Seguirle el ritmo a “Balas perdidas”, la obra magna de David Lapham, es tarea compleja. Tanto como la propia estructura de esta serie de noir indie, abundante en saltos temporales, anticipaciones, vueltas atrás y narraciones en abismo. Iniciada en 1995, culminó en 2005 con 41 entregas en formato comic book de portada dura publicado por la editorial independiente El Capital Books, creada con su esposa Maria Lapham. Aquí, los distintos arcos temporales de “Balas perdidas” han hallado siempre cobijo bajo La Cúpula, y este es un cómic que define a la perfección las líneas maestras de esta editorial alternativa creada por Josep Maria Berenger.
Lapham volvió a la carga en 2014 con la saga “Balas perdidas. Hazañas y travesuras” y expande aún más su particular cosmogonía de género negro con “Balas perdidas. Sunshine & Roses”, de la que acaba de publicarse su segundo tomo, subtitulado “Cambio de planes”. El primero apareció en España a finales de 2021: hay que tener paciencia, porque aún quedan dos volúmenes más. Todo pasa de nuevo en Baltimore, que es tanto la ciudad de la serialidad criminal de David Simon como la del neo noir gráfico de Lapham. Si el capítulo 1 del tomo inicial acontecía en mayo de 1979, a partir del siguiente y en toda esta segunda parte la arrolladora acción queda ubicada en el verano de 1981. Vuelven a estar presentes los personajes capitales de la serie, de los que en la colección regular sabemos cosas que aquí aún no han ocurrido: Beth, Orson, Rose y su hijo Joey, Monstruo, Spanish Scott, Nina, Becca y, en menor medida de momento, Amy Rececar. Aunque hay una trama principal –los planes para atracar un club de estriptis–, Lapham nos somete a una de sus habituales terapias narrativas. En el capítulo 5, “Maquinaria bien engrasada”, la primera viñeta está fechada a las 16:30 horas del 12 de septiembre, y una página y media después nos encontramos a las 12:15 del mismo día. Lapham emplea la anticipación, la vuelta atrás –nunca como flashback de recuerdo o evocación– o la alternancia de tiempos y lugares siempre de modo preciso, muy cinematográfico por otra parte. La adicción de la serie está tanto en lo que cuenta de este grupo de balas perdidas abocados a la violencia, las drogas, el sexo mercenario o el robo, aunque sin tremendismo alguno desde la óptica del autor, como en esa manera de articular los tiempos del relato e incluso de introducir fugas fantasiosas que ocupan todo un capítulo y nos permiten saber algo más de los personajes cuando están absolutamente fuera del contexto dramático que habitan en el resto de las páginas.