No ha habido (¿ni habrá?) un narrador español como
Javier Tomeo (1932-2013). Poseedor de un mundo único e intransferible en el que se dan la mano la fantasía, el costumbrismo y la crítica social (con retranca), el escritor oscense –que se fogueó en los años cincuenta en Bruguera firmando “novelas baratas” con el seudónimo de Frantz Keller– construyó un laberinto literario profundamente personal que encajó como experto relojero entre lo popular y lo erudito. Libros como
“El cazador” (1967),
“El castillo de la carta cifrada” (1979) o
“Amado monstruo” (1985) tienen un lugar preferente en el altar de los heterodoxos de la literatura española del siglo XX.
“Vampiros y alienígenas” es un maravilloso regalo inesperado que contiene en sus escasas cien páginas veinte relatos cortos, inéditos, que Tomeo perpetró en los últimos años de su vida durante una estancia en el balneario de Panticosa,
“entre montañas mágicas donde algunos todavía pueden escuchar voces y melodías que para otros se extinguieron hace siglos”, según la nota que abre el volumen (precedida por una breve “nota del editor” firmada por Enric Cucurella, cofundador de Alpha Decay).
Los mitos de visitantes del espacio exterior y las ficciones vampíricas son reinterpretadas en “Vampiros y alienígenas” con una imaginación tan desbordante como precisa: son cuentos-miniatura donde la cotidianidad se distorsiona con fino humor y saleroso ingenio sin que nada chirríe en el precioso y preciso mecanismo de estas “historias extraordinarias”.
Cazadores de marcianos, Nosferatu, Drácula y el Hombre Lobo se desparraman por unas páginas que lo mismo rinden tributo a Kafka (“Gregorio, el insecto”) que bucean con gracejo en la entomología en piezas como “Las hormigas vampiro” y “Reduvius, el insecto-vampiro”.
Página a página, las delicias brotan como agua clara, fresca y tonificante en relatos como “Aspirante a vampiro”, “El detector de marcianos”, “El francés apócrifo” o “Escuela de vampiros”, por citar solo cinco de esta dos decenas de juguetonas gemas “monstruosas”.
Lo dicho: un verdadero regalo y la enésima constatación (por si alguien todavía no se ha enterado) de la singularidad y el genio de Javier Tomeo, ese “raro” solitario de imaginación exuberante y pluma tan afilada como entretenida e incisiva. ∎