La realidad, pueden decir misa, es lo que parece. Esto mismo, una encerrona, apenas tres o cuatro trámites. Hay a quien le está bien así, ordinaria y un tanto improbable. Pero luego entran en juego los accidentes, la causalidad, interviene el amor, se dispara en la calle una alarma (que todo el mundo desoye) o se manifiesta Miguel Noguera. Demos gracias.
En “¡PAM!” (Blackie Books, 2020), su última remesa de disparates en formato libro, Noguera trae de todo: estragos anatómicos, colisiones semánticas, felices floraciones de la imaginación o una salchicha eléctrica. La emoción del neologismo y del vuelo rasante, de acuñar una conducta, un ítem o una alucinación. En sus páginas comparece incluso una serpiente usando bastón, aunque, según anota el artista, “ni ella sabe por qué”.
Ya el Noguera dialéctico, el del escenario, nos parecía imbatible desde el primer compás y, de pronto, un día recurrió al canto, activó un metrónomo de bolsillo y pasó a trascenderse en escena. Nos dio más. Más tarde, mientras el mainstream (la tele, la pobre) hace con él lo que buenamente puede, va y se desmarca con un podcast embriagado de nada, el “Infrashow”, donde se persigue el rabo en diferido y logra un climaterio del lenguaje, lo extingue.
Y al fondo siempre el Noguera dibujante, aplicado, el primer Noguera (porque el dibujo es lo primero), que ahora se ha pasado al color en una maniobra que no supone cambio de tercio pero sí exaltación del goce, un riesgo mayor.
En “¡PAM!” predomina todavía la herramienta de madera, ese lápiz suyo franco y obstinado en hacer la realidad visible y concienzuda. Son estampas que la transfiguran, la explican y la completan a través de un dibujo que no se tiene ningún miedo a sí mismo.
¿Cuánto hay de Miguel Noguera en Miguel Noguera? ¿Qué no haría él por nosotros?
Definitivamente, hay algo bendito en este tío, un ámbar que lo viene preservando del mundo desde hace ya más de diez años. Y ocurre que, hasta en la más atroz de sus imágenes, late un jirón de infancia, una generosidad en la confección que no cotiza, que está por encima de lo mercantil. Y, sobre todo, esa consigna de derrocar la soberanía de lo real. Todo dádivas. Noguera, eres un regalo. ∎