Max

Francesc Capdevila (Barcelona, 1956), conocido simplemente como Max desde que tomó el camino del dibujo, es quizá el autor de cómic vivo más importante e influyente de nuestro país. Siempre inquieto, mantiene en los últimos años una envidiable actividad, con la publicación de múltiples trabajos que, desde “Vapor” (La Cúpula, 2012), profundizan en una depuración de las formas de raíz asceta, y que tiene por objetivo despojar al dibujo de todo ilusionismo y subrayar su condición de trazos sobre papel, como hacen autores más jóvenes como Lorenzo Montatore o Antonio Hitos.

“Qué”, el libro que le ha valido a Max ser el primer ganador del Premi Finestres de Còmic en Català (la editorial de la librería barcelonesa lo ha publicado en catalán), forma parte de ese grupo de obras, si bien resulta más convencional que el ejercicio libérrimo que supuso el descontrolado –para bien– “Fiuuu & Graac” (La Cúpula, 2021). Si en aquel cómic –y en otros, como “Rey Carbón” (La Cúpula, 2018)– Max parecía mostrarnos la verdad desnuda del dibujo, en su nueva obra parece volver la vista atrás a otras anteriores y retorna a la farsa verborreica; hay cierta repetición de lo ya hecho en otros cómics que interrumpe ese viaje al centro del dibujo en el que estaba embarcado, y que provoca una pérdida de sorpresa en la lectura.

Pero no sería justo reprochar esto demasiado a un autor que se caracteriza por la experimentación constante, y menos aún cuando pertenece a un medio que, en su vertiente más industrial, ha priorizado la repetición de las fórmulas que funcionan. “Qué” es un libro muy disfrutable, en el que Max vuelve a exponer sus preocupaciones a través de diálogos bufos y pantomimas teatrales. Su protagonista es un monigote que inicia un camino, su camino, que es, literalmente, una línea de tinta sobre el papel. Esta parodia del clásico viaje iniciático presenta, también, al típico contrapunto o voz interior, figura que Max ya había empleado en otros relatos: en este caso, una marioneta llamada Pilila. En su camino, el personaje principal irá teniendo varios encuentros ad hoc. Hay todavía algo del “Max enfurecido” que entregó “Manifiestamente anormal” (La Cúpula, 2020) en plena pandemia, aunque el tono sea más autoparódico. Max desdramatiza las cuitas del hombre maduro y, aunque nunca llega a desplazar del todo su centralidad en el relato clásico, se lo toma a chufla. “Qué” no tiene intención de profundizar en ningún tema, y puede que por eso peque de tocar demasiados: la masculinidad en tiempos modernos, las relaciones con las mujeres, la naturaleza de la ficción o el impacto de la tecnología virtual.

Tan bien dibujado como cualquier otra obra del autor, el cómic tiene todo en su sitio: Max tira líneas con una precisión y elegancia propios de quien domina totalmente su oficio, pero también su discurso. Y ofrece algunas páginas brillantes, en las que utiliza grabados a modo de decorados teatrales. Las piruetas metanarrativas, muy medidas y que aprovechan aquello que solo puede hacerse mediante el cómic y el dibujo, se ejecutan sin solemnidad en los momentos oportunos, que hacen, además, que el viaje iniciático se cierre en círculo y adquiera tintes de filosofía oriental.

Más allá de eso, la representación y el simulacro siguen siendo temas centrales en el pensamiento de Max: los vemos, primero, en la obra de teatro que el protagonista debe ensayar con un caballo, pero también en su encuentro con Wladislawa, una influencer devenida en presidenta de la “Criptorrepública Virtual de Nuncamasnada” que oculta su verdadero rostro y muta de avatar constantemente, en imágenes prestadas por autoras como Ana Galvañ, Mireia Pérez o Julie Doucet.

“Qué” nos interpela con una pregunta simple de respuesta compleja, pero se escabulle de la pomposidad sin problemas: debe leerse, sobre todo, como la parodia o deconstrucción que hace Max de la novela gráfica de temas “importantes”, pero también como la obra de un autor que ya no tiene que demostrarle nada a nadie, que disfruta dibujando y que ve la vida con una cierta distancia irónica, como los mejores humanistas. ∎