Película

El clan de hierro

Sean Durkin

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La familia que lucha unida permanece unida; al menos, eso piensa Fritz Von Erich (Holt McCanally), patriarca de una estirpe de profesionales de la lucha libre que conforma junto a sus cuatro hijos: Kevin (Zac Efron), David (Harris Dickinson), Kerry (Jeremy Allen White) y Mike (Stanley Simons). Esta beligerante filosofía responde a algo más que la mera disciplina deportiva, porque se rumorea que los Von Erich son víctimas de una maldición que ha resultado en incontables tragedias familiares a lo largo de las generaciones, maldición ante la que uno tan solo puede aguardar, con la esperanza de ser lo suficientemente fuerte como para resistir sus embates. Criados según esta mentalidad, los cuatro hermanos se preparan para competir por el cinturón de campeón de pesos pesados, del cual su padre fue eterno aspirante. ¿Lo lograrán antes de que el destino arregle las cuentas con ellos?

“El clan de hierro” (2023; se estrena hoy), escrita y dirigida por el canadiense Sean Durkin –que debutó en 2011 con la interesante “Martha Marcy May Marlene”–, se inspira en la historia de una de las familias más célebres de la lucha libre para abordar un tema de moda: el peso aplastante de la herencia familiar y las terribles consecuencias que este conlleva a quienes lo acarrean, con especial énfasis en la masculinidad tóxica que impera en este deporte. Fritz Von Erich controla a sus hijos con la misma garra de hierro con que inmoviliza a sus adversarios en el cuadrilátero, haciendo de ellos peones en un luctuoso juego de rivalidades y sublimación, como si se tratara de un capítulo de “Succession” (Jesse Armstrong, 2018-2023) en que los protagonistas hubieran abandonado su impoluta apariencia por melenas y sudorosa ropa deportiva. Como esta serie, “El clan de hierro” se centra en el mayor de los hermanos y más probable sucesor del imperio familiar, quien intenta proteger al resto de la ambición de su padre, solo para ver cómo sucumben a ella uno tras otro.

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La obviedad del guion y su desarrollo poco inventivo, que avanza por los vericuetos frecuentes del biopic deportivo, son suplidas por la dirección sólida de Durkin, con un convincente equilibrio entre la potencia brutal de los combates y la serenidad de la vida familiar de sus protagonistas, interpretados por un reparto coral realmente notable: Efron y Allen White transmiten el carácter pétreo de sus personajes sin caer en una gravedad excesiva, mientras que los menos conocidos Dickinson y Simons brillan en su papel de los hermanos más desenfadados, por no hablar de la sobresaliente interpretación de McCanally como el implacable paterfamilias. El broche de oro lo aporta una esmerada ambientación, que va más allá de la recreación de finales de los setenta e inicios de los ochenta –banda sonora con temas de Rush y Blue Öyster Cult incluida– para afectar a la propia estética del filme, cuya textura ruidosa y tomas largas remite a clásicos del género como “Fat City, ciudad dorada” (John Huston, 1972) o “Toro salvaje” (Martin Scorsese, 1980).

No obstante, según avanza el extenso metraje del filme, este no siempre está a la altura de las mayores exigencias dramáticas de su historia, provocando que algunos de los sucesos reales que nos relatan puedan parecernos poco verosímiles. El traspié nunca es definitivo, y los instantes finales me parecen conmovedores, pero es difícil no lamentar que la película pierda vigor tras un arranque especialmente potente. Al final, “El clan de hierro” no logra equipararse con las grandes obras a las que emula, ni tampoco preveo que recupere el entusiasmo entre el público por una tradición cinematográfica más bien desaparecida; sí que funciona como epílogo humilde a la misma, como tributo anacrónico pero no por ello menos sincero. ∎

Asuntos de familia.
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