Homenaje a un clásico del misterio televisivo.
Homenaje a un clásico del misterio televisivo.

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“Historias para no dormir”: la difusa huella de Chicho Ibáñez Serrador

Nuevas generaciones representadas por Paco Plaza o Paula Ortiz reelaboran el legado de Narciso Ibáñez Serrador, el “Hitchcock español”, en una nueva encarnación de su serie de televisión más recordada, que puede verse ya en Amazon Prime Video, y próximamente en TVE.

El realizador Paco Plaza, codirector junto a Jaume Balagueró de [REC] (2007) y director de “Verónica” (2017) y de la inminente “La abuela” (2021), resumió con humor la poliédrica trayectoria de Narciso Ibáñez Serrador: “Es como si ‘La ruleta de la fortuna’ la dirigiera Víctor Erice”. Uno de los mejores cineastas de cine fantástico y de terror en España, y quizá el mayor catalizador del género a raíz de su dedicación televisiva a este, fue especialmente popular por su faceta de creador de un concurso televisivo: “Un, dos, tres… responda otra vez” (1972-2004). La enorme fama catódica que conoció este realizador resulta difícil de imaginar en nuestro presente de atomización y enorme diversidad del consumo audiovisual en múltiples pantallas. Hay que recordar que el cineasta uruguayo fue un grande de la pequeña pantalla cuando España solo contaba con una o dos cadenas. 

Su prestigio y popularidad como un renovador de la televisión tuvo otra pata: la dedicación intermitente al misterio, el terror y la fantasía a través de ficciones autoconclusivas, normalmente difundidas bajo una etiqueta que se convirtió en mítica: “Historias para no dormir”. El empeño fue duradero (la emisión del primer capítulo tuvo lugar en 1966; la difusión del último, en 1982), pero también muy intermitente y altamente condicionado por la capacidad logística y económica de Televisión Española. Ibañez Serrador trabajó caminos paralelos a los cultivados por series emblemáticas de la televisión estadounidense como “Dimensión desconocida” (1959-1964) o “Alfred Hitchcock presenta” (1955-1962). Sus “Historias para no dormir”, como los cuentos apadrinados por Hitchcock y Rod Serling, contaban con él mismo como presentador. También incorporaban el humor negro. Y doblegaban la lógica cómoda y tranquilizadora del final feliz: llevaban al terreno audiovisual la mezcla de moralismo y agitación de los cómics de “Cuentos de la cripta” o “Creepshow”.

Tanto en sus obras de ficción como en sus concursos, Ibáñez Serrador tanteó las posibilidades de expresión dentro de la realidad nacional-católica. Y salpicó su trayectoria de pequeñas puyas, desafíos y transgresiones más o menos posibilistas. “Historias para no dormir” presentó historias de misterio, terror y ciencia ficción a públicos que quizá eran demasiado jóvenes para ver en los cines los terrores de Jesús Franco y compañía en la gran pantalla. La puerta chirriante que se abría en la cabecera de la serie fue, para más de uno, una puerta de entrada al género fantástico.

Narciso Ibáñez Serrador, mago catódico.
Narciso Ibáñez Serrador, mago catódico.
La fama televisiva es quizá más efímera, y poco a poco comienza a ganar peso el Ibáñez Serrador que filmó en soporte celuloide y para la gran pantalla. Ese realizador que solo necesitó dos largometrajes para convertirse en uno de los grandes del terror español de todos los tiempos. “La residencia” (1969) se avanzó a algunos de los títulos más recordados del fantaterror de autoría española y producción transnacional, como “Pánico en el Transiberiano” (Eugenio Martín, 1972) y “No profanar el sueño de los muertos” (Jorge Grau, 1974), ambas recientemente editadas en soporte Blu-ray. Y la memorable “¿Quién puede matar a un niño?” (1975) acompañaría el final del franquismo y su censura, cuando se filmó también la filoexperimental “Arrebato” (1979), de Iván Zulueta.

Dos renacimientos para una marca histórica

El cine fantástico español a menudo ha mirado con recelo a su pasado. Las limitaciones logísticas y creativas del fantaterror de Paul Naschy y compañía han sido recordadas con cuestionamientos a veces feroces, o, en el mejor de los casos, con amable condescendencia. Si los terrores fílmicos estadounidenses han generado un flujo continuo de remakes y secuelas de películas históricas, el fantaterror se ha revisado más bien desde los márgenes de la industria, en forma de proyectos quijotescos –“La herencia Valdemar” (José Luis Alemán, 2010)– o completamente precarios –“Los resucitados” (Arturo de Bobadilla, 2017)–.

En el caso de “Historias para no dormir”, el factor tiempo ha facilitado que la huella del Ibáñez Serrador televisivo (que contaba, no olvidemos, con medios muy escasos) se haya difuminado. Al fin y al cabo, dos de los encargados de dirigir las nuevas “Historias para no dormir” de RTVE y Amazon Prime Video, Paula Ortiz o Rodrigo Sorogoyen, apenas habían nacido cuando se emitió originalmente el último capítulo dirigido por el realizador uruguayo. Ambos han declarado que le conocían sobre todo como creador del concurso “Un, dos, tres...” y afirman habían mantenido recuerdos vagos o nulos de sus años de actividad como maestro del suspense o del terror, hasta que llegó el momento del descubrimiento de su obra cinematográfica.

La puerta de entrada al fantástico para toda una generación.
La puerta de entrada al fantástico para toda una generación.

Distancias generacionales al margen, la insistencia en resucitar el nombre de la serie evidencia el valor que se otorga a esta marca. Ya a principios de siglo, el mismo Ibáñez Serrador hizo un intento impulsando “Películas para no dormir”, una serie de seis mediometrajes autoconclusivos que firmaron Jaume Balagueró, Mateo Gil, Álex de la Iglesia, Paco Plaza o Enrique Urbizu. Ibáñez Serrador se encargó personalmente del guion y dirección de un episodio, “La culpa”. Balagueró hizo una especie de ensayo general del enfoque energético y agitado que caracterizaría la posterior “[REC]” con “Para entrar a vivir”, y Paco Plaza evidenció su gusto por la confección de caramelos pop mediante “Un cuento de Navidad”.

La nueva “Historias para no dormir” acaba de generar un hilo de continuidad con el pasado del fantástico nacional. Todos los capítulos son remakes o inspiraciones que pueden tomarse libertades, pero que están firmemente relacionados con episodios de la serie original. Y eso también estimula el descubrimiento o revisionado de estos. La duración de los nuevos mediometrajes también es variable, al estilo heterodoxo de las “Historias para no dormir” de Ibáñez Serrador. Plaza, completamente consolidado como referente del fantástico nacional, es el único realizador involucrado en “Películas para no dormir” que repite en el nuevo empeño revivalístico. El único que se encontró en varias ocasiones con “Chicho”. Y el que ensaya un diálogo más complejo con el capítulo del que parte: “Freddy”, y con la tradición del terror español, italiano o italo-español de aquella época. Un pasado de precariedad, limitaciones logísticas e industriales y dificultades con la censura, pero con filmes que recuperar. Comenzando por las mencionadas “La residencia” o “¿Quién quiere matar a un niño?”. ∎

“La broma”

Rodrigo Cortés

Rodrigo Cortés –“Buried” (2010), “Luces rojas” (2012)– se encarga de actualizar un episodio de “Historias para no dormir” muy apegado a la lógica de suspense y humor negrísimo de los proyectos televisivos de Alfred Hitchcock. Eduard Fernández interpreta a un empresario proclive a las bromas pesadas, a quien su esposa y el amante de esta planean asesinar. El guionista y realizador mantiene la fidelidad al tono mordaz de pirañas devorándose que caracterizó el original, aunque ofrezca otros giros y sorpresas que se diferencian del ácido (y maravilloso) desenlace concebido por Ibáñez Serrador. De paso, Cortés refuerza la idea del dinero como motivación para el asesinato e incorpora alguna otra pincelada que recuerda al componente satírico de “Concursante” (2007), su primer largometraje. De paso, ofrece una larga escena de confusa y grotesca violencia “granguiñolesca”. Nadie dijo que matar fuese fácil.

“El asfalto”

Paula Ortiz

Dani Rovira aporta su personalidad cómica a la adaptación actualizada de un cuento, arriesgado por abstracto y un tanto ingenuo, del escritor Carlos Buiza. Un repartidor de comida a domicilio comienza a hundirse de manera inexplicable en el asfalto, ante la indiferencia general de vecinos, paseantes, policías, periodistas e influencers. Esta tragicomedia surreal podía entenderse en clave política, como aquella “La cabina” (1972) de Antonio Mercero también emanada de la televisión del franquismo. Paula Ortiz y Rodrigo Cortés (también coguionista de este capítulo) realizan un trabajo coherente que critica la falta de empatía y solidaridad. En paralelo, quizá, se apunta a la pasividad de esa víctima de una fatalidad extraña que parece asumir su desaparición con docilidad y sin ganas de molestar. La transición progresiva del tono del filme, de comedia a drama, quizá resulta algo problemática.

“Freddy”

Paco Plaza

Paco Plaza nos regala un nuevo caramelo pop, esta vez con elementos metalingüísticos. Emplaza la narración en el rodaje del episodio original concebido por Ibáñez Serrador. Un humorista afronta su primera gran oportunidad profesional, nada menos que un papel protagonista en “Historias para no dormir”, pero su timidez hace que requiera la ayuda de un muñeco maldito con el que practicar la ventriloquía maligna. La “Freddy” original era una historia de misterio whodunit con elementos de espectáculo de freaks, algo lastrada por una cierta pesadez, por una indefinición entre la limitada producción televisiva de misterio que era y el estilizado y bizarro thriller de terror setentero u ochentero que podría haber sido. Plaza hace un curioso ejercicio de reinvención y ofrece un goce que remite ocasionalmente a maestros del giallo italiano como Dario Argento o Mario Bava.

“El doble”

Rodrigo Sorogoyen

David Verdaguer encabeza el reparto de este drama inquietante sobre parejas y tríos amorosos con elementos de ciencia ficción. El cineasta Rodrigo Sorogoyen nos traslada a un futuro de réplicas perfectas de seres humanos (y de mascarillas de alta tecnología) que sirven de escapatoria de las frustraciones y las discusiones conyugales. El resultado es una especie de versión cotidiana de un neo-noir futurista posible sobre inteligencias artificiales a la venta. La gelidez propia de muchas ficciones de este tipo llega matizada por el personaje más pasional interpretado por Vicky Luengo. El telefilme de Ibáñez Serrador, inspirado en un relato de Ray Bradbury (“Marionetas, S.A.”, de 1949), resultaba mucho más breve y esencial, como cuento fantástico tremendista heredero de “Dimensión desconocida”. Sorogoyen y compañía prácticamente duplican la duración del empeño previo y lo recubren de más capas, conflictos dramáticos y connotaciones éticas, con resultados sugerentes. ∎

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