Juanjo Sáez (Barcelona, 1972) irrumpió en las páginas del fanzine ‘Círculo Primigenio’ en los primeros noventa con un humor gamberro e irreverente tras el cual, en su obra posterior, se abrió paso una ternura entonces insospechada, así como muestras de amor a su familia cada vez más evidentes. “Para los míos” (Temas de Hoy, 2021) culmina ese camino singular desde el descaro de sus inicios hasta la expresión de emociones tan sencillas como el estilo de dibujo que lo caracteriza. Este nuevo cómic es una larga carta escrita a sus padres, ya fallecidos, para explicarles todo aquello que no les dijo en vida, reconstruyendo la historia de la paulatina pérdida de sus seres queridos mientras reflexiona sobre la muerte, el amor o la culpa. Es un terreno arriesgado: los violines de la sensiblería o la autoayuda banal son amenazas para este tipo de obras. Aquí no hacen acto de presencia, y eso que tampoco parece que su autor se haya preocupado por evitarlo, pues hablando desde el corazón, sin tapujos, en cierta forma arremete con la misma inconsciencia de sus primeros tebeos; de ahí la inapelable sinceridad y las profundas emociones que transmite su lectura. A eso ayuda también la fluidez del relato, impulsado por una caligrafía que prima sobre el dibujo (pero que también es narrativa visual) y a la que ayuda el formato apaisado del libro.
En el cómic de Sáez también juegan un importante papel sentimental los lugares donde transcurre la vida familiar, las casas donde se almacenan recuerdos y se hace patente la ausencia de los seres queridos. En la novela gráfica de Raymond Briggs (Wimbledon, 1934) “Ethel y Ernest. Una historia verdadera” (1998; Blackie Books, 2021), ese espacio físico se convierte en un escenario primordial para reflejar el paso del tiempo. Briggs es conocido por “Cuando el viento sopla”, cómic de 1982 (que se convirtió en celebrada película de animación en 1986) en el que una pareja de jubilados sufría los efectos de la lluvia radioactiva provocada por una guerra nuclear. Los personajes protagonistas estaban basados en los padres del propio autor, y quizá por ello acabó dedicándoles esta novela gráfica fabulosa (inconcebible que permaneciera inédita en España hasta ahora) que relata su historia de 1921 a 1971, desde que se conocen hasta su muerte. La vida de un matrimonio común narrado con pequeños fragmentos y anécdotas, donde el humor perfila la sencillez de sus protagonistas, sus diferencias políticas y su actitud ante los cambios sociales que se suceden. Es ahí donde el escenario doméstico, muy humilde, permite reflejar el inapelable avance de la historia y el progreso.
La forma en que los cambios sociales impactan en la vida de la gente corriente, y no solo para bien, cobra aún mayor relevancia en “Todo bajo el sol” (Salamandra Graphic, 2021), la nueva novela gráfica de Ana Penyas (Valencia, 1987) tras su aclamado debut largo en 2017 con “Estamos todas bien”, por el que obtuvo el Premio Nacional del Cómic 2018. Aquí la panorámica es más amplia porque, aunque también esté protagonizado por una familia, la memoria es colectiva y refleja la transformación del Levante desde 1969 hasta la actualidad: el boom turístico del tardofranquismo, el apartamento en la costa como símbolo de ascenso social (y de fortuna, gracias a los concursos de la tele), el auge y caída de la burbuja inmobiliaria, la especulación, las urbanizaciones fantasmas o las consecuencias de un modelo económico basado en el ladrillo. Ana Penyas construye la historia también a base de saltos temporales, que forman retales costumbristas acordes con la mezcla de técnicas que define su brillante estilo visual: un gran collage donde los lápices de colores conviven con recortes fotográficos o estampados retro sacados de manteles, vestidos y paredes empapeladas. El paisaje rural muta en ciudad de vacaciones, una quimera que lleva consigo precariedad laboral y acabará haciendo imposible comprar e incluso alquilar una vivienda donde fundar una familia. En el cómic de Raymond Briggs, el humilde sueldo de su padre Ernest, repartidor de leche, les permitió comprar el hogar donde construyeron sus vidas. El contraste es demoledor. ∎