“Una vajilla, una premonición”. Foto: Iñaki Domingo
“Una vajilla, una premonición”. Foto: Iñaki Domingo

Entrevista

Marta Fernández Calvo: contar historias a través de la performance

Marta Fernández Calvo creció escuchando relatos que, ahora, son su práctica artística. La artista riojana los ha ido expandiendo durante los últimos años a través de la performance, en diversos ámbitos y proyectos.

Marta Fernández Calvo nació en Logroño, en 1979, en el seno de una familia obrera que venía del campo. Su padre fue litógrafo industrial y su madre ama de casa. “Crecí en un barrio de protección oficial construido en las afueras, entre las vías del tren y los descampados donde cada otoño tenía lugar el mercado del pimiento”, recuerda. A los 5 años supo que quería ser artista tras una conversación con su tío: “Me preguntó qué quería ser de mayor. Cuando se lo expliqué, me dijo que había una cosa que se llamaba Bellas Artes. Nunca había escuchado aquella combinación de palabras, la repetí varias veces y nunca la olvidé”.

Tuvo la suerte de crecer rodeada de grandes contadoras de historias. “Mi madre podía conseguir que me comiera un yogur relatando cómo mi abuelo había injertado un peral, o cómo el río, que se acababa de secar, aparecería de nuevo cuando empezara a llover. Aprendí a leer libros a la vez que partituras, toqué el piano hasta los 18 años, me fui a Cuenca a hacer la carrera. Esa relación entre la lectura, la escucha y la interpretación ha estado siempre en mi trabajo. La performance es la disciplina que está en el centro de todo lo que hago, ya sea una escultura, una instalación, dar una clase, escribir un relato o hacer una tortilla de patatas”, explica.

Residencia artística en Matadero.
Residencia artística en Matadero.
Acabas de concluir una residencia de medio ambiente en Matadero Madrid, donde has estado trabajando la revisión de tu trabajo de los últimos cinco años para mantener vivo ese archivo y ejercitarlo los próximos años.

Lo titulé “Retrospectiva”. Aborda la situación del medioambiente desde una reflexión sobre el concepto de sostenibilidad. Parte de una revisión de mi propia práctica como artista en torno al alimento. Se plantea como una herramienta emocional y sensible de reflexión y creación de un archivo que recoja y haga posible la reformulación y activación del material emocional y las redes de afecto generadas en los procesos de trabajo que he realizado en diálogo con comunidades de mujeres y sus territorios. El tiempo, espacio y recursos de la residencia fueron destinados a la creación de ese archivo y a presentarlo al público en una performance en la que se activó el material de la investigación mediante un trabajo enfocado en el texto y la voz.

Estás escribiendo relatos en inglés para ‘The GOAT PoL’.

Empecé hace un año con mi primer relato, “Sleeping Lion”, “León dormido”. Es el monte que se veía desde el balcón de la casa donde crecí, del barrio de Lobete, una escena familiar en torno a una mesa. Y ahí arrancó esta aventura. No he parado, la escritura se ha convertido en el centro de mi práctica, una herramienta fascinante a través de la que estoy haciendo un trabajo de retrospectiva, contando mis piezas de otra forma. Me permite revisitar muchos lugares, la vida en provincias, el campo, el paisaje, lo familiar. Me da también la oportunidad de relacionarme con toda mi obra conmigo dentro y a través de la belleza de la ficción. En 2024 también escribí “Bonsai Pine”. Ahora estoy embarcada en, tal vez, una novela. Es maravilloso. Mi editor, Nils Bekkema, viene de las artes visuales. El proyecto también es un ejemplo de cuidado y cobijo. Está siendo muy especial y en un idioma que no es mi lengua nativa. Hacer una especie de vaciado del lenguaje para abordar el relato desde otros lugares. De pronto mis fuerzas son otras y siento que las cosas suceden, se escriben desde el cuerpo, pasan por él. Hay mucha performance en esos relatos y también es un proceso de descubrimiento fascinante.

“Aprendí a leer libros a la vez que partituras, toqué el piano hasta los 18 años, me fui a Cuenca a hacer la carrera. Esa relación entre la lectura, la escucha y la interpretación ha estado siempre en mi trabajo”

En qué consiste tu proyecto para La Casa Encendida del club de lectura Venecia que protagonizaste a principios de junio.

Es un club que se celebra una vez al mes en La Casa Encendida, dirigido por los comisarios Manuela Padrón Nicolau y Jaime González Cela. A veces invitan a artistas a proponer una lectura que tiene que ver con su obra. Propuse “Sobre los huesos de los muertos” (2009), de Olga Tokarczuk, una novela policíaca y ecologista muy reveladora. La leí el verano pasado y me identifiqué mucho con el personaje principal, Janina. Estaba empezando a publicar con ‘The GOAT of PoL’, y eso me dio el valor y el coraje de escribir, ver a dónde puede llevarte la fuerza de un relato y relacionarlo con algunas de mis piezas.

¿Y tu participación en el taller de escritura experimental en Matadero?

Voy a impartir una sesión que se llama PETRA. El programa está acompañado por la comisaria Manuela Pedrón Nicolau y se dirige a experimentar con la escritura en la práctica artística. Son cinco talleres a los que han invitado a diferentes personas; el 22 de septiembre es el mío, en el centro de residencias artísticas. La idea es abordar, casi como el guion de una performance, la escritura. Sobre todo quiero trabajar el origen, la autobiografía, generando una especie de relato colectivo, una práctica que desarrollo hace mucho tiempo a través de técnicas que vienen de las prácticas narrativas.

“Casa de Comidas” (Carabanchel, 2023). Fotos: Natalia Pilo Pais
“Casa de Comidas” (Carabanchel, 2023). Fotos: Natalia Pilo Pais
Llevas años desarrollando tu proyecto Casa de Comidas.

Surge por invitación de la Delfina Foundation a participar en el programa Politics Of Food (2019). Llevaba tiempo queriendo investigar el fenómeno de las casas de comidas, un formato de negocio generado por mujeres durante la dictadura franquista en España. En la misma familia se juntaban a cocinar recetas familiares en lugares en los que podían cuidar de sus hijos, lugares que van desapareciendo con las cadenas de restaurantes. El producto fresco de mercado no puede competir con esos precios y los menús del día. En La Rioja hay muchos casos, me parecía importante investigar el fenómeno, su legado y las mujeres que las regentaron. Fueron tres meses de investigación, parte se desarrolló en La Rioja y después en Londres. La materialización culminó en una cena performática donde se compartió la investigación a través de un menú que recogía las recetas encontradas en La Rioja. En 2023, con una ayuda de la beca de creación del Ayuntamiento de Madrid y por invitación de Planta Baja, desarrollé una segunda fase vinculada al barrio de Carabanchel, reformulando lo que sería una casa de comidas hoy y entender qué personas cocinan recetas familiares en restaurantes y bares; muchísima población de Latinoamérica y Centroamérica. Se generó un grupo de mujeres, nos encontrábamos una vez al mes para compartir recetas, transgrediendo las fronteras del linaje familiar y expandiéndolas, para entender ese legado colectivo del que cuidar. Invitamos a mujeres que aún están al frente de casas de comidas en Carabanchel a impartir una sesión, aprendimos recetas de La Mancha y otras latitudes, y con el colectivo Amasijo y Valeria Mata, que vinieron de México. Fue un aprendizaje de esa potencia que tenemos estando y haciendo juntas.

“Llevaba tiempo queriendo investigar el fenómeno de las casas de comidas, un formato de negocio generado por mujeres durante la dictadura franquista en España. En la misma familia se juntaban a cocinar recetas familiares en lugares en los que podían cuidar de sus hijos, y que van desapareciendo con las cadenas de restaurantes”

También llevas años desarrollando el proyecto Cuidadorxs Invisibles.

Surge de una experiencia familiar. Mi madre tuvo esclerosis múltiple durante 40 años, mi padre fue su cuidador. Conversando con él, cuando falleció en diciembre de 2019, entendimos la complejidad del rol de quien cuida. Llegó la pandemia y decidí presentarme a Art For Change de La Caixa, dirigido a cuidadores no profesionales de personas con enfermedades degenerativas para poner en valor ese cuidado sin retribución económica, ni de otro tipo, porque a quien cuidas no se va a poner mejor, y se hace porque no queda más remedio y por amor. Fueron tres microtalleres que se ajustaron a las condiciones de quienes cuidan, que no pueden comprometerse a asistir a un lugar ni a una hora, durante cuatro meses, como una experiencia expandida del espacio doméstico. Se impartieron por la arquitecta Paz Martín Rodríguez, experta en arquitectura y tercera edad, y la artista María Jerez, con el énfasis en el cuerpo de quien cuida, que normalmente se difumina y se desvanece en el cuidado al otro cuerpo. La cantante gallega Su Garrido Pombo hizo un taller de voz para que las personas cuidadoras explorasen la capacidad sonora de los espacios de cuidado. Lo dirigimos y coordinamos la comisaria Daniela Ruiz Moreno y yo. Aparte de asistir a las artistas, captamos a las personas cuidadoras e hicimos sesiones intermedias para conducirlas a los talleres. Casi todo se desarrolló en un grupo de WhatsApp, hubo sesiones muy bonitas. Durante dos semanas escribimos nuestros sueños, muchos en torno a los cuidados; algunas personas no soñaban porque estaban medicadas. Fue una forma de poner en valor las noches de cuidados. Daniela y yo estuvimos disponibles 24 horas. Fue preciso ver cómo se generó esa red de ayuda mutua, verlas florecer y confiar en la capacidad del arte para transformar la realidad de colectivos vulnerables. El resultado final son piezas sonoras, una por cada persona cuidadora, un archivo sonoro. Las realizó el artista Javier Aquilué, están en la web de Cuidadorxs Invisibles. Se hizo una primera edición con doce personas y una segunda en el Festival Ídem en La Casa Encendida, cuyas piezas están en la radio de La Casa Encendida. Después, Daniela y yo realizamos una residencia de investigación y mediación en el programa de Notar del Museo Reina Sofía para investigar cómo de preparadas y disponibles están las instituciones artísticas para incluir a ese colectivo tan grande para el que presencialidad muchas veces no es posible, sin renunciar a la complejidad de las artes, ver su falta de representación y la cantidad de trabajo que falta por hacer para incluir otras formas de presencia. Hay mucho interés por parte de las personas que cuidan, falta continuidad en la financiación y estructuras. Es un esfuerzo inmenso ponerlos en pie y echarlos a andar.

La vajilla como premonición.
La vajilla como premonición.
Has hecho hace por poco tu performance “Una vajilla, una premonición” en Matadero y en Artium.

Materializa la investigación desarrollada en Matadero. Toma como punto de partida una vajilla de Duralex heredada de una familia que no es la mía, y exploro su capacidad sonora en la performance, donde convive con un texto que escribo congregando las voces de la investigación, de los encuentros en torno al alimento, transgeneracionales y de muchos países. Acabo haciendo loops con ciertas palabras y se genera un coro en directo, y ese sonido tan familiar acaba siendo la recreación casi de poner la mesa. La premier fue en Artium en septiembre, dentro de la exposición “Lazos Mecánicos II”, comisariada por Iñaki Martínez Antelo. E hice otra versión en las jornadas de puertas abiertas de las residencias de Medio Ambiente de Matadero. El 4 de julio la hago en Pontevedra, como parte de la de la Bienal de allí, en colaboración con Su Garrido Pombo. Se sumarán las voces de mujeres de la aldea de Traspielas. Iñaki también es comisario de la parte escénica de la Bienal.

“Toma como punto de partida una vajilla de Duralex heredada de una familia que no es la mía, exploro su capacidad sonora en la performance, donde convive con un texto que escribo congregando las voces de la investigación, de los encuentros en torno al alimento, transgeneracionales y de muchos países”

¿Cómo podrían ayudar mejor las instituciones y las políticas públicas a la comunidad artística cuando están a la mitad de su trayectoria, ya no son “artistas emergentes” y buscan consolidar su trayectoria navegando la precariedad del sector?

Llegué a Madrid hace diez años, recién cumplidos los 36 años. Venía de vivir seis años en Dublín y cinco antes en Italia. En Dublín hacía tortillas de patatas para sostener mi práctica artística, en Italia vendía pizza al volo junto a la Basílica dei Frari. Así que me perdí eso de ser “artista emergente” aquí, donde podía serlo. En España el sector es precario, queda mucho por hacer. Quería estar en Madrid y ser parte de este contexto complejo y maravilloso. Hacemos lo que podemos, encontramos compromisos más o menos exitosos duraderos para cuidar de nuestra práctica y luchar por el sector. En mi caso, doctorarme y complementar mi práctica con la docencia es una fórmula que me entusiasma por el intercambio y la devolución con las nuevas generaciones de artistas. Además, me proporciona la libertad que mi práctica artística necesita. ∎

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