En cierta ocasión, un crítico interrogó a Picasso sobre el significado de las figuras que componen el “Guernica”. El pintor respondió, astuto, que un toro es un toro y un caballo es un caballo. Tal vez esa sea la mejor manera de enfrentarse a las obras de
David Sánchez (Madrid, 1977), que regresa tras casi cuatro años sin publicar ningún libro con
“Fuego de bengala”, un título que remite a una cita de Jean Giraud, “Moebius” (1938-2012), sobre la ruptura de las reglas narrativas clásicas. En él, como en el “Guernica” según Picasso, las cosas tienen un significado literal y tautológico: un pato antropomórfico es un pato antropomórfico.
Sin embargo, en el incansable periplo del protagonista, un jugador que busca superar nivel tras nivel hasta alcanzar el último para ganar el juego, se intuye una visión determinada de la realidad, matizada por los medidos y velados diálogos de Sánchez. El viaje a través de los diferentes niveles revela que lo real es pura ilusión, y que la percepción de nuestra mente es la que da forma a las cosas. Puede que no haya una gran epifanía en “Fuego de bengala”, pero en su sentido del humor, más desarrollado que en otras obras del autor, también se alcanzan revelaciones trascendentes si se sabe entender cómo llegar a ellas.