“Esta ambición desmedida” (2023) empieza como un par de cosas que, en realidad, no es: el típico documental de disco adicional sobre la génesis-grabación de un álbum y la típica hagiografía de un artista en su momento de consagración. Asistimos a las sesiones de “El Madrileño” (2021) en La Habana –feat. Omara Portuondo y Eliades Ochoa– o se nos recuerda en acelerado montaje que C. Tangana empezó from the bottom y ahora está aquí, en la cima, o a punto de alcanzarla. “Soy un puto artista como la copa de un pino, ¿me entiendes?”, dice el homenajeado, repantigado en una silla con pinta de cómoda.
Pero incluso en esos momentos asoman sombras de incomodidad y dudas que distancian esta película (que, tras su pase en el festival de San Sebastián, inaugura hoy el festival In-Edit de Barcelona y, a la vez, se estrena en unas cien salas en España; en 2024, con material añadido, será una serie de Movistar Plus+) del enésimo documental musical hecho por simple vanidad. En el círculo íntimo empresarial de Tangana no saben si ese proyectado “disco latin” funcionará tan bien como podría hacerlo un “disco rapper”. El artista lo tiene más claro, sobre todo en el sentido creativo: quiere hacer algo a lo que se pueda afiliar “aunque tenga cuarenta palos”; dejar de hacer música sobre ambición y solo para gente joven.
Más adelante, una voz anónima capturada en la calle ratifica que Antón Álvarez cumplió su misión: “Yo soy viejo y me gusta”. A la crítica también le gusta, como no le ha gustado nada de este hombre hasta entonces, de hecho. Caen los tres Latin Grammy. Y aunque no es demasiado fan de los conciertos ni las giras, C. Tangana se envalentona a la hora de pensar en cómo llevar el disco al directo una vez decaída la pandemia: en forma de espectáculo total con un escenario al estilo de una vetusta sala de fiestas, una banda de más de treinta músicos que incluye secciones de viento y cuerda o hasta un camarero sirviendo a los presentes y esquivando a esos operadores de cámara que capturan todo para que se vea en una gigantesca pantalla panorámica.
Es entonces cuando las cosas se ponen realmente interesantes y cuando los directores de “Esta ambición desmedida”, Santos Bacana (director creativo de “El Madrileño”, incluyendo todos sus videoclips), Cris Trenas y Rogelio González debieron empezar a preguntarse qué clase de película iba a salir de su seguimiento al artista: ¿una parecida a la de un tren descarrilando en cámara relativamente lenta durante casi dos horas? A este cronista le recordó al mítico tebeo “La gran superproducción” (1985) del Superlópez de Jan: casi todo lo que puede salir mal, sale peor, y vemos a Tangana, de acuerdo, duchándose tranquilamente en hoteles maravillosos o yéndose de improvisadas vacaciones al Caribe, pero también sumido en multitud de discusiones, teniendo que dejar en tierra a toda una orquesta, lidiando con diluvios tropicales y bultos perdidos o sufriendo una rotura de ligamento durante un partido de distensión. Las tensiones con su business manager (Chave Utrera) y su mánager (Íñigo “Kigo” Elósegui) son constantes incluso en la distancia: el clímax dramático del documental es la reacción de Tangana a un email sobre todo lo que va mal.
No sabemos si en la sala de montaje se han quedado momentos aún más catárticos que los recogidos, pero la sensación es realmente de máxima proximidad al objeto de estudio. Hay momentos de poética visual (pocas veces se ha visto tan bonito Benidorm, donde acabó parando el espectáculo de “Sin cantar ni afinar” cuando ya parecía ser rentable), pero sobre todo hay crudeza, inmediatez y sentido de la oportunidad: una cámara volátil tratando de agarrar momentos de guardia baja de un artista al que siempre le gustó un cierto misterio.
El tercio final de la película combina la conciliación y celebración con una cierta indagación en el futuro que espera a un artista aburrido de la exposición mediática y torturado por la idea de directos y giras. La música le persigue, pero, según su madre, se dedicará a hacer películas. ¿Y si “Esta ambición desmedida” fuera una coda cinematográfica del proyecto C. Tangana? Si es así, no es mala forma de irse. ∎