Libro

Jennifer Croft

La extinción de Irena ReyAnagrama, 2025

Hay algo que le encanta a la literatura americana, el culto al personaje misterioso, enigmático, magnético, galvanizador, capaz de hacer gravitar todo el universo narrativo a su alrededor sin apenas formar parte de la acción. En una sociedad marcada por el individualismo y el culto a la personalidad, está claro que su literatura ha de estar plagada de personajes tipo Gran Gatsby, Evelyn Hugo, incluso Bruce Wayne. Por favor, si hasta la mejor biografía de la literatura americana es la historia oral de Miles Davis, en la que todo el mundo habla de él sin que él pueda decir nada al respecto.

La traductora y escritora Jennifer Croft (Oklahoma, 1981) es la última en apuntarse a este subgénero de la ficción americana, la del “Ciudadano Kane” de turno. Esta vez el gran personaje que mueve la acción sin estar presente es Irena Rey, una escritora aclamada que está en todas las quinielas para ganar el Nobel. No es una famosa actriz de Hollywood, tampoco es un magnate que nadie sabe cómo ha ganado su dinero, solo es una escritora. ¿Por qué esta novela no funciona? Porque estas novelas funcionan si la figura misteriosa se mantiene como icono inalcanzable, fuera de la órbita del resto de personajes. Aquí, Jennifer Croft nos presenta a Irena Rey solo para decirnos que no es mejor que ninguno de sus traductores. Y, si no es así, por qué va a interesar a nadie. ¿Por qué cree que los delirios de grandeza de un traductor son algo que a los demás les va a importar lo más mínimo?

Este es el principal problema de “La extinción de Irena Rey” (“The Extinction Of Irena Rey”, 2024; Anagrama, 2025; traducción de Regina López Muñoz): el punto de vista. Va contra la tradición del personaje magnético que mueve la acción, y en eso es novedoso y por tanto de valor. El problema es que, si tú quitas el centro gravitacional de la acción, lo único que queda es un montón de planetas y estrellas dando giros sobre sí mismos hasta su colisión final. ¿Es eso lo que pretende? ¿Quiere mostrar que los escritores son mil veces más importantes que los traductores que los dan a conocer en otras lenguas? No, ella es traductora y escritora, y se estaría traicionando a sí misma si dijese que sus traducciones tienen menos valor que sus obras de ficción.

La historia, como no podría ser de otra manera, empieza con un juego de espejos, mostrando que solo es la traducción de una traducción, pero de igual valor que cualquier texto original o con pretensiones de originalidad. Irena Rey, figura a la que quiere enseguida mostrarnos como alguien desagradable, pagada de sí misma, llena de soberbia y actitudes caprichosas, reúne en una misteriosa mansión a sus principales traductores para que trabajen en la adaptación de su última novela, seguro que una obra maestra. ¿Cuál es el problema? Que después de unos incómodos primeros días, la célebre Irena Rey desaparecerá sin dejar rastro. Aquí empezará un thriller paralelo, primero para encontrarla, y segundo para traducir su magna obra.

Croft, con ingenio, mezclará la novela de género con la sátira intelectual a partir de un apasionado estudio sobre autoría e identidad. La mezcla es explosiva y consigue poco a poco calar en la imaginación del lector, pero le falta esa figura potente que haga gravitar con mayor fuerza a los personajes, los traductores que se enfrentarán física e intelectualmente para dejar patente que ellos son más Irena Rey que nadie.

Otro de los protagonistas del libro, y su mejor acierto, es el bosque que rodea esta especie de castillo espectral que contiene la acción. La metáfora es clara: toda construcción intelectual es ficticia, la mansión, los libros de Irena Rey, las traducciones de estos títeres sin cabeza, todo son castillos en el aire sin raíces. Ahora bien, el bosque, lo salvaje, lo natural, eso sí tiene un valor que no puede ser definido ni inventado ni contenido y acabará con las ilusiones egotistas de los personajes.

¿Puedes leer 200 páginas de una novela para empezar a disfrutarla y recomendarla igualmente? Claro, si alguien está acostumbrado a leer 100 novelas al año. Por qué no. Como ejercicio tiene valor. Si uno lee menos de 20-30 novelas, nadie puede permitirse tanta pérdida de tiempo. Jennifer Croft ha puesto patas arriba el universo narrativo de “El gran Gatsby”, pero el resultado no es lo suficiente bueno para que valga la pena. ∎

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