Dentro de la categoría de grandes autores, podríamos decir que están quienes sorprenden por acertar con múltiples variaciones de un tema y quienes lo hacen al desempolvar un registro inesperado que, contra todo pronóstico, también saben hacer funcionar. El caso de Jiro Taniguchi (1947-2017) desarma por jugón en un terreno y en el otro. Poco se puede discutir su título de autor de cómic japonés más leído y admirado no solo por quienes no suelen leer manga, sino por quienes apenas leen cómic.
Un hito conseguido mediante historias en primera persona de gente corriente con flâneurs, gourmets de menú del día o protagonistas que buscan escape de las microagresiones de lo cotidiano. Ahí están sus trabajos en solitario “Barrio lejano” (1998; Ponent Mon, 2003), bendecido incluso por Dominique A con su preciosa “Retour au quartier lontain” (2006); pero también “El almanaque de mi padre” (1994; Planeta DeAgostini, 2001-2002), “El caminante” (1990-1991; Ponent Mon, 2004) o “El gourmet solitario” (1994-1996; Astiberri, 2010).
En una suerte de terra incognita, por su peculiaridad temática y su traducción no cronológica, habían quedado mangas de Taniguchi de lo más diverso, la mayoría con guiones ajenos. De género histórico –“La época de Botchan” (1987-1996; Ponent Mon, 2005-2008), guion de Natsuo Sekikawa–, dedicados a la escalada –“La cumbre de los dioses” (2000-2003; Ponent Mon, 2007-2008), guionizada por Baku Yumemakura–, de efluvios de Henry David Thoreau –“Seton, el naturalista viajero” (2004-2006; Ponent Mon, 2007), guion de Yoshiharu Imaizumi– o de ciencia ficción ochentera: “Crónicas de la era glacial” (1987-1988; Planeta Cómic, 2016), esta en solitario.
Obras todas que nos hablaban de un Taniguchi “no canónico” en relación a la obra “contemplativa” con que se había dado a conocer en Occidente, pero que no acababan de anticipar a un mangaka mucho más visceral y fibroso. Como sí habría apuntado su “Hotel Harbour View” (1986; Planeta DeAgostini, 1993, con guion de Natsuo Sekikawa) si alguien lo hubiese tenido en cuenta cuando se tradujo aquí en su día. Un manga literalmente adelantado a su tiempo para una España que polarizaba cualquier cómic japonés entre “Akira” (Katsuhiro Otomo, 1982-1990) y “Dragon Ball” (Akira Toriyama, 1984-1995) porque apenas se conocían otros por entonces.
Todo este camino largo y sinuoso nos lleva a “Blue Fighter” (Planeta Cómic, 2025), la obra más reciente de Taniguchi en nuestro país, aunque es su publicación original más antigua que se puede leer en castellano. De título original “Ao no senshi”, literalmente “Soldado azul”, “Blue Fighter” fue serializada en la revista ‘Big Comic’ entre 1980 y 1981. Su guionista, Caribu Marley, seudónimo del japonés Garon Tsuchiya (1947-2018), debutaba con este manga de tipos duros, sexo y violencia, componentes que tornarían habituales a lo largo de toda su carrera. En esa línea hemos podido leer los guiones de Tsuchiya en las posteriores “Assassination Blues” (1983-1984; Planeta DeAgostini, 1995-1996, con dibujo de Tadashi Matsumori) y “Old Boy” (1996-1998; Otakuland, 2004-2006, dibujada por Nobuaki Minegishi), esta última llevada al cine en 2003 con gran éxito por el coreano Park Chan-wook.
“Blue Fighter” es un manga que nos muestra a un Taniguchi tan solvente a la hora de dibujar lo que sucede encima y alrededor del ring como cuando toca sumergirse en terrenos más pantanosos de vicio, autodestrucción y negocios turbios. El dibujante de los paseos y la contemplación brilla aquí al traducir el camino de transformación y castigo a través del DOLOR físico que experimenta su protagonista, cuya personalidad subraya una y otra vez a través de planos casi calcados de su mirada perturbadora. Hay en “Blue Fighter” una esencia del género noir aderezada con la amargura del cine policíaco norteamericano de los años setenta que nos habla de una obra muy marcada por su época que, cuarenta años más tarde, sigue luciendo por estar construida a partir de referentes bien definidos.
Tras “Blue Fighter”, a finales de los ochenta Taniguchi culminaría su ciclo de sangre, sudor y músculos con guion de Baku Yumemakura en “Garōden” (1989-1990; Ponent Mon, 2020), un nuevo ejercicio de cuerpos contorsionados y violencia seca, esta vez centrado en el camino de venganza de un misterioso luchador callejero. Tanto “Blue Fighter” como “Garōden” son piezas de gran interés para completar el puzzle Taniguchi, un autor que se conoce prolífico pero quizá no se sabía tan polifacético. Su exploración de la fuerza y lo físico en estas obras deja entrever cómo el autor partió desde ahí para, con los años, adentrarse en las facetas más emocionales de sus personajes, dirigiendo la acción hacia lo mínimo. Un viaje de lo externo a lo interno que vale la pena explorar. ∎