensé que sería muy difícil, pero fluyó una vez tuve la estructura. Me topé con mil fanzines y revistas en casa durante la pandemia, que a todo el mundo nos dio por hacer limpieza, y era como si algunas entrevistas, como las de Lux Interior o Jeffrey Lee Pierce, hubieran estado esperándome. No están aquí, pero es como si sus espectros nos persiguieran (risas). Cuando las hice, hace más de treinta años, no tenía ninguna experiencia, pero escribir novelas me ayudó. Lo combiné todo. No podía haber hecho un mejor libro, y me sentí muy feliz. ∎