“La escritura travesti nunca existió antes. Nuestros cuentos solo eran historias que conversábamos entre nosotras. Nunca tuvimos diarios de vida. Nuestros cuentos no son lineales; son truncos, yuxtapuestos, increíbles”. Estas palabras, plasmadas por Claudia Rodríguez (Santiago de Chile, 1968) en su fanzine “Para no morir tan sola. Escritura en pandemia” (fotocopiado en su primera edición en 2022), muestran claramente su objetivo literario. Artista multidisciplinar en las artes, el mundo académico y el activismo político, narra el mundo desde su propia experiencia vital como persona travesti (que no trans, término con el que ella entró en crisis al considerar que carece de carga política y de lucha de clases).
Tras vivir una infancia marcada por la pobreza extrema, el analfabetismo y la invisibilidad social, Rodríguez entró a formar parte de organizaciones de izquierdas y en el activismo LGTBI, donde se sintió igualmente ninguneada, hasta el punto de comprobar que, al mundo travesti, el más desclasado de entre los desclasados en el Chile de Pinochet, se le había desposeído hasta del control de su propio relato por quienes debían ser sus propixs hermanxs de lucha. “Me di cuenta de que había cosas que los homosexuales nunca iban a poder decir, porque no tenían la vivencia de ponerse siliconas, de inyectarse bombas de hormonas”, le cuenta la autora a Mariana Enriquez (“comisaria” de esta obra dentro de la serie “Editora por un libro” con el que la editorial Barrett invita cada año a una persona a que elija un título que le gustaría ver publicado). En la entrevista que la argentina ha decidido hacer a la chilena a modo de prólogo, destaca un pasaje que también me apetece destacar a mí: “Lo que había pasado era que la turgencia del primer pecho se perdió. Al principio el aceite espeso, recién ingresado a la piel, concentrado, se acumuló hermosamente por la resistencia de la carne al extraño fluido, pero con el paso del tiempo esa resistencia, ese bello abultamiento en los senos brillosos, quedó claro que fue por una reacción inflamatoria de resistencia de mi sistema inmunológico”. Ese modo tan preciso, tan crudo y, al tiempo, poético de hablar sobre las intervenciones en torno al propio cuerpo es uno de los valores más impactantes en la escritura de Claudia Rodríguez, pero no el único.
La autora, carente de recursos, ha desarrollado hasta ahora toda su obra literaria en forma de fanzines fotocopiados. En este libro se recopilan cuatro de ellos: “Dramas pobres” (2013), “Manifiesto horrorista” (2014) “Cuerpos para odiar” (2014) y el antes citado “Para no morir tan sola”, todos ellos entregados a una estructura fragmentada que en algunos momentos parece tomar la forma de monólogo interior o, más bien, de seguir las pautas del lenguaje oral. La crudeza, un humor muy negro y, siempre, la honestidad fluyen de modo brutal y conmovedor sobre este catálogo de vivencias y reflexiones. El Chile de la dictadura, las crisis del sida y el COVID-19 o la brutal represión a las protestas de “El estallido” durante el gobierno de Sebastián Piñera son el telón de fondo de unos no-relatos sobre los que perviven omnipresentes los mismos problemas: la condena a una vida en la marginalidad y el peligro constante, esa única expectativa vital de un final con muerte violenta o en prisión, la autodestrucción ante la asunción del desprecio y de que nadie te quiere, el desencanto de los ideales de amor romántico vendidos por el cine y las telenovelas (porque las travestis también son víctimas de la meta de buscar al hombre que las salve), la necesidad incomprendida de que todxs los desposeídxs formen parte de las mismas luchas sociales… Y también una obsesión como icono por Marilyn Monroe, a quien identifica con el movimiento travesti por su carácter de hija no deseada, de despojo del sistema, porque, aunque seas fea o hermosa, siempre estarás jodida. “You are beautiful and you are alone”, que cantaba Nico en “Afraid” (1970).
La cubierta, elaborada por Nazario, es el complemento perfecto para un libro perfecto para descubrir a Claudia Rodríguez, una autora con aura de culto que, además, debería trascender el concepto de “literatura travesti” (por otro lado, necesario a nivel de establecer una mercadotecnia diferencial) para alcanzar un trasfondo político y humanista, tan necesario para empatizar y entender mejor el mundo en que vivimos. ∎