Serie

Mi reno de peluche

Richard Gadd(miniserie, Netflix)
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“Mi reno de peluche” (2024), del humorista escocés Richard Gadd (Wormit, 1989), se ha ganado su merecida fama por ser una fascinante exploración de la obsesión al contar la inquietante historia de Donny, un cómico de poca monta, y Martha (Jessica Gunning), su infatigable stalker. Concebida originalmente con una obra de teatro autobiográfica de una hora presentada en el Edinburgh Fringe Festival en 2019, esta miniserie de siete capítulos saca oro catódico de las inquietantes repercusiones de un encuentro casual en un bar, donde el primero desencadena con un acto de generosidad una pesadilla de épicas proporciones en forma de 41.000 emails mandados mediante un iPhone que su acosadora no tiene, 350 horas de mensajes de voz, 106 páginas de cartas e incontables mensajes en redes sociales en el plazo de un par de años. Son misivas a veces inocentemente infantiles, otras sexualmente explícitas y, a ratos, violentamente maliciosas; todas ellas ventanas al alma de Martha que representan cómo de equivocadas son sus interpretaciones de las conversaciones simplemente corteses que mantiene con el protagonista. No es, en fin, el material que estás acostumbrado a ver en Netflix.

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Porque lo cierto es que accedes a ella pensando precisamente lo contrario, que esto es otro subproducto Netflix de true crime concebido para llenar horas muertas y de visionado poco exigente. Todo lo contrario: pronto uno se da cuenta de que está cayendo en una madriguera de autodestrucción y desesperanza, toda vez que Donny asume las consecuencias de su inapropiada empatía. Así, Gadd toca temas como la vergüenza, la crueldad, el odio hacia uno mismo y las complejidades de las dinámicas de poder, desnudándose a la vez ante el espectador para mostrar el peaje emocional fruto del acoso. Algunos dirán que esto no está muy alejado del torture porn y, para bien o para mal, es difícil quitarles la razón. Tampoco ayuda, en otra de las pocas pegas que se le puede hacer a este producto, que haya desencadenado uno de los peores fandoms que se recuerdan, con una especulación sobre las identidades reales de los personajes absolutamente descontrolada que hasta el propio creador de la serie ha criticado.

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Pero parece, a la vez, una historia sobre las complejidades de la culpabilidad y lo imperecedero del trauma que merecía ser contada, con el capítulo cuatro como gran clímax de la historia y una de las mejores horas de televisión que se van a poder ver este año. Precedido por el único mensaje de contenido sensible al inicio de un episodio que creo estrictamente necesario en mis dos décadas de consumo voraz televisivo, es también un momento eureka para el espectador, que hace alinearse completamente con la perspectiva de Donny y entender de dónde viene todo ese autodesprecio y alienación hacia su propia sexualidad. Por momentos, la serie parece mirarse en el espejo de “I May Destroy You” (Michaela Coel, 2020), solo que con los roles de género asociados a este tipo de historias cambiados. Un producto, en definitiva, valiente –o quizá temerario– en tanto que coquetea con el victim blaming a la hora de hacerse plantear al espectador si la acosadora, una persona a todas luces desequilibrada y con problemas de salud mental, no es también otra de las víctimas en esta historia que arroja luz a los rincones más oscuros de la psique humana. ∎

Obsesión extrema.
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