Libro

Colm Tóibín

Long IslandLumen, 2024
Lo peor de “Long Island” (2024; traducción de Antonia Martín), la última novela del gran Colm Tóibín (Enniscorthy, Irlanda, 1955), es precisamente su título. Está bien que, como segunda parte de “Brooklyn” (2009), el escritor irlandés haya querido bautizarla como “Long Island”, el lugar donde nuestra protagonista, Eilis, va a vivir después de casarse con Tony. Si Brooklyn era el despertar lleno de promesas y posibilidades a una nueva vida, y su importancia como escenario era capital, Long Island sería el lugar donde todas las promesas y posibilidades se rompen y lo único que te queda es odiar las promesas de tu nueva vida y volver a la vieja a ver si allí recuperas un poco el sentido. Sin embargo, Long Island, como escenario, es tan gregario y anecdótico en la narración que bautizar toda la novela así para cohesionar los dos títulos no tiene mucho sentido.

¿Fue una idea de Tóibín o del editor? Tiene pinta de ser la típica idea iluminada de un editor que no entiende nada de literatura, solo de marketing, pero quién sabe, también puede ser de Tóibin, que después del trabajo de escribir este libro le diese pereza pensar en un título mejor.

La novela, como los mejores melodramas, arranca con una sorpresa que lo rompe todo. Un hombre empieza a golpear la puerta de la casa de Eilis. Ella va a abrir preocupada. Lo que encuentra es a un energúmeno que le asegura que su marido ha dejado preñada a su mujer y que él no piensa cuidar al hijo de otro hombre. Le jura que cuando nazca el bebé, él lo sacará del hospital y se lo entregará en la puerta de la casa de Eilis, para que sea su marido quien se haga cargo de esta aberración. No está mal como primeras páginas. Ya tienes enganchado para el resto de la novela al lector, que tiene que posicionarse. ¿Qué harías tú? ¿Aceptarías a ese bebé de tu marido?

Eilis, como ese energúmeno, se niega a aceptar que ese bebé pise su casa. Ella tampoco está dispuesta a criar a un bebé que no es suyo, sino la prueba de la deslealtad y traición de su marido. Sin más dilación, decide volver a Irlanda a visitar a su madre y pasar allí una temporada hasta que Tony, su marido, acepte su condición de renunciar al bebé o el divorcio.

Así que perdemos de vista Long Island, de la que no sabemos nada salvo las comidas familiares de los domingos, y volvemos a Irlanda. Allí Eilis se reencontrará con Jim, que ahora guarda una relación secreta con Nancy, la viuda de su amigo George. Es curioso, si en Brooklyn Eilis escondía que estaba casada con Tony para flirtear con Jim, ahora Jim esconderá que está prometido con Nancy para tener una relación con Eilis. Vamos, melodrama puro y duro a pesar de todas las pretensiones de alta literatura asociadas a un escritor de la talla de Tóibín, autor de “The Master” (2004) o “Madres e hijos” (2006).

En definitiva, una novela que funciona como un espejo de la primera parte, una inversión de la narrativa de iniciación de “Brooklyn” y las nuevas promesas y posibilidades que encontramos en las segundas partes de nuestras vidas. Esta idea de inversión le quita cierto valor original al libro, que se convierte en una repetición de lugares comunes, pero con todo el cinismo y decepción asociados a la madurez.

Cuando “Brooklyn”/“Long Island” se convierta en ómnibus con las dos novelas juntas, será una gran historia. La segunda parte, por sí sola, no lo es tanto, pues falta la desvirtuación y la pérdida de la ilusión que ilustra realmente Long Island comparado con la otra. Y repito, nunca debió llamarse así. Debió llamarse simplemente Enniscorthy, el pueblo al que Eilis tiene que regresar otra vez (y lugar de nacimiento del autor). Porque la duda está, de nuevo, en si ha de quedarse en Irlanda o volver a Nueva York. Las novelas son idénticas, pero en la primera la protagoniza una chica de 20 años y en la segunda una mujer de unos 40. La vida siempre es igual, los únicos que cambiamos somos nosotros. ∎

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