No te preocupes en buscar, porque se te va a extraviar la mirada. En esta novela no hay punto de amarre. Y esto es, como mínimo, emocionante. Si esta ópera prima de Missouri Williams (Inglaterra, 1992) –“The Doloriad”, 2022; cielo santo, 2024; traducción de Esther Villardón– tuviera que ubicarse entre las categorías existentes, habría que buscarla en la intersección de las fábulas gore, las reescrituras del génesis bíblico, las sagas distópicas, el cruce de metaversos, los reality shows posapocalípticos y los juegos de supervivencia. Una narrativa especulativa ideal para despegarse de este mundo y engancharse eventualmente a otro, aunque a veces te deje sin aliento y llena de dilemas morales. Pero intentar ubicar las leyes de nuestra época, incluso de esta realidad, en otra tiene esa mala costumbre del llamado presentismo y no es nada productivo a la hora de leer ficción.
Voy a contarte lo mínimo, porque en caso de atreverte, es mejor hacerlo sin cinturón de seguridad –entiéndase como concepciones previas–. En un mundo posapocalíptico, el exterminio ha quedado a medias y los restos humanos se reproducen en una microsociedad matriarcal –sí, el matriarcado también es una estructura de poder– abocada de lleno al incesto, con un sentimiento de supervivenca febril pero consistente. “[...] nacidos en las secuelas del cataclismo, los niños estuvieron tan brutalmente contaminados que un posterior envenenamiento no suponía ninguna diferencia”. Se ha borrado la línea temporal en pos de un presente ineludible, las memorias colapsan y hay una ausencia de cometido, también de un lenguaje claro. Sin embargo, siguen. “[...] hablaban en imágenes, imágenes inmediatas, sensoriales, que sus mentes habían escapado de las relaciones temporales definidas por el lenguaje del pasado y en su lugar vivían en un presente eterno y desprovisto de causa, un mundo de pura simultaneidad”.
Hay una serie de arquetipos torcidos: la Matriarca, el Tío exestudiante de teología, el Maestro, Jan el primogénito y su harén de hermanas, Jakub el futuro de la especie, Dolores la beatificada, Agathe la outsider, Marta la potentia gaudendi, Adam la fuerza ejecutora, pero ninguno se clasifica del todo con las categorías inamovibles, están para demostrar sus costuras. Mientras tanto, una versión televisiva de Santo Tomás de Aquino se pasea con una oveja que lo juzga, buscando expurgar las desgracias ajenas a través de la confesión pública, en un reality show que ha sobrevivido en la catástrofe, o que quizá sea solo parte de una imaginación colectiva heredada de los restos traumáticos del catolicismo. Quién sabe, qué más da saber.
Siguiendo con las comparaciones nutritivas, que si se utilizan para jugar pueden ser divertidas, sería como si el best seller de Manuel de Pedrolo tuviera una continuación de la mano de Angélica Liddell, en plena secuela de la trilogía del luto. Será lo que queráis si os dáis la libertad de leerlo sabiendo que la literatura está para emanciparse de la existencia común, y no hay nada más feminista que dejar asomar nuestras partes más sórdidas en un mundo que nos exije corrección. Un usuario de Goodreads dice que lo había aborrecido pero no ha podido parar de leerlo, que “este libro está podrido hasta la médula”. ¿Qué no lo está? ¿Existe otra publicidad que dé más ganas de atreverse? Si has leído algo así antes, por favor recomiéndalo. ∎