Libro

Ignacio Faulín Hidalgo

¡¡Hola, Mr. Pop!! Cuando la modernidad llegó a España para quedarse: 1956-1964. Vol. ISílex, 2022

Hay una parte (no desdeñable) del periodismo musical que permanece aferrada a los tópicos. A lugares comunes enquistados. A estereotipos que no por mil veces repetidos dejan de ser eso, sonsonetes que brotan por pura pereza. Que si el punk sepultó al AOR y acabó con el rock sinfónico, que si las máquinas y la electrónica acabarían con la esencia del rock, que si el rock’n’roll primigenio de los años 50 iba también a hacer que el jazz se extinguiera como por arte de magia… nuevos ritmos que se erigen en la peste. Esta última observación es una de las muchas que, pasado más de medio siglo después, es tan fácil de desmentir como mirar a nuestro alrededor y ver lo que ocurre. Lo que ha ocurrido en realidad en todo este tiempo. Y es también una de las muchas impugnaciones periodísticas a la totalidad (si cambian rock’n’roll por reguetón, verán qué familiar y qué actual suena todo: la historia se repite) que recoge un libro tan necesario como este, precisamente por eso: por ser un exhaustivo trabajo de investigación y también de divulgación y matización de visiones preestablecidas con el que el promotor y profesor riojano Ignacio Faulín da continuidad a lo emprendido en “¡¡Bienvenido, Mr. USA!! La música norteamericana en España antes del rock and roll (1865-1955)”, publicado hace seis años, y preludio a su vez de un tercer vértice (de 1965 a 1969) que debería ver la luz antes de que acabe este 2022.

Ignacio Faulín Hidalgo (Logroño, 1961) se marca aquí un trabajazo de búsqueda de fuentes, contraste de datos e interpretación contextual de la historia sobre cómo el pop penetró en España durante aquellos años, entre la posguerra y el desarrollismo, a través de todos los poros de su cultura popular: la música, por supuesto, pero también el cine o la moda. Es la radiografía, a golpe de hemerotecas y rastreo de ediciones autóctonas, de un estado gris por dictatorial pero más permeable a las modas foráneas de lo que se suele recordar: se imponía el pragmatismo del turismo de masas y las buenas relaciones con los EE.UU. Un entorno en el que muchos discos, sí, se editaban con un considerable retraso, pero muchos otros llegaban puntualmente. Y en el que las bases militares norteamericanas no jugaban un papel tan determinante ya que muchos de los discos que salían de sus hangares ya tenían su correspondiente publicación española. No son meras teorías, son opiniones basadas en datos. Periodismo, al fin y al cabo. Y no divagaciones. Aunque no todas sean igual de sólidas: se echa de menos un aporte de datos que sustente la postura de que la censura franquista era menos cuantiosa que la de la BBC británica, aunque ambas fueran igual de caprichosamente absurdas, como cualquier censura del arte. El torrente de datos, nombres, fechas, ediciones, actuaciones y puestos en las listas de éxitos se come en ocasiones el pulso narrativo, le resta agilidad de lectura, como si estuviéramos más cerca de una tesis doctoral que de un artefacto esencialmente divulgativo, pero eso no empaña del todo el carácter historiográficamente relevante de este completísimo libro, que además insinúa la necesidad de que alguien cuente por fin, por justicia poética y equidad, el relato de los empresarios discográficos que hicieron todo esto posible. Lo que Carlos Galán hace en su pódcast de Subterfuge, vaya (“Simpatía por la industria musical”), pero en negro sobre blanco. En un librazo. ∎

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