Serie

La oferta

Michael Tolkin(miniserie, SkyShowtime)
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El asentamiento de SkyShowtime en territorio español supone la ampliación del catálogo catódico legal en un momento en que el seriéfilo otea el horizonte con la ansiedad que impulsa la huelga de guionistas. Entre los principales reclamos de la última plataforma en aterrizar aquí está “La oferta” (2022; 2023 en España), una de las miniseries que mayor atención deparó el curso pasado.

Creada por Michael Tolkin, quien ya se había adentrado en los entresijos de Hollywood con la novela y el guion de “El juego de Hollywood” (Robert Altman, 1990), “La oferta” se inscribe en el subgénero de “cine dentro del cine”, temática poco explorada por la ficción televisiva pero muy presente en el séptimo arte: desde la comicidad de “Vivir rodando” (Tom DiCillo, 1995), la subversión histórica de “Érase una vez en... Hollywood” (Quentin Tarantino, 2019) y el encanto del desastre en “Ed Wood“ (Tim Burton, 1994) o “The Disaster Artist” (James Franco, 2017), por citar algunos ejemplos sin irse demasiado lejos en la línea temporal. Aunque lo correcto aquí sería referirse a “ficción televisiva dentro del cine”, una variante que tiene en “Feud” (Ryan Murphy, Jaffe Cohen y Michael Zam, 2017-) uno de sus precedentes cercanos. Tomando como base las memorias de Albert S. Ruddy, el afamado productor canadiense sobre el que gira el relato, el producto retrata las inclemencias que tambalearon la gestación de una de las obras maestras del séptimo arte. Una incursión en el calamitoso “cómo se hizo” de “El padrino” (Francis Ford Coppola, 1972) y a su rodaje, marcado por las amenazas de una mafia contraria a la adaptación del superventas de Mario Puzo porque dañaba su imagen (sic), por los recortes y ajustes presupuestarios implícitos en cualquier producción, por la lucha para dar con el casting adecuado, por los distintos pulsos creativos entre departamentos, por las presiones de los directivos de Paramount y Gulf+Western para implantar sus criterios empresariales y, en definitiva, por todos esos rifirrafes inherentes a la lucha de egos en terreno creativo. Una retahíla de contratiempos e inconvenientes que serían solventados –o eso se deduce del visionado– por un sufrido y resolutivo productor primerizo que actuó, de forma astuta, como cortafuegos ante todos los frentes abiertos.

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Si bien el relato de gánsteres se escabulle pronto en la representación perezosa que da canje al lugar común –pretende alinearse con el rastro de Scorsese pero termina más cerca de “Trust” (Simon Beaufoy, 2018)–, más interesante resulta toda esa panorámica que sigue los conflictos en el set de rodaje y los despachos, las perpetraciones creativas de sus principales responsables para imponer su visión del proyecto, los inteligentes y arriesgados malabares de Ruddy para equilibrar intereses y demandas de las partes implicadas. Igual de estimulante que la exposición de ese conflicto recurrente entre la bancada empresarial, los que conciben el cine como espacio formulario para la posterior gloria recaudatoria versus el cine como arte y experiencia artística ajena a preceptos comerciales que defiende Robert Evans como mandamás de Paramount. Y, bajo su ala, Ruddy y Coppola en su particular trinchera. Números versus pasión artística. Todo aliñado con la necesaria dosis de salseo, propicio para soldar la complicidad con el aficionado al séptimo arte y, en particular, a la trilogía de “El padrino”. Y nadie mejor para desmenuzar su intrahistoria que uno de los privilegiados testigos de su creación.

Buena parte de su valor como producto de ficción se halla en la idoneidad del casting. La similitud física de algunos actores con los modelos reales –Dan Fogler como Francis Ford Coppola, Matthew Goode como Robert Evans o Patrick Gallo como Mario Puzo– resulta igual de satisfactoria que la compostura corporal, los gestos y la actitud que pergeñan en sus inspiradas reencarnaciones Anthony Ippolito como Al Pacino o Justin Chambers como Marlon Brando, además de otros actores cuyo físico quizá no resulte tan parecido pero que suplen esa desventaja con una labor interpretativa remarcable. A ellos se les suma el eficiente desempeño actoral de Miles Teller en piel protagónica, Juno Temple como una aventurada y leal secretaria, Giovanni Ribisi en el papel del capo de la familia Joe Colombo, o su rival interno Joe Gallo, el peligroso mafioso que aparecía también en “El irlandés” (Martin Scorsese, 2019) y que aquí cobra vida con la perturbada mirada de Joseph Russo. Todos imprimiendo cierta pátina realista a un decorado a veces extraviado sobre ese mismo propósito. La fotografía, la dirección artística y cierta tendencia a la dramatización especialmente en las interacciones con la mafia –se aprecia la firma de Dexter Fletcher, el director del biopic sobre Elton John “Rocketman” (2019) en varios episodios– empañan –en su artificialidad estándar, tan amoldada al gusto masivo– la inmersión rigurosa en lo sucedido.

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“La oferta” se desenvuelve como un sano entretenimiento en diez episodios. No llega a establecerse con firmeza en ninguno de los terrenos que explora: el mundo de los gánsteres, el retrato de Hollywood en una época irrepetible, la hilaridad de vivir al filo del abismo o el drama de los conflictos inherentes a cualquier rodaje de grandes dimensiones. Y, pese a sus costuras, sobresale como oda al Hollywood del riesgo creativo, al cine anterior a la franquicia y a la fórmula consabida. Un homenaje a esos héroes anónimos que velan para que el tren no descarrile y llegue en plenas condiciones a su estación. Parece que Albert S. Ruddy fue uno de ellos. Aquí a bordo de un recorrido que deja suficientes recompensas al cinéfilo –aunque también el seriéfilo encontrará placebos– y que suministra muchos easter eggs, aportando siempre jugosas anécdotas. La única objeción, más allá de su premeditado ajuste formal para todas las audiencias, es que ha abierto un ventanal de explotación que será difícil de cerrar. ¿“Apocalypse Now” para la segunda contienda? Para eso, mejor recuperar “Corazones en tinieblas” (Fax Bahr, George Hickenlooper y Eleanor Coppola, 1991), ¿no? ∎

Cómo se hizo “El padrino”.
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