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Karl Ove Knausgård

En otoño / En invierno / En primavera / En veranoAnagrama, 2021

La magnitud de cada palabra es tal que contiene su significado, pero, a la vez, convoca a su antónimo. Por eso, cuando Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968) decide ponerse grandilocuente y tratar de la metafísica, vemos la pequeña parcela que implica su visión. Después de la epopeya de seis volúmenes autobiográficos que supuso “Mi lucha” (Anagrama, 2012-2019), su obra ha sido catalogada dentro del mito de la literatura universal. Un tópico desmontado por sus conotaciones cis-hetero-masculinas y, en este caso, eurocentristas. Todo lo que aún sigue representando él. Sin embargo, y según esta regla, su parcela literaria convocaría el conjunto.

Todo este trampantojo para decir que en “El cuarteto de las estaciones” (2015-2016; Anagrama, 2021) Knausgård sigue su búsqueda, con más esmero que nunca, en pos de la universalidad. Con la excusa literaria de explicar el mundo a su cuarta hija –que en el proceso de esta tetralogía se gesta, nace y crece–, el autor se da permiso para ser unas veces naíf y otras paternalista. Escribe una enciclopedia personalísima en la que caben desde paisajes, animales, personajes públicos o privados, acciones, frustraciones, pequeños placeres, fenómenos temporales y climatológicos. Más entregas de una vida, recogidas minuciosamente, por una persona que dispone de la calma, del tiempo y que se piensa a raíz de escribir. Una abundancia literaria que responde, como es el caso de muchos autores, a la necesidad de conseguir relevancia y seguir viviendo a través de su público.

Esta particular saga à la Vivaldi empieza “En otoño” (“Om hösten”, 2015), con tres cartas a una hija que está por nacer y un compendio de descripciones breves sobre las presencias y objetos que habitan su entorno próximo. Funcionan como meditaciones literarias que te obligan a centrar y expandir tu atención a través de los detalles: con una alegoría religiosa al sol o supersticiones en torno al daguerrotipo. También hay textos sobre meadas, vómitos, un análisis un poco recatado sobre el cunnilingus y símiles graciosos, como considerar el termo como el tótem del hogar. Su contemplación de la vida busca cercanía, pero a veces nos lleva a verlo con distancia. Es fácil imaginarlo sentado, escribiendo solemnemente desde su casita en el jardín, con las bromas recurrentes de su familia al observarlo durante su actividad diaria: “¿Estará escribiendo sobre pantuflas, sobre legañas o filosofando sobre las virtudes del sistema de calefacción central?”.

“En invierno” (“Om vinteren”, 2015) la enciclopedia coge un cáliz místico con referencias al antidios Loki, la simbología lunar, el búho que acompaña a Minerva y la evolución de los monos marinos. Habla de las monedas como receptáculos de ficción, de la imposibilidad de la neutralidad, y se obsesiona con que el mundo se abra a nosotros. Tiene un capítulo muy interesante sobre el sexo donde trata la eyaculación precoz, su miedo a las mujeres y la imposibilidad de conciliar amor, sexo y respeto, algo que se solucionaría con un poco de lecturas feministas. Knausgård nos ha hecho leer mucho, así que es gratificante mandarle a leer a él, que aún considera “Madame Bovary” de Flaubert como la mejor novela de la historia y a lo largo de todos los tomos hace un name-dropping de autores masculinos que evidencian su sesgo de género.

“En primavera” (“Om våren”, 2016) no hay miniaturas enciclopédicas sino un gran texto corrido en su archiconocido estilo de “Mi lucha”, entrelazando el presente con sus memorias y proyectándose hacia el futuro. Lo vemos vulnerable y despistado, en una situación que parece estrés postraumático debido a la enfermedad de su mujer y a la avalancha de hacerse cargo de sus hijos. Aquí está la archirrepresentada reflexión sobre su pene, que aparece en todas las reseñas. Pero diría que los verdaderos detalles jugosos son sus reflexiones en torno a la influencia de Vladimir Bazarov, Jens Bjørneboe e Ingmar Bergman. Sorprende cómo habiendo leído tanto aún se le antoja un misterio el concepto de amor feminizado que siente el personaje de María de “Guerra y paz” o Anna, la madre de Bergman. Se le escapan las violencias estructurales que obligan a las personas más vulnerables a cuidar y querer por encima de sus posibilidades. Teniendo en cuenta que Knausgård es una persona que se encarga de los cuidados familiares, esperaba que el mundo le abriera la empatía hacia este tipo de sensibilidades también.

“En verano” (“Om sommeren”, 2016) es la última entrega y recupera las miniaturas descriptivas con temas propios de la estación. Abandona las cartas a su hija y se centra en el formato diario influenciado por Emanuel Swedenborg, un formato que ya había iniciado en el tercer volumen. Le suma un ejercicio de metaliteratura, mostrando cómo se transmuta y pasa de su vida a narrar la historia de otro personaje, una mujer que fue objeto de habladurías por decidir anteponerse a su familia. Quizá, aunque lo disfrace de ejercicio literario, un perfil más psicoanalítico vería algún anhelo interno de Knausgård filtrándose aquí.

Sea como fuera, se gesta el deseo de que la tetralogía de Karl Ove Knausgård se pareciera más a “El cuarteto de Alejandría” (1957-1960) de Lawrence Durrell, con una cosmovisión de los hechos. Puede que sea cuestión de tiempo que la hija a la que le dedica estos tomos escriba por su cuenta. Su exmujer Linda Boström Knausgård ya lo ha cumplido y este mes se editará en castellano su propia autobiografía, “Niña de octubre”. Estaremos atentas, para complementar esta reseña. ∎

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