Eduardo Castillo-Vinuesa: arquitectura y alimentación.
Eduardo Castillo-Vinuesa: arquitectura y alimentación.

Entrevista

Eduardo Castillo-Vinuesa, la arquitectura que nos da de comer

La exposición “Foodscapes”, ideada por el arquitecto e investigador Eduardo Castillo-Vinuesa, seguirá instalada en Madrid, en La Casa de la Arquitectura, hasta el 22 de septiembre. Esta obra nos invita a reflexionar sobre las arquitecturas del sistema agroalimentario.

Eduardo Castillo-Vinuesa (Granada, 1989) ha dejado hace poco la dirección de MediaLab en el Centro de creación contemporánea Matadero, en Madrid, pero en su cabeza bullen muchos proyectos. Para él, la arquitectura es un dispositivo desde el cual investigar aspectos cotidianos de la contemporaneidad. “Para mis colegas arquitectos soy un tipo raro. Uso la arquitectura como herramienta de reflexión sobre las condiciones espaciales a las que damos lugar a través de esta disciplina. La construcción de espacios siempre es política. Para mí no es tanto construir edificios, sino determinadas condiciones espaciales para cumplir ciertas cuestiones. Desde ese planteamiento puedes construir muros, ventanas y procesos que considero arquitectura”, explica visitando la exposición “Foodscapes” (2023) que ha comisariado con Manuel Ocaña y que examina críticamente el papel de la arquitectura en la producción, distribución y consumo de alimentos, ideada para el Pabellón de España en la 18ª Bienal de Venecia de arquitectura del año pasado, que se puede ver hasta el 22 de septiembre en Madrid, en La Casa de la Arquitectura, y de la que han surgido más muestras en Copenhague, Argentina o México.

    "Foodscapes", instalada en La Casa de la Arquitectura de Madrid. Foto: Foto José Hevia
    "Foodscapes", instalada en La Casa de la Arquitectura de Madrid. Foto: Foto José Hevia
    ¿Cómo nace “Foodscapes”?

    El germen son las implicaciones ecosistémicas de determinados metabolismos energéticos y materiales que transforman la superficie planetaria, de los que no somos conscientes. La comida es uno. Me interesa indagar espacios que viabilizan ese metabolismo, arquitecturas que participan en los procesos de producción, distribución y consumo de alimentos, así como repensarlos. Siempre intento usar la arquitectura como un medio para abordar distintas temáticas vinculadas con una condición espacial. La exposición parte de un texto de Richard Buckminster Fuller que invita a pensar cómo un desayuno llega a la mesa y a vernos como ensamblajes. “Foodscapes” reflexiona en qué espacios tiene lugar: supermercados, puertos, invernaderos, cadenas del frío. Arquitecturas que cumplen condiciones climáticas y espaciales. Si analizas esa dimensión, un invernadero es una arquitectura total, una cadena de frío es una arquitectura climática en un territorio distribuido. Hay infraestructuras digitales que nos permiten el delivery. El segundo germen fue un viaje a la ciudadela del Machu Picchu, Perú. Al lado hay un montón de terrazas agrícolas para abastecerla. Los estudios urbanos de los últimos siglos dejan de lado territorios sin los cuales las ciudades no existirían. La exposición implica mirar a esos lugares y entenderlos como parte constitutiva de ellas.

    “Para mis colegas arquitectos soy un tipo raro. Uso la arquitectura como herramienta de reflexión sobre las condiciones espaciales a las que damos lugar a través de esta disciplina. La construcción de espacios siempre es política”

    El proyecto consta de tres partes, la primera son cinco cortos: “Digestion”, “Consumption”, “Distribution”, “Production” y “Foundation”.

    Entendemos el sistema agroalimentario como una gran arquitectura de arquitecturas que ensambla territorios y seres humanos. Los cortos hablan de la anatomía de cinco capas constitutivas, desde la fundacional –el suelo–, de la que dependen las demás, a infraestructuras que digieren la comida cuando dejamos de considerarla así. Invitamos a cinco estudios de arquitectura que habían trabajado algunos aspectos de cada capa a colaborar con cinco artistas visuales, o cineastas, para explorarlas en profundidad.

    La segunda parte es un archivo en forma de “Recetario Total”.

    Estas “recetas totales” son casos de estudio de cómo, desde un plato, se atraviesan las cinco capas. Hace que nos demos cuenta de que el límite del sistema agroalimentario español no coincide con su territorio, como pasa en más países. El pulpo a la gallega tiene un ingrediente chino. Invitamos a diez gestores de arquitectura que no habían trabajado estos temas y les dijimos: “Esto no va de comida, sino de la infraestructura que viabiliza su producción, distribución y consumo. La comida es un medio”. Les pedimos elegir una receta como vector para investigar las implicaciones ecosistémicas y territoriales. En vez de abarcar solo mezclas de ingredientes, reflexionan sobre qué infraestructuras se activan para que acaben en nuestra cocina. Les pedimos documentar las recetas con diez documentos y localizar cinco arquitecturas sin las cuales su receta no existiría. Pedro Pegenaute capturó esos 50 espacios en mes y medio. Es la primera vez que el pabellón de Venecia no recogía material existente, sino que usó el contexto español para desplegar un proyecto de investigación. En la muestra de Madrid cambiamos algunas fotos por pequeños vídeos de ellas.

    La comida como herramienta de reflexión. Foto: José Hevia
    La comida como herramienta de reflexión. Foto: José Hevia
    La tercera parte es un programa público de investigación colaborativa.

    Es un diagnóstico de los sistemas agroalimentarios y sus arquitecturas. Queríamos abrir la pregunta y abordarla en el futuro. ¿Cómo revisamos y reiniciamos el sistema que hemos construido en 12 000 años, a menudo sin ser conscientes de sus implicaciones, para que sea más ecológico y justo? Ahora empezamos a ser conscientes de este gran proyecto de diseño. En vez de responder a la pregunta, pues no nos sentíamos con capacidad, hicimos una plataforma de investigación que usó el marco del pabellón involucrando a diversos públicos. El núcleo fueron seis investigadores seleccionados en convocatoria pública en colaboración con tres universidades españolas para estar en Venecia los seis meses de la bienal. Cada semana invitamos a un experto de distintas disciplinas: antropólogos, químicos, agricultores. Los investigadores recolectaron casos de estudio, dinámicas y estrategias que, si se escalan adecuadamente, puedan significar un impacto en diez, quince o veinte años. El programa era público, cualquiera podía apuntarse. Fue muy bonito. Al principio empezamos solo con los investigadores, pero empezaron a venir comunidades de Venecia que trabajan estos temas, gente de la universidad, de másteres. Nos permitió conectarnos. El resultado es un compendio –“Compendium”– de 300 casos.

    “Estas ‘recetas totales’ son casos de estudio de cómo, desde un plato, se atraviesan las cinco capas. Hace que nos demos cuenta de que el límite del sistema agroalimentario español no coincide con su territorio, como pasa en más países. El pulpo a la gallega tiene un ingrediente chino”

    ¿Cómo empezasteis a trabajar Manuel y tú con el grupo motor de los 30 primeros colaboradores, arquitectos, cineastas y estudios?

    Somos buenos amigos. Yo cogí la dirección curatorial, y Manuel es un grandísimo experto en temas de producción espacial y conoce mis intereses. De hecho, me dijo que tenía que presentarme al concurso público de la bienal. Me interesaba la comida, llevaba tiempo trabajándola. Queríamos contar una historia, profundizar e investigarla. Necesitábamos contar con voces concretas, pensamos en personas de las que he aprendido. No queríamos emular un proyecto de investigación universitario, sino explorar las posibilidades de cada lugar y potenciarlas para pensar esa pregunta, desplegar un dispositivo de investigación e invitar a más voces no tan relacionadas, como una maquinaria para poner el pensamiento de mucha gente en marcha y hacer red. Es uno de los grandes aciertos y de lo que más contento estoy. No solo sirve para mostrar parte de la investigación, también abre líneas de trabajo. Hay mucho material que irá apareciendo. Lo que haremos en México, como en Copenhague, estará muy contextualizado: qué digestión hay que hacer allí, las problemáticas, los casos a situar. Al hacer una receta total de un hot dog nos dimos cuenta de su industria cárnica.

    ¿Y las tres películas nuevas para la exposición de Madrid?

    Son tres “Informes especulativos”, cada uno bebe de un grupo de casos de estudio, abordan qué pasará en el futuro desde un replanteamiento de los residuos, o frente al problema de que, pese a millones de especies, solo nos alimentamos de unas pocas. O sobre cómo los alimentos se han domesticado por la cultura. La patata estaba prohibida cuando llegó a Europa, ya que no aparecía en la Biblia. Hoy es esencial. Si hacemos un análisis histórico del fenómeno de la cocina como extensión artificial de nuestros estómagos, entendemos que la digestión no empieza en la boca y sabemos qué cuerpos o territorios se han instrumentalizado a lo largo de la historia.

    Una nueva cartografía alimentaria. Foto: José Hevia
    Una nueva cartografía alimentaria. Foto: José Hevia
    El sistema alimentario español es paradigmático en Europa.

    La alimentación, con la construcción, son las fuentes que más terraforman la superficie planetaria. Los sistemas de construcción interesan a los arquitectos, un plato de comida nos interpela a todos. Estamos en un punto de inflexión donde empezamos a entender los flujos de materias y las decisiones que hemos tomado. El proyecto ha tenido muy buena acogida. Las bienales son un tanto anacrónicas, pero ha sido la bienal de arquitectura con la media de edad más baja de la historia, con otras generaciones y temas. En España padecemos el cambio climático. A lo mejor sirve para explorar cómo afectará a la producción de alimentos, que a su vez genera parte del cambio climático. Nos parecía interesante y con sentido. Hemos entrado en contacto con una red amplia de instituciones y agentes con quienes trabajar. El objetivo es que los casos de estudio no se queden en un proyecto analítico, ni en un archivo, sino ser proactivos, testar algunos con potencial para las comunidades, incluso prototipar alternativas. La idea es abrir alianzas, trabajar con más gente y contextualizarlos.

    “Ha sido la bienal de arquitectura con la media de edad más baja de la historia, con otras generaciones y temas. En España padecemos el cambio climático. A lo mejor sirve para explorar cómo afectará a la producción de alimentos, que a su vez genera parte del cambio climático”

    ¿Cómo sería la arquitectura como herramienta de transformación ecosocial?

    Necesitamos replantearnos radicalmente qué es. En la mayoría de proyectos, su sostenibilidad es un greenwashing. No hay cadenas de valor que permitan hacer un edificio solo con elementos arquitectónicos y materiales reciclados. No se habla mucho de esto. El expolio es normal, pero a menudo el reciclado de edificios es más idóneo que demoler y producir. Aunque no interesa, se han establecido cadenas de abastecimiento para construirlos nuevos. Un edificio es solo un estado puntual de un conjunto de ecologías y materiales en transformación. No es solo cómo los materiales de una mina acaban convertidos en una torre, sino como esta vuelve a ser una mina. En Bruselas hay un cartografiado de lugares que entienden la ciudad como una mina urbana. Para mí es superimportante, viene de mi formación, de pensarnos como ensamblajes de materia y energía, como dice Fuller. El ser humano participa de procesos, temporalidades y espacios que son parte de cualquier evento. No es solo que la cubierta esté certificada energéticamente, sino pensar en toda la cadena. Participamos de ella, tenemos agencia para plantearnos procesos más respetuosos. ∎

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