Cómic

Irene Márquez

La muerte - de Irene MárquezAutsaider, 2025

La práctica del humor negro está unida indisolublemente a los cómics desde su génesis: los niños protagonistas del fundacional “Max y Moritz” (1865; Impedimenta, 2012) de Wilhelm Busch acababan sus días hechos harina tras pasar por la piedra de un molino. El género ha motivado obras maestras indiscutibles como “Ideas negras” (1977-1983; Dolmen, 2024) de Franquin, y es terreno fértil para muchos artistas contemporáneos por mucho que se travistan a la hora de explorarlo, como podemos comprobar si leemos el trabajo realizado por Nicholas Gurewitch en su desopilante “La Hermandad de la Biblia Perry” (2001-2008; Astiberri, 2012).

Valga esta larga introducción (pido sinceras disculpas) para situar a Irene Márquez (Valdepeñas, 1990) como un nuevo eslabón de esta larga cadena de la tradición de los tebeos de humor negro. Dibujante de la revista ‘El Jueves’ desde 2017, donde ha encontrado una habitación propia para sus burradas que ya quisiera Virginia Woolf, Márquez practica una comedia brutísima de trazo fino y alegres colores. Lo que no es alegre es lo que cuenta, claro. La editorial Autsaider publicó una primera antología de su obra en una coqueta caja titulada “Esto no está bien” (2020), que le valió la nominación a autora revelación en el Saló del Cómic de Barcelona, y vuelve a ofrecernos ahora una nueva recopilación de sus páginas en este “La muerte - de Irene Márquez” que es el asunto (ahora sí) de esta pieza.

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Libro de cubierta kamikaze (la acuarela de una tumba vandalizada, sin título impreso) y un interior que no le va a la zaga, “La muerte - de Irene Márquez” nos presenta sin orden ni concierto una serie de trabajos de la autora manchega. Desde la clásica página con (lúgubre) remate chistoso a ilustraciones sin texto que conducen al desasosiego de quien las contempla (el cadáver de una chica con aparentes signos de violencia arrojado a un campo de inocentes flores amarillas), alternándose con otras historias más largas donde Márquez desarrolla sus dotes de narradora más allá del golpe de efecto. Lo mejor del volumen, de hecho, se encuentra en dos de estas historias, “Shojo” y “Dentro de Leo”, dos relatos complementarios a los que podemos intuir un velado carácter autobiográfico, donde Márquez explora el oscuro latir de la adolescencia en el marco de un instituto. El libro es también un catálogo de recursos gráficos de una excelente dibujante que pasa con desparpajo del color al blanco y negro, experta en aquello que engrasa correctamente su trabajo (muecas aberrantes, expresiones de dolor) y a la que, sin embargo, nos gustaría leer en una obra larga de aliento más ambicioso. ∎

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