Libro

Irvine Welsh

Señalado por la muerteAnagrama, 2023

Quizá ya iba siendo hora de que, treinta años después de la publicación original de “Trainspotting” (1993; Anagrama, 1996), Irvine Welsh (Edimburgo, 1958) diese carpetazo a uno de los epítomes de la cultura popular de los años noventa, de la literatura de clase obrera y del hastío existencial de la juventud. Y no será por la falta de buenos momentos que nos ha servido la saga de Mark Renton, que ha tenido precuela –“Skagboys” (2012; Anagrama, 2016)–, secuela –“Porno” (2002; Anagrama, 2005)– e incluso spin-off protagonizado por nuestro borracho camorrista favorito, Begbie –“El artista de la cuchilla” (2016; Anagrama, 2021)–. “Señalado por la muerte” (“Dead Men’s Trousers”, 2018; Anagrama, 2023; traducción de Francisco González, Arturo Peral y Laura Salas Rodríguez) se vende como el “grand finale”, y todo parece indicar que, de momento, podemos creer a Welsh en que será fiel a esa promesa: en los cinco años que han pasado desde su publicación, el escritor ya ha empezado una nueva serie de novela negra con dos entregas, “The Long Knives” (2022) y “Resolution” (2024).

“Señalado por la muerte” empieza con lo que es la peor pesadilla de Mark Renton, un encuentro en el espacio cerrado de un avión con su peor enemigo, Begbie. Pero resulta que ahora nuestros antihéroes son hombres diferentes, supuestamente cambiados, más maduros, conscientes a la vez de las toneladas de culpa que acarrean después de años de tropelías, pero también con ganas de reparar los daños causados. De hecho, literalmente en el caso de Renton, quien se pone por objetivo devolver toda la pasta que sisó a sus viejos amigos en el pasado.

La heroína y los chanchullos ya son cosa del pasado para Franco y Renton. El primero, como descubrimos en “El artista de la cuchilla”, es ahora un artista de reputación internacional y ejemplar padre de familia, que mientras vive el sueño americano intenta reprimir sus pulsiones violentas fracasando estrepitosamente en el intento. El protagonista, por su parte, vive a caballo entre Ámsterdam y Los Ángeles, donde se ha echado una novia formal y desde donde puede ejercer mejor control de su nuevo negocio, el de representante de DJs. Al otro lado del charco, están Sick Boy, que lleva un próspero servicio de damas de compañía con formación universitaria, y Spud, que no corre la misma suerte y pide limosna por Edimburgo acompañado de su perro. También aparecen el taxista adicto al sexo de cabeza hueca que protagonizó “Un polvo en condiciones” (2015; Anagrama, 2018) e, incluso, en un cameo, Lucy, la sádica entrenadora de “La vida sexual de las gemelas siamesas” (2014; Anagrama, 2015).

Una novela de Irvine Welsh no sería lo mismo sin su serie de encuentros y desencuentros, de catastróficas desdichas que antes de la página 100 ponen las ruedas de la narración en movimiento desencadenando una lectura hiperactiva y deliciosamente entretenida (huelga decir que esto solo es válido si estas últimas tres décadas le has reído las gracias al autor, y entendemos que si estás leyendo una reseña de la quinta parte de la saga, es que lo disfrutas en grande). Así, en “Señalado por la muerte” se suceden subtramas de lo más variopintas: una clamidia de dudoso origen, la aparición de una nueva droga alucinógena llamada DMT, un riñón robado y toneladas de misoginia y homofobia. Siendo la reacción de Sick Boy ante la salida del armario de su hijo el pináculo de la vergüenza ajena dolorosamente tronchante (y no, no es lo que te esperas).

Son quizá demasiados frentes abiertos para que todo converja en un cierre satisfactorio, pese a que el viaje en su conjunto haya sido un disfrute constante. Welsh intenta que esto sobre todo vaya de examinar cómo cuatro tíos navegan por la mediana edad con el lastre de las malas decisiones tomadas en una juventud marcada por la traición y adicción. Pero el autor se permite otras tantas reflexiones, la mayoría en torno a la escena del arte contemporáneo, pero también sobre el clubbing moderno. En boca de Renton leerás la mejor descripción posible de la EDM: “Es completamente imbailable, aunque la multitud de universitarios consumidores de brostep y las barbies pescamaridos de los barrios residenciales la reciban con los brazos abiertos”. O más duro todavía: “Nunca perdonaría a los extremistas musulmanes por el 11-S, porque desde entonces es mucho más difícil pasar droga y, en consecuencia, me complicaron la vida un montón, como representante de DJs que soy”.

Pero quizá es Begbie el que suelta la perla más iluminada, acaso hablando en boca de un Welsh consciente de sí mismo y haciendo autocrítica como solo él sabe hacer. “Sick Boy y él juntos [Renton]: siempre me han tocado los cojones cuando se ponían a largar sobre drogas, drogas y más drogas todo el puto tiempo. En fin, que cada cual se meta lo que le dé la puta gana, pero no es necesario hablar del tema todo el santo día”. Touché. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados