Película

Civil War

Alex Garland

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En una de las fotografías más emblemáticas de la Segunda Guerra Mundial, Lee Miller se retrató dentro de la bañera de Adolf Hitler. Lee Smith, el personaje que encarna Kirsten Dunst en “Civil War” (2024; se estrena hoy), remite a la todavía no suficientemente reivindicada Miller de forma explícita ya desde su oficio y nombre de pila, pero también en una escena que parece homenajear las fotos en el baño del führer e incluso en una conversación que esta fotógrafa de mediana edad mantiene con otra colega novel, Jessie (Cailee Spaeny), fijando a Miller como un referente ineludible en el imaginario de los fotorreporteros de guerra.

Las periodistas han sido una presencia habitual en muchas películas bélicas enfocadas desde el punto de vista del periodismo, pero “Civil War” adopta una perspectiva femenina todavía insólita. La protagonista es una mujer de mediana edad cuyos ojos cansados reflejan todo el horror que han contemplado en tantísimos conflictos. Kirsten Dunst no ha borrado las marcas de la edad en su rostro, y Alex Garland saca provecho de esta distinción, una característica que suele jugar en contra de las estrellas femeninas. Dunst encarna a un prototipo de fotógrafo de guerra muy reconocible, aquel que ha aprendido los códigos de supervivencia en los contextos más extremos a base de adoptar un distanciamiento respecto al horror que también le resulta útil para su trabajo. Una de las primeras lecciones que Lee imparte a Jessie tiene que ver con el no intervencionismo que implica trabajar como periodista en unos escenarios terribles, donde la inercia moral invita a salvar a indefensos y desdichados.

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“Civil War” llama la atención como película que traslada por primera vez al territorio estadounidense un escenario que el cine de Hollywood ha retratado siempre fuera de sus fronteras: el de los profesionales de la prensa sumergidos en una guerra civil. Los acontecimientos recientes, no solo en Estados Unidos, convierten en más que plausible la idea de una Norteamérica sumida en un conflicto bélico interno, con un presidente que se enroca en su cargo y bombardea a la población, el país tomado por guerrillas varias cuyos posicionamientos políticos resultan intercambiables y escenas de violencia y horror que impactan más allá de su origen ideológico. A Garland no le interesa especular ni profundizar en las posibles causas y derivas políticas de un conflicto armado en Estados Unidos. Su filme prefiere inscribirse en la tradición de la guerra entendida como un paisaje ideológicamente abstracto que se vive como una intensa pesadilla a ritmo de rock’n’roll.

Smith, Jessie y dos colegas más –el aguerrido periodista Joel (Wagner Moura) y el cuasi jubilado Sammy (Stephen McKinley Henderson)– atraviesan el país en coche con la intención de llegar a Washington D.C. y entrevistar al presidente, en una road movie por un territorio devastado de tintes apocalípticos. Garland encadena una serie de situaciones impactantes que ilustran la idea de la guerra como infierno apolítico y jalonan el proceso de aprendizaje de Jessie. El director resuelve con innegable eficacia la mayoría de estos escenarios atravesados por la tensión ante la imprevisibilidad de quienes participan en una contienda. En una de las escenas más comentadas, Jesse Plemons se luce en una breve pero inquietante aparición que pretende denunciar el trasfondo racista y nacionalista excluyente de uno de los bandos. No deja de resultar paradójico que Garland reduzca a los personajes asiáticos a herramientas para ilustrar la xenofobia de las tropas fascistas.

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En el centro de “Civil War” se desarrolla otra guerra, la generacional. En principio, la película de Garland parece plasmar el típico vínculo entre profesional veterana y aprendiz que madura bajo su protección, en una bienvenida variante de complicidad femenina. Lee se presenta como la típica periodista curtida y reticente pero de buen corazón que protege a su manera a la mochuela que acaba de abandonar el nido. Un personaje, el de Jessie, que Garland retrata desde una inmadurez al principio comprensible y finalmente irritante. ¿Nos quiere decir algo el director al mostrar a la joven una y otra vez poniendo en riesgo a sus colegas adultos?

Terminamos con un spoiler, así que atentos a partir de aquí. La secuencia (casi) final no por previsible resulta menos problemática. Por un lado, Garland parece considerar que todavía hoy la mujer profesional sin hijos debe legitimarse a través del sacrificio por una figura filial. Por otro, la chica joven se asocia a la idea de depredación, de alguien que asciende a partir de devorar desde una supuesta inocencia al adulto de turno, desde un posicionamiento que finalmente la dejaría como la ganadora profesional pero perdedora moral de la historia. He aquí la verdadera guerra que plantea toscamente Alex Garland. ∎

¿Dios bendiga a América? ¿Qué América?¿Estados Unidos?
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