Película

La sustancia

Coralie Fargeat

https://assets.primaverasound.com/psweb/doie7lbl01c08uflh047_1728545448941.jpg

En tiempos de mayor exposición visual, en los que parte de las vidas individuales son compartidas en redes sociales y se considera que está todo visto, resulta curioso cómo quedan imágenes que consiguen hipnotizar por su brutalidad, bien sea estética o simbólica. Con “La sustancia” (2024; se estrena hoy), ganadora al mejor guion en el Festival de Cannes y pasada en nuestro territorio por festivales como los de San Sebastián y Sitges, la cineasta francesa Coralie Fargeat hace una reflexión, a través del género fantástico, sobre el concepto de la imagen, así como de su contradictorio poder de atracción y repulsión.

Un Eros-Tánatos del ojo, que tan pronto encuentra el placer visual en las curvas, lo brillante y lo henchido, y que es susceptible al cambio cuando la acumulación roza el escorzo, la saturación, lo aberrante. Recursos visuales que la responsable de “Revenge” (2017) pone en práctica en numerosas ocasiones durante esta retorcida historia de villana de cuento en busca de la belleza perpetua. Esta vez, el espejo mágico –esas pequeñas pantallas como la televisión o el smartphone– le ha contado a Elisabeth (Demi Moore, en plena entrega interpretativa) que ya no es la más guapa y joven del reino. Antes de darse cuenta, ya ha sido retirada del programa de fitness que presenta en televisión, después de toda una trayectoria dominando la escena del espectáculo. La solución le llega como caída del cielo: una “sustancia” inyectable que genera un “otro yo” (Margaret Qualley) independiente de su cuerpo y “mejorado”, si por ello se quiere entender de piel más tersa que la matriz de la que nace, pero que no deja de ser una parte de sí misma.

https://assets.primaverasound.com/psweb/m67zp924k3loniamha9b_1728545591484.jpg

El relato transcurre como la bola de un pinball, golpeando bruscamente entre términos lynchianos, foucaultianos y freudianos. Pero lo cierto es que poco discurso farragoso tiene cabida en una cinta de premisa sumamente original y un desarrollo de pocas palabras: la cineasta prioriza la imagen y el sonido al diálogo, y hasta las instrucciones del “innovador” invento rejuvenecedor están determinadas por el minimalismo. Fargeat, guionista de la obra, deja llevar a sus desdoblados personajes hasta el fin de sus consecuencias y más allá, en una evolución de la historia que se predice terrible y acaba siendo de pesadilla. Por el camino, la jeringuilla de “La sustancia” va inyectando denuncias sobre el machaque al que la sociedad contemporánea –y sobre todo la industria audiovisual, representada por un paródico Dennis Quaid– somete a los cuerpos femeninos.

Hay una buena dosis de Cronenberg y de “Titane” (Julia Ducournau, 2021), sí, por aquello de la voluptuosidad, el body horror y la maternidad improbable llevados hasta la explícita provocación. Pero también conviven en ella planos detalle sobre los cuerpos que recuerdan a Darren Aronofsky, referencias sobre la belleza y la fealdad en la literatura de terror gótica y los hermanos Grimm (la manzana envenenada ya aparecía en el filme interior de la directora), así como guiños a la “Carrie” (1976) de Brian De Palma, entre otras grandes obras modernas. Bien zarandeados los espectadores, el batido proteico se suministra al ritmo de un montaje contundente, con cierta autoconciencia humorística, y una puesta en escena lo más nítida posible, casi obedeciendo a un patrón estético digno de algoritmo. Ello no la deja exenta de monstruos: en un mundo sumamente machista, incapaz de abrazar la fealdad, la belleza se convierte en el fin de un sacrificado proceso quirúrgico. ∎

Ética y estética.
Etiquetas
Compartir

Lo último

Contenidos relacionados