¿Amigos para siempre?
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El reencuentro de “Friends”: cómo hemos cambiado

La esperadísima reunión de los seis protagonistas de “Friends” en HBO Max, casi dos décadas después de su final, decepciona por su superficialidad y el abuso de la nostalgia, pero al mismo tiempo pone de manifiesto el imborrable legado de la sitcom más popular de la historia.

El último chiste del último capítulo de la última temporada de “Friends” (David Crane y Marta Kauffman, 1994-2004) es paradigmático: Rachel, Ross, Chandler, Monica, Joey y Phoebe se despiden del piso que han compartido durante años, pero antes de darse el último adiós, Rachel propone:

  • “¿Tenéis un poco de tiempo? ¿Vamos a tomar un café?”
Mientras salen por la puerta, Chandler –¿quién si no?– responde, y con esto se acaba la serie… 

  • Claro… ¿dónde?
    … como si la mitad de las diez temporadas y de las escenas protagonizadas por Jennifer Aniston, David Schwimmer, Matthew Perry, Courteney Cox, Matt LeBlanc y Lisa Kudrow no hubieran sucedido en el café Central Perk. Es un gag interno que interpela nítidamente al fan de la serie (si no conoces la historia, no te ríes), además de ser blanco y fácil. Pero es que eso fue “Friends”: una sitcom coral hija de su tiempo (los años 90 en una Nueva York pre-11S), íntima, emocional y muy divertida, sobre “esa época de tu vida en la que tus amigos son tu familia”, como rememoran sus creadores en el especial “Friends: The Reunion” (Ben Crane, 2021).

    27 años después de su estreno y a casi dos décadas de su final, “Friends” ha permanecido como lo que es: una serie de otro tiempo que, precisamente por eso, sigue funcionando en su conjunto. Claro que el mundo ha cambiado, la sensibilidad social ha avanzado y en la serie hay planteamientos, bromas y comentarios –puntuales, todo sea dicho– que ahora no se tolerarían. Pero también es cierto que, en su esencia, sigue siendo capaz de conectar con un nuevo público porque al fin y al cabo en la vida de estos seis veinte-treintañeros –sí, todos y todas blancos, guapos y viviendo en Manhattan sin demasiados apuros– quedan reflejadas gran parte de las vivencias universales de la primera adultez en todos sus tonos: los amores y los desamores, las ilusiones y los desengaños, la suerte y las hostias, y, sobre todo, la sensación de que todo está por hacer.

    Dice Fran Lebowitz en la serie “Supongamos que Nueva York es una ciudad” (Martin Scorsese, 2021) que la música es un pilar fundamental de la vida de tantas personas porque les ofrece la posibilidad de expresar sus emociones y, sobre todo, sus recuerdos. Y que, por eso, ningún otro tipo de artista es querido como se quiere a los músicos. Bueno, pues si hay una excepción es con una serie como “Friends”. Porque, igual que cuando Lebowitz escucha música de la Motown dice sentirse feliz de inmediato, varias generaciones sienten exactamente lo mismo cuando ven una escena de “Friends”. Ese calambrazo del que hablaba Andrea Gumes en su última columna, multiplicado por mil.

     Jennifer Aniston, Courteney Cox, Matthew Perry, Lisa Kudrow, David Schwimmer y Matt LeBlanc, 2021.
    Jennifer Aniston, Courteney Cox, Matthew Perry, Lisa Kudrow, David Schwimmer y Matt LeBlanc, 2021.

    De esa premisa parte “Friends: The Reunion”: de que no es necesario mucho más que activar ese resorte para que su público quede satisfecho, y del hecho de que los seis protagonistas no han vuelto a estar juntos públicamente desde que la serie terminó (incluso se dice al principio del especial que, en privado, solo lo han estado una vez, cosa que ya da pistas de su relación actual). Por eso esta reunión, motivada por la adquisición del catálogo de “Friends” por parte de HBO Max y retrasada un año debido a la pandemia, tiene más similitudes con la reunión de un grupo que decide volver a los escenarios para hacer un concierto puntual –sin ensayar mucho, sin haber mantenido demasiado el contacto, con mucho dinero de por medio– que con los regresos que incluyen giras, discos y segundas juventudes. El hecho de que cada uno de los seis protagonistas haya ingresado una cifra estimada de entre 2 y 3 millones de dólares por su aparición en este programa, sumado al factor de que precisamente durante la pandemia otras series como “Community” (Dan Harmon, 2009-2015), “The Office” (Greg Daniels, 2005-2013) o “Parks And Recreations” (Greg Daniels y Michael Schur, 2009-2015) hayan hecho eventos de este tipo con fines benéficos, siembra dudas sobre la motivación real del reencuentro.

    Pero al fin y al cabo hablamos de “Friends”, la sitcom más popular de la historia. Con las ideas –largamente soñadas por los fans– de otra temporada o de una película totalmente desestimadas por Kauffman y Crane (dicen no querer romper los finales felices que les dieron a los personajes), este especial de hora y tres cuartos es una especie de paseo por el parque temático de la serie: una visita a los decorados, una entrevista grupal con público comandada por el presentador James Corden, un par de lecturas dramatizadas de guion y alguna escena recreada como la del célebre quiz con cameos de personajes secundarios conforman el contenido del programa. El ritmo alternado entre unas piezas y otras y el hecho de que los protagonistas sean además productores ejecutivos del programa provoca que no se indague en ningún tema verdaderamente sustancioso o polémico, y que todo se quede en un reencuentro muy superficial y entregado a la nostalgia inofensiva.

    Pese a estar producidísimo para que nunca pierda el ritmo ni nada se salga del plan previsto, el encuentro sí que deja momentos en los que aflora la conexión que, por fuerza, estos seis actores tuvieron que vivir al pasar, en cuestión de meses, de ser prácticamente desconocidos a formar parte de la cultura popular gracias a una serie de televisión. Se aprecia el esfuerzo que hacen los protagonistas por darle sentido a la reunión, al tiempo que sorprende que en 17 años realmente solo se hayan reunido una vez todos, o que bromas como cuando Matthew Perry –claramente, el que peor ha envejecido de todos, envuelto en una espiral de adicciones– dice no haber recibido una llamada de ninguno de ellos durante todos estos años genere una risa un tanto incómoda. La aparición de personajes secundarios como Gunther (James Michael Tyler), Janis (Maggie Wheeler) o Richard (Tom Selleck), aunque residual en tiempo en pantalla, compensa la presencia innecesaria de celebrities como David Beckham, Lady Gaga, BTS o Kit Harington explicando su relación con la serie, por no hablar del absurdo desfile de vestuario de la serie a cargo de Cara Delevingne, Justin Bieber o Cindy Crawford.

    Lisa Kudrow con Lady Gaga, invitada en este retorno.
    Lisa Kudrow con Lady Gaga, invitada en este retorno.

    Puede que la reticencia que se lee entre líneas no sea más que una coraza, una manera de intentar pasar página de algo que marcará sus vidas para siempre. Aunque todos han seguido con sus carreras artísticas con mayor o menor éxito (los que más, Jennifer Aniston, David Schwimmer y Matt LeBlanc), hay algo en esos 236 episodios que funciona como una cápsula del tiempo. El hecho de que se pueda recurrir a ellos de forma sencilla y generen estos recuerdos inmediatos a todos sus fans hace que el impacto de ver el paso del tiempo en los seis protagonistas sea aún más chocante. Porque, al fin y al cabo, también explica nuestro propio cambio vital. Los que crecimos con “Friends” sabemos que, como sucede con la música de tu juventud, quizá no fue la primera ni la mejor serie –ahí estuvieron “Seinfeld” (Larry David y Jerry Seinfeld, 1989-1998), “Frasier” (David Angell, Peter Casey y David Lee, 1993-2004) o la reivindicada “Solteras” (Yvette Lee Bowser, 1993-1998)–, quizá no reflejaba realmente nuestras vidas ni nuestros problemas, pero de algún modo nos introdujo en un grupo de amigos que, durante mucho tiempo –quizá para siempre–, también fue como nuestra familia.

    Por eso, más allá de alguna revelación tampoco excesivamente sorprendente sobre la relación fuera de la serie entre Aniston y Schwimmer (y de la unanimidad acerca de que Rachel y Ross se estaban tomando un descanso), resulta inevitable sentir una pequeña punzada en el corazón cuando, después de afirmar que este va a ser el único reencuentro público que van a hacer en toda su vida, alguien suelta la frase: “Pero no puede pasar tanto tiempo hasta que quedemos para cenar”. Todos asienten, del mismo modo que todos asentimos en nuestras vidas cuando lanzamos estas promesas que sabemos que raramente se cumplirán. En eso sí que somos iguales, y con eso se resquebraja un poco ese pasado encapsulado que la nostalgia tanto idealiza y que este especial intenta capturar por todos los medios. ∎

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