¿Las obsesiones o las conspiraciones?
¿Las obsesiones o las conspiraciones?

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Los Estados Unidos de la Conspiración asoman de nuevo por los cines

La terrorífica (o no tanto) “Ojos de fuego” de Keith Thomas se inspira en un programa real de experimentos psicodélicos de la CIA, mientras que Oliver Stone apunta al ejército y a los servicios de inteligencia como responsables del asesinato de Kennedy en el documental “JFK. Caso revisado”. Las obsesiones conspiranoicas del cine estadounidense vuelven a tener presencia en la cartelera.

Quizá es que nos encanta ver conspiraciones. Quizá “descubrirlas” nos gratifica porque nos hace sentir especiales, conocedores de verdades ocultas que el resto de las personas ni sospecha. La línea entre cuestionar verdades oficiales y caer en la conspiranoia es muy fina, pero, como dice una conocida frase, que sufras de paranoia no implica que no te persigan. Las conspiraciones han existido, existen y existirán. O eso parece. Aunque las conspiraciones de silencio sean cada vez más difíciles de sostener en nuestra era de videovigilancia total, y se tienda más a la desinformación de toda la vida potenciada por internet y el rastro de confusión que esta provoca.

En apenas unos días, dos películas sobre experimentos secretos y encubrimientos llegaron a nuestros cines. “Ojos de fuego” (Keith Thomas, 2022) se inspira fantasiosamente en el programa real MK Ultra, que aspiraba a convertir las drogas lisérgicas en armas versátiles de aplicación múltiple y desconcertante. “JFK. Caso revisado” (Oliver Stone, 2021; en España 2022), por su parte, es una nueva mirada del director a los vacíos, las contradicciones y las ocultaciones en la versión oficial del magnicidio del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy.

“Ojos de fuego” (Keith Thomas, 2022).
“Ojos de fuego” (Keith Thomas, 2022).

Libera tu mente, incendia el sistema

En pleno apogeo de la Guerra Fría, las grandes potencias del momento cometieron actos atroces, comenzando por una escalada de las pruebas atómicas, el desarrollo de armamento nuclear y los experimentos sobre los efectos de la radioactividad en población militar y civil. Así que no debe sorprender que la CIA impulsase el abstracto programa MK Ultra, dividido en centenares de experimentos, que servía de cajón de sastre de mil y un intentos para conseguir un cierto control o descontrol mental a través de sustancias como el alucinógeno LSD. Las posibilidades eran muchas y, normalmente, pintorescas: desarmar psicológicamente a las personas bajo interrogatorio, establecer guerras químicas más o menos clandestinas o drogar a mandatarios considerados enemigos para que se comportasen de manera grotesca.

Las historias alrededor de MK Ultra han generado narrativas con componentes más o menos fantásticos, hasta el punto de que la ficción se ha acabado imponiendo a la realidad y más de uno considera que los experimentos son una invención de Hollywood. Por suerte, la serie documental “Wormwood” (Errol Morris, 2017) nos recordó que era real, pero antes habíamos visto filmes como “El mensajero del miedo” (John Frankenheimer, 1962), “Conspiración” (Richard Donner, 1997) o “American Ultra” (Nima Nourizadeh, 2015), sobre individuos programados para matar cuando reciben el estímulo adecuado, personas inadvertidamente formadas para devenir asesinos implacables o veteranos destrozados por las pruebas: véase “La escalera de Jacob” (Adrian Lyne, 1990) y su remake, dirigido por David M. Rosenthal en 2019.

La primera “Ojos de fuego” (Mark L. Lester, 1984), a partir de la novela de Stephen King publicada en 1980.
La primera “Ojos de fuego” (Mark L. Lester, 1984), a partir de la novela de Stephen King publicada en 1980.

Una de las fantasías más alocadas alrededor del programa MK Ultra fue “Ojos de fuego”, novela de Stephen King publicada en 1980 y rápidamente llevada al cine. La obra podía remitir a “Carrie”, su novela de 1974, y, a la vez, a la lógica de los monstruos creados por la Guerra Fría y sus pesadillas atómicas en versión lisérgica: si la radiación podía hacer crecer arañas gigantes comunistoides en “La humanidad en peligro” (Gordon Douglas, 1954), las drogas alucinógenas podían liberar capacidades reprimidas del ser humano, como la de dominar el fuego con el poder de la mente. En el libro, una pareja era sometida a experimentos con LSD, y acababa concibiendo una hija con poderes piroquinéticos que se convierte en objetivo de una oscura agencia gubernamental. En la versión fílmica ochentera a cargo de Mark L. Lester, de 1984, Drew Barrymore enseñaba pelazo al viento cuando se ponía a incendiar cosas y personas al son de la música electrónica de la banda alemana Tangerine Dream.

La productora Blumhouse –influyente sello del terror de bajo presupuesto con hitos como “Anarquía. La noche de las bestias” (James DeMonaco, 2014) o “Déjame salir” (Jordan Peele, 2017)– ha vuelto a llevar “Ojos de fuego” a la gran pantalla. Ya no hay referencias específicas al LSD que nos hagan pensar en MK Ultra. La cita a un experimento queda confinada en los efectistas créditos iniciales, con ecos de John Carpenter, quien es coautor de la música original. Ese mismo Carpenter que, cosas de la vida, estuvo a punto de dirigir la adaptación original de la novela.

El director Keith Thomas –“The Vigil” (2019)– ha firmado una versión circunspecta, casi minimalista, de la historia. Podría servir de película de orígenes del héroe o heroína, aunque los modestos resultados que está cosechando parecen bloquear la posibilidad de secuelas. Los responsables renuncian al humor, la ternura o el desparpajo juvenil que domina otra creación con ecos del MK Ultra –y de King, y de Tangerine Dream, y de “Los Goonies” y lo que surja– como “Stranger Things” (The Duffer Brothers, 2016-). También desechan la estructura tamizada por flashbacks de la primera versión, junto con un largo tramo de cautiverio y manipulación, y se centran en una historia de huida y enfrentamiento final que no resulta demasiado fogosa ni cuando los malvados representantes del deep state son pasto de las llamas.

Con “JFK. Caso revisado”, Oliver Stone cierra el asunto JFK (o no).
Con “JFK. Caso revisado”, Oliver Stone cierra el asunto JFK (o no).

Desmontar (otra vez) la historia oficial

Hace algo más de 30 años, el estreno del monumental thriller político-judicial “JFK. Caso abierto” (Oliver Stone, 1991) impulsó un nuevo ciclo de interés y especulaciones alrededor del asesinato de Kennedy. La polémica llegó al ámbito parlamentario: una ley debía garantizar la publicación de todos los documentos clasificados relativos al magnicidio en un período de 25 años. Tres décadas después, miles de archivos siguen pendientes de desclasificar. Así que el mismo Stone se ha puesto manos a la obra, esta vez con una película documental: “JFK. Caso revisado”.

En tiempos de confusión por exceso de abundancia de información y rumorología, el documental no ha recibido el mismo nivel de escrutinio que la dramatización que protagonizó Kevin Costner. Esta vez, Stone se apoya en material de archivo y en entrevistas con estudiosos para confeccionar un filme bastante convencional que puede apasionar a la audiencia más afín (tramo final al margen) mediante una exposición un tanto avasalladora. El resultado parece bastante convincente como cuestionamiento de las conclusiones de la Comisión Warren, que fijó la versión oficial de la muerte de Kennedy. Se vuelven a cuestionar hipótesis, se señalan irregularidades en la cadena de custodia de pruebas esenciales, se advierte que se descartaron testigos que podían servir para poner en duda el papel del supuesto asesino Lee Harvey Oswald en el magnicidio, etc.

Oliver Stone durante el rodaje de “JFK. Caso abierto” (1991).
Oliver Stone durante el rodaje de “JFK. Caso abierto” (1991).

El director de “Wall Street” (1987) se confiesa obsesionado con el asesinato de Kennedy, y su trabajo quizá se beneficia de esa fijación. Es posible que Stone no domine la geopolítica en la antigua Europa del Este tanto como puede creer –o eso parecen indicar sus apariciones un tanto superficiales en documentales como “Ukraine On Fire” (Igor Lopatonok, 2016), que él mismo produjo–, pero sí parece muy familiarizado con el asesinato del presidente estadounidense. Aun así, no parece disponer de material suficiente como para construir una versión alternativa concreta. Una vez desmontada la historia oficial, queda un cierto vacío que se llena mediante una mezcla de escepticismo –dado que la CIA colaboraba en golpes de estado alrededor del mundo que a menudo terminaban con la muerte del presidente depuesto, ¿por qué no preparar un magnicidio del mandatario propio?– y de una inusual reverencia al asesinado.

Con su filme, Stone transmite la convicción de que la administración Kennedy habría cambiado el curso de las relaciones internacionales hasta extremos difíciles de creer desde nuestro cínico presente, modelado tras haber sufrido a Richard “Tricky Dicky” Nixon o a la administración Bush-Cheney y su letal doctrina de la guerra preventiva. Quizá esta idealización de lo que podría haber alcanzado Kennedy sea parte de una visión del mundo conspiranoica: una conspiración para matarlo –o el mero encubrimiento de incompetencias e intereses inconfesables– no sería importante si no tuviese resultados trascendentales. Sea como sea, los aficionados a las casualidades podrán encontrar alguna curiosidad en “JFK. Caso revisado”. Como que uno de los integrantes de la Comisión Warren, Allen Dulles, dirigiese la CIA cuando se inició el programa MK Ultra. El mundo es un lugar extraño. ∎

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