Michael Moorcock

No, Jimi Hendrix (1942-1970) no estaba muerto (ni tampoco de parranda). Pero el guitarrista de Seattle vuelve a la vida y otea decepcionado el declive de la revolución cultural de los sesenta, convertida en mercancía de consumo desprovista para siempre de su poder transformador y agitador. Jimi, en la página 59, sobre “Easy Rider”: “Lo único que demuestra esa película es que Hollywood todavía es una máquina de hacer dinero, ya sabes. Ponen a un par de hippies falsos y se llevan un pastón. Una estafa, colega. Y la chavalada se la ha tragado. ¿Dónde me deja eso a mí?”.

Michael Moorcock (Londres, 1939) “resucitó” a Hendrix en este (breve) relato de 1974 (“A Dead Singer”; Aristas Martínez, 2024) ahora recuperado –el texto abría “El libro de los mártires” que en 1980 apareció en la mítica Star Books– en una exquisita edición con traducción y prólogo (magnífico) de Javier Calvo.

El patriarca de la fantasía y la ciencia ficción británica nos muestra a un Jimi desencantado que en su particular road trip de retorno recorre (en secreto) las Islas Británicas acompañado de Shakey Mo, un pipa puesto de anfetaminas que trabaja para bandas como Deep Fix y Hawkwind (recuerden: Moorcock militó en ambas). Este viaje sirve para reflexionar sobre los escombros de una revolución que no fue, sobre la desactivación del poder subversivo del rock, sobre los sueños de una generación psicodélica que se perdió en los vapores de la paz, el amor y los narcóticos y, sobre todo, es un canto fúnebre por Ladbroke Grove, el centro neurálgico de la contracultura londinense a finales de los sesenta y primeros setenta, con el Mountain Grill –inmortalizado por Hawkwind en su álbum de 1974– como magnético polo de atracción (una fantasmal fotografía del desaparecido restaurante cierra el volumen).

“Cantante muerto”, pequeño y alucinado, es un suculento cuento de fantasmas on acid que vibra (en casete) a ritmo de The Who, The Rolling Stones, The Grateful Dead y, por supuesto, Jimi Hendrix, el inmortal. ∎