¿Qué hacías tú el lunes 28 de abril de 2025 a las 12:32, cuando se fue la luz en toda la península ibérica? Pues el fotógrafo Óscar García y yo estábamos en la plaza Lesseps de Barcelona, esperando a Miqui Puig, que intentaba dejar su coche en los alrededores, ya que no había podido acceder al parking más próximo porque se había quedado sin electricidad. Al cabo de un rato, Miqui Puig (L’Ametlla de Vallès, 1968) llegó a la cita y, tras posar amablemente para ser retratado, nos metimos en la cafetería de la biblioteca Jaume Fuster, que también se había quedado sin suministro eléctrico, para proceder a la entrevista que le haríamos con motivo de la aparición de su libro “Yo no quería ser Miqui Puig” (Magazzini Salani, 2025).
Miqui Puig es algo más que el líder de Los Sencillos, un grupo de música pop que triunfó en los años noventa, editando seis discos entre 1990 y 1999. Luego ha proseguido su carrera en solitario, publicando ocho discos más entre 2004 y 2022. También ha sido, y es, un reputado disc-jockey y, sobre todo, un personaje mediático que se ha prodigado en las televisiones y en las radios llegando a crear una imagen que tal vez no se ajuste del todo a lo que él pretendía representar.
Quizá por eso ha escrito este volumen, que no es ni de lejos una autobiografía, aunque hable de él mismo, y en primerísima persona. Nos lo cuenta durante un mediodía excepcional en el que nos quedamos sin luz.
¿Si no querías ser Miqui Puig, qué o quién querías ser?
¡Hostia! No lo sé. Yo quería ser lo que he sido. Lo que no quería ser es la marca Miqui Puig; aquel prejuicio, que si Miqui Puig tal o cual. Hay un momento en el libro en que explico que entro en una tienda y el dependiente me dice que corren muchas leyendas urbanas sobre mí. Eso es lo que no quería ser. Hay muchas leyendas sobre mí, como cuando un tío le aseguró a quien sería mi mujer que yo era un asiduo de todos los cuartos oscuros de los clubes gay de Madrid. Al final te acostumbras, aprendes a convivir con esto, pero no es lo que me apetece. En cierto modo, se trataba de jugar con el título, que también tiene su gancho. Porque mi nombre era como una marca registrada y yo quería desmitificarlo, aunque creo que nunca me podré quitar de encima ese estigma.
Este libro no acaba de ser una autobiografía, sino que has escogido fragmentos de tus dietarios y les has añadido una serie de comentarios. ¿Qué te ha animado a hacerlo así?
Hace muchos años que leo y escribo, y tengo mucho respeto por la gente que escribe. Las biografías de personajes del rock que más me interesan son las que más se alejan de los típicos estándares. Lo que más me ha llamado la atención son biografías de mujeres, como los diarios de la novelista Patricia Highsmith. Siempre me ha interesado el miedo del creador. Y también me pareció muy chulo poder confrontar todo lo que había escrito en 1992, cuando presuntamente estaba arriba de todo, para ver que aquello no era tan brillante. Porque, como dice Kiko Amat en el prólogo, la fama es muy hija de puta. Yo no he querido jugar a nada, pero he pensado que para avanzar hay que asumir riesgos. Siempre he ido hacia delante a pesar de lo que ocurriera. Me he enfrentado a las discográficas, para muchas personas soy demasiado explícito y no me callo nada. Por eso, cuando me he enfadado por algunas críticas sobre mi trabajo es porque quiero que sean constructivas. Yo ya sé lo que he hecho mal, y sé hasta dónde puedo llegar. Todo ello forma parte de Miqui Puig.
En ocasiones das una imagen de artista atormentado.
Creo que no, pero sí que soy muy triste. Esta fama de gordito, rechoncho, simpático, divertido… No es verdad. Siempre he pensado que tenemos un punto de sufrimiento. El hecho de crear cualquier cosa incluye un cierto sufrimiento. Sufrimiento para que todo salga bien. Por eso el libro es triste, crudo, puro y duro.
Y dejas un sabor de boca agridulce.
Totalmente. No he querido taparlo. A medida que iba escribiendo y veía cómo quedaba, pensaba que era el tono más indicado. Sobre todo para diferenciarme de las biografías al uso. Hay un capítulo del libro que descarté, “Grandes fracasos”, porque daba la impresión de que atribuía la culpa a terceras personas. Esto lo hace mucho el artista atormentado. Lo dejé fuera porque no quería perder esta autenticidad. Los errores son míos. Y no hay ninguna máquina que te permita corregirlos.
Este volumen representa un estriptís total por tu parte. Te quitas la ropa, la piel, los huesos…
Sí, y hay gente que todavía no lo ha digerido. Mi madre no sabe cómo tomárselo. Pero yo creo que era lo que necesitaba. Todo llega en el momento que toca. Me veía con fuerzas para hacerlo. Ahora ya sé que voy de bajada. Comenzamos a tener diversos achaques físicos que ya no nos dejan hacer según qué cosas… Pero al mismo tiempo tienes la cabeza más clara. Sé que quiero ser, sé qué quiero hacer, sé con quién me quiero casar y con quién no quiero casarme… Lo más importante en la vida es escoger: escoger con quién te vas a la cama, con quién te casas, con quién te juntas para desarrollarte como persona. A veces la puedes cagar, pero ¡adelante!
No obstante, hay muchas cosas que no las escoges, sino que te vienen dadas por casualidad.
Y por carambolas. De la combinación entre lo que escoges y las carambolas surge lo que eres tú.
De la lectura se desprende que te apasiona el amor. ¿Te consideras un cantante de temas de amor, o más bien eres una persona enamorada del amor?
Soy una persona enamorada del amor que tiene la suerte de escribir canciones. El amor me parece una cosa muy bonita. Creo que en el libro queda claro que he estado enganchado al amor. Actualmente, un tipo de veintipocos años se ha metido de todo y ha follado lo que no está escrito. Pero nosotros a esa edad todavía éramos muy pardillos. No teníamos educación sexual, ni mucho menos sentimental. A mí me gustan las señoras y en algún momento pensé que podía ser un acosador, o que podía provocarles una presión demasiado fuerte, como si ese comportamiento pudiera tener algún componente patológico. Por suerte no llegué a estos extremos.
Mirando con una perspectiva de más de treinta años, ¿cómo valoras la etapa de Los Sencillos?
Soy lo que soy gracias a Los Sencillos. Hacíamos canciones muy buenas. La banda era espectacular. Estábamos locos. Ensayábamos cada día. Siempre nos decían que habíamos llegado demasiado tarde a la movida y demasiado pronto al indie. Pero nosotros no escogimos el momento. Nacimos en 1986 y morimos en 2002. Después empezaron los condicionamientos económicos, las canciones ya no entraban por su peso artístico. Hubo deserciones. El quinto disco, “Bultacos y montesas” (1997), tiene un sonido que ya marca lo que quiero hacer en el futuro, y “Colección de favoritas” (1999) es otra gema. Cerrar el círculo con un disco tan bueno es señal de alguna cosa.
En cuanto a tu etapa posterior en solitario, ¿representa una continuidad, o una ruptura respecto a tu obra anterior?
Sigo siendo el mismo. La única diferencia es que soy yo quien asume los riesgos. Hay quien dice que “Colección de favoritas” es el primer disco de Miqui Puig en solitario, porque está concebido en primera persona. Una de las grandes canciones de mi carrera es “Drama”, que habla de aquella Barcelona de 1999, con clubes, clubes. clubes, clubes…
Precisamente, tú fuiste uno de los grandes promotores de la cultura de clubes en Barcelona.
Nos lo creíamos mucho. Para mí, bailar es algo muy importante. Y sigo bailando, aunque ahora tengo la rodilla jodida. Cuando hago sesiones de disc-jockey me paso tres horas pinchando sin dejar de bailar. Bailar es otra manera de entender y de sentir pasión por la música, más allá del club entendido como un negocio, sino como un lugar de expresión, de socialización. La música de baile lo engloba todo: los latinos, los gays, los trans, los negros, los descastados… Y dentro de esa comunión estás solo.
Así llegamos al Miqui Puig disc-jockey.
Yo ya pinchaba en la radio desde los 14 años. Pero cuando Los Sencillos decaen empiezo a prodigarme como DJ en todo tipo de actos, desde una casa okupada de Vilanova i la Geltrú hasta una fiesta en honor de Bruce Springsteen, pasando por grandes festivales. Para mí es otra manera de vivir la música. Mi mujer dice que hago feliz a la gente con mis sesiones. Y ahora me está pasando un fenómeno que me hace muy feliz con mi programa “Pista de fusta” que desde hace siete años hago en la emisora Icat de Catalunya Ràdio, donde tengo fans de 20 y de 70 años. Es otra manera de compartir la cultura.
Otra faceta tuya es la del Miqui Puig mediático. Ha habido épocas en que has sido más conocido por tu presencia en la televisión que en el mercado discográfico o en los escenarios.
De hecho ha sido una putada. Esto era lo que menos me gustaba hacer, pero como que se me daba tan bien en muchos momentos representó un salvavidas. Decían que lo hacía por dinero, por conseguir la fama, pero era una cuestión de supervivencia pura y dura, porque me permitía pagar los estudios, los discos, comprar amplificadores… Cuando me fui a Madrid a hacer ‘Factor X’, un programa talent show del canal Cuatro, fui muy criticado por el sector indie. Me vendieron la idea de que seguirían el modelo inglés, más riguroso, y que tendría un equipo de gente, que yo produciría a los concursantes… Pero en España se vende más la carne, la víscera. Y no lo vi muy bien. Me había ido mejor en la etapa de ‘Sputnik’ (programa de TV3) o de ‘Ticket’ (de La Sexta). La radio la he vivido mucho mejor. Teníamos un programa en la red que se llamaba ‘Can Tuyus’ que, entre otros, era el favorito de Sisa.
Todo empezó el día que la realizadora de TV3 Mai Balaguer te dijo que la cámara te quería.
Sí. Esto fue en el camerino de la sala Apolo de Barcelona, el día que Los Sencillos presentamos “Encasadenadie” (1992). Aquella experiencia fue bestial, tanto en ‘Sputnik’ como otros formatos musicales que hice en TV3, hasta que la sección de deportes se llevó todo el dinero y nos quedamos huérfanos, sin presupuesto. Hacíamos una cosa tan bien parida que hasta en Madrid nos admiraban, pero se acabó.
En ocasiones da la impresión de que estás harto de todo, que estás cansado de viajar, que te gustaría tener más horas para estar en casa… ¿Has pensado en retirarte?
Sí, Muchas veces. Pero no puedo. No puedo porque siempre hay un amigo que me dice que no lo haga. No me voy a retirar como cantante ni como disc-jockey, pero como personaje de la tele sí. Ahora, cuando me piden una colaboración de este tipo, me da pánico.
Acabamos volviendo al principio. ¿Cuál es el período que abarca tu dietario?
Hay algunos apuntes de agenda que son de 1991, pero en realidad empieza en 1992 y todavía no ha acabado, porque sigo escribiendo. Ahora bien, el libro finaliza en 2016, el día que murió mi padre, porque para mí en ese momento se produce un cambio vital.
¿Y qué nos dices del pequeño cuaderno que acompaña el volumen, con algunas notas y pequeñas fotos?
Es un regalo para los superfans.
A todo esto, aún no ha vuelto la luz.
¡Es el fin del mundo! ∎

Miqui Puig ha escrito un libro sobre Miqui Puig. Pero no se trata de la típica autobiografía, ni de unas memorias al uso. Su texto tiene algo de todo eso, sí, y al mismo tiempo es bastante diferente. Podríamos definirlo como una selección de extractos de su dietario personal unida a un conjunto de comentarios escritos a modo de reflexiones sobre lo anteriormente explicado. Así, “Yo no quería ser Miquí Puig” nos ofrece un retrato bastante aproximado sobre su autor, sin llegar a ser una auténtica narración de su vida y su obra.
Tras más de 35 años de carrera artística y multimediática, el exlíder de Los Sencillos ha decidido desnudarse públicamente, pero, al igual que siempre ha hecho al presentarse con una cuidadísima imagen, a la hora de mostrarse en cueros en estas páginas, también ha decidido hacerlo con un personalísimo diseño literario que en realidad afecta más al formato que al contenido del libro.
Así como la tradición nos ha acostumbrado a contemplar y asimilar la idea de que los artistas famosos del mundo de la música pop viven felices en un entorno hedonista, Puig se presenta como un personaje más bien atormentado, cargado de dudas, incertidumbres y miedos, como si no hubiera tenido claros los pasos que daba tanto en su trayectoria artística como en sus vivencias íntimas que, en este caso, vendrían a confundirse, ya que siempre aparecen mezcladas. Al fin y al cabo, según se desprende de sus propias palabras, el amor o su ausencia han jugado un papel protagonista desde el principio de su trayectoria, más allá de los discos y los escenarios. Se diría, pues, que nos encontramos ante todo un ejercicio de terapia con forma de sincera confesión.
Las 220 páginas de “Yo no quería ser Miqui Puig” dejan en el lector un sabor de boca más bien agridulce que se ve salpimentado por diversos elementos, como las sugestivas introducciones a cada uno de sus capítulos, en los que se nos anuncian, a modo de titulares más o menos llamativos, una serie de noticias que luego no serán desarrolladas, causando una cierta –y deliberada– frustración en el lector. Otro factor a tener en cuenta es la interesantísima introducción a cargo de un buen amigo, Kiko Amat. Y por último hay que señalar la inclusión junto al libro del cuadernito “Reprise encore”, con algunas notas y fotos que, no se sabe por qué, parecen no haber tenido cabida en el volumen. ∎