El último chiste del último capítulo de la última temporada de “Friends” (David Crane y Marta Kauffman, 1994-2004) es paradigmático: Rachel, Ross, Chandler, Monica, Joey y Phoebe se despiden del piso que han compartido durante años, pero antes de darse el último adiós, Rachel propone:
De esa premisa parte “Friends: The Reunion”: de que no es necesario mucho más que activar ese resorte para que su público quede satisfecho, y del hecho de que los seis protagonistas no han vuelto a estar juntos públicamente desde que la serie terminó (incluso se dice al principio del especial que, en privado, solo lo han estado una vez, cosa que ya da pistas de su relación actual). Por eso esta reunión, motivada por la adquisición del catálogo de “Friends” por parte de HBO Max y retrasada un año debido a la pandemia, tiene más similitudes con la reunión de un grupo que decide volver a los escenarios para hacer un concierto puntual –sin ensayar mucho, sin haber mantenido demasiado el contacto, con mucho dinero de por medio– que con los regresos que incluyen giras, discos y segundas juventudes. El hecho de que cada uno de los seis protagonistas haya ingresado una cifra estimada de entre 2 y 3 millones de dólares por su aparición en este programa, sumado al factor de que precisamente durante la pandemia otras series como “Community” (Dan Harmon, 2009-2015), “The Office” (Greg Daniels, 2005-2013) o “Parks And Recreations” (Greg Daniels y Michael Schur, 2009-2015) hayan hecho eventos de este tipo con fines benéficos, siembra dudas sobre la motivación real del reencuentro.
Pero al fin y al cabo hablamos de “Friends”, la sitcom más popular de la historia. Con las ideas –largamente soñadas por los fans– de otra temporada o de una película totalmente desestimadas por Kauffman y Crane (dicen no querer romper los finales felices que les dieron a los personajes), este especial de hora y tres cuartos es una especie de paseo por el parque temático de la serie: una visita a los decorados, una entrevista grupal con público comandada por el presentador James Corden, un par de lecturas dramatizadas de guion y alguna escena recreada como la del célebre quiz con cameos de personajes secundarios conforman el contenido del programa. El ritmo alternado entre unas piezas y otras y el hecho de que los protagonistas sean además productores ejecutivos del programa provoca que no se indague en ningún tema verdaderamente sustancioso o polémico, y que todo se quede en un reencuentro muy superficial y entregado a la nostalgia inofensiva.
Pese a estar producidísimo para que nunca pierda el ritmo ni nada se salga del plan previsto, el encuentro sí que deja momentos en los que aflora la conexión que, por fuerza, estos seis actores tuvieron que vivir al pasar, en cuestión de meses, de ser prácticamente desconocidos a formar parte de la cultura popular gracias a una serie de televisión. Se aprecia el esfuerzo que hacen los protagonistas por darle sentido a la reunión, al tiempo que sorprende que en 17 años realmente solo se hayan reunido una vez todos, o que bromas como cuando Matthew Perry –claramente, el que peor ha envejecido de todos, envuelto en una espiral de adicciones– dice no haber recibido una llamada de ninguno de ellos durante todos estos años genere una risa un tanto incómoda. La aparición de personajes secundarios como Gunther (James Michael Tyler), Janis (Maggie Wheeler) o Richard (Tom Selleck), aunque residual en tiempo en pantalla, compensa la presencia innecesaria de celebrities como David Beckham, Lady Gaga, BTS o Kit Harington explicando su relación con la serie, por no hablar del absurdo desfile de vestuario de la serie a cargo de Cara Delevingne, Justin Bieber o Cindy Crawford.
Puede que la reticencia que se lee entre líneas no sea más que una coraza, una manera de intentar pasar página de algo que marcará sus vidas para siempre. Aunque todos han seguido con sus carreras artísticas con mayor o menor éxito (los que más, Jennifer Aniston, David Schwimmer y Matt LeBlanc), hay algo en esos 236 episodios que funciona como una cápsula del tiempo. El hecho de que se pueda recurrir a ellos de forma sencilla y generen estos recuerdos inmediatos a todos sus fans hace que el impacto de ver el paso del tiempo en los seis protagonistas sea aún más chocante. Porque, al fin y al cabo, también explica nuestro propio cambio vital. Los que crecimos con “Friends” sabemos que, como sucede con la música de tu juventud, quizá no fue la primera ni la mejor serie –ahí estuvieron “Seinfeld” (Larry David y Jerry Seinfeld, 1989-1998), “Frasier” (David Angell, Peter Casey y David Lee, 1993-2004) o la reivindicada “Solteras” (Yvette Lee Bowser, 1993-1998)–, quizá no reflejaba realmente nuestras vidas ni nuestros problemas, pero de algún modo nos introdujo en un grupo de amigos que, durante mucho tiempo –quizá para siempre–, también fue como nuestra familia.
Por eso, más allá de alguna revelación tampoco excesivamente sorprendente sobre la relación fuera de la serie entre Aniston y Schwimmer (y de la unanimidad acerca de que Rachel y Ross sí se estaban tomando un descanso), resulta inevitable sentir una pequeña punzada en el corazón cuando, después de afirmar que este va a ser el único reencuentro público que van a hacer en toda su vida, alguien suelta la frase: “Pero no puede pasar tanto tiempo hasta que quedemos para cenar”. Todos asienten, del mismo modo que todos asentimos en nuestras vidas cuando lanzamos estas promesas que sabemos que raramente se cumplirán. En eso sí que somos iguales, y con eso se resquebraja un poco ese pasado encapsulado que la nostalgia tanto idealiza y que este especial intenta capturar por todos los medios. ∎