En 2019, la artista multidisciplinar Irene Solà (Malla, 1990) publicó “Canto yo y la montaña baila”. No era su primer libro, pero sí fue su primer gran éxito, y desde entonces se ha traducido a más de treinta idiomas. Aquella obra nadaba entre lo real y lo imaginario dando voz a personas, a fantasmas e incluso a setas. Aquel universo creativo, libre y tan cercano al realismo mágico se sigue intuyendo en “Te di ojos y miraste las tinieblas” (“Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres”, 2023; traducción de Concha Cardeñoso Saénz de Miera), su nueva novela.
En este nuevo libro, Solà narra una saga familiar, principalmente a través de las historias de sus mujeres y de los momentos vividos entre las paredes del Mas Clavell, la casa donde habitan los recuerdos de varias generaciones. Enmarcados en los diferentes momentos de un solo día, se suceden los relatos que atraviesan épocas y personajes, saltando de un momento a otro sin previo aviso, de manera urgente e imprevisible, como una cascada incontenible. Apenas hay diálogos, pero sí ricas descripciones que sirven no solo para condensar años y vidas en unas pocas líneas, sino para que la experiencia sea tan plena que casi se pueda tocar aquello que se lee.
La autora catalana no tiene miedo a resultar demasiado explícita, al contrario. Parece disfrutar al hurgar en lo macabro para describir una boca desdentada, un parto en una celda, una cocina sucia y abandonada, los restos quemados de una masía o la carne torturada de un reo, haciendo de la fealdad un personaje más en la obra. Del mismo modo, saca brillo y otorga la mayor importancia a aquellos breves instantes donde la vida fluye en medio de lo cotidiano, como cuando un grupo de mujeres charlan de manera distendida mientras preparan un guiso. La gastronomía, por cierto, es otra de las grandes protagonistas de este relato. También lo son el bosque, el diablo, la noche, los hombres y la oscuridad.
Aquí está presente la influencia de una autora contemporánea como Mariana Enriquez y por supuesto otros autores clásicos como Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, pero también hay rastros de Miguel Delibes o Carmen Laforet. Con todo este material y estos mimbres, Irene Solà ha dado con una voz propia que se apoya en el folclore para construir una suerte de nueva literatura del horror que transciende géneros. Porque este es un drama oscuro y fantástico, pero podría haber sido una obra terrorífica. Pese a su brevedad (no llega a las doscientas páginas), “Te di ojos y miraste las tinieblas” cala muy dentro del lector. Es, sin duda, uno de los libros más estimulantes y memorables del año. ∎