Resulta inevitable la conexión entre “Las amigas de Àgata” (2015), la película firmada a ocho manos por Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen, y
“Júlia ist”, debut en la dirección de la barcelonesa
Elena Martín. No solo porque ambas surgen como proyectos de fin de carrera de la Universitat Pompeu Fabra y comparten, además, a la actriz protagonista, que, en el segundo caso, ejerce también de realizadora. En cierta manera, Júlia podría ser Àgata tres años más tarde, cuando como estudiante universitaria da un nuevo paso en su tránsito hacia la madurez, en este caso durante su estancia en Berlín gracias a una beca Erasmus. En la capital alemana, Júlia descubre que su vida allí no va a ser tan fácil y jovial como se esperaba, pero también aprende a disfrutar de lo que la ciudad le ofrece.
La película deviene así una introspección en la vida de una estudiante Erasmus, una aproximación íntima a este paréntesis privilegiado en el extranjero, que se sitúa en las antípodas tanto del cine cutre-costumbrista sobre el choque de culturas como de la comedia de desfase juvenil. Martín se acerca más bien al cine de Mia Hansen-Løve en su capacidad para plasmar desde la fluidez la idea de cambio vital que acompaña a toda etapa de tránsito. Bajo su apariencia impresionista, “Júlia ist” ofrece, además, un acertado retrato de una generación que experimenta su propia inquietud en un entorno de supuesta estabilidad. La directora trabaja desde una práctica de la autoficción a la que se le agradece su honestidad y su falta de grandilocuencia o autoindulgencia. Como guinda, la película también se escapa de ciertos lugares comunes berlineses y presenta, a través de la carrera que estudia Júlia, una continua reflexión en torno a la ciudad y la arquitectura como experiencias de vida colectiva. ∎