Escribir de Moebius es como sentarse a escribir de Picasso, una extravagancia y una vanidad, vanidad de vano, de inservible, mucho sentido no tiene. ¿Qué decir? Acaso que no habría ni que leerlo, para qué: Moebius satisface la mirada con solo rondar sus páginas.
En el principio fue “Blueberry” (1963-). Jean Giraud (1938-2012), luego Moebius, había alcanzado la popularidad dibujando las aventuras de aquel teniente de caballería creado por el guionista Jean-Michel Charlier en las páginas de ‘Pilote’, semanario de historieta y cuna de personajes como Astérix o Valérian. Fue allí donde un buen día de 1973 se dio el desdoblamiento. Diez años antes, Giraud había empezado a firmar como Moebius algunas páginas satíricas para la revista ‘Hara-Kiri’, ancestro de ‘Charlie Hebdo’, pero fue en la historieta antes conocida como “La desviación” (ahora “El desvío” en traducción de Carlos Mayor) donde acuñaría, si bien todavía firmando como Gir, la voz interminable. Son estas siete páginas de imágenes sucediéndose a capricho las que originan esta antología de sus historietas correspondientes, en tiempo o en espíritu, a los años de ‘Metal Hurlant’, revista de ciencia ficción mítica y sombría, respuesta cooperativa al conservadurismo de ‘Pilote’, donde el grafismo, ahora sí, lo iba a ser todo.
En esta su obra “metálica”, Moebius se da a la escritura automática, a las retóricas del cómic desde el runrún cannábico, ejerce la parodia, el metalenguaje y la farfolla, se desangra en ocurrencias que se crecen en lo inmoderado de un dibujo sensacional, ofrece un costumbrismo aumentado en asunto psicoactivo y parece sentar campamento en una ciencia ficción de mitemas, que enseguida se elevará, también, en su picado aéreo característico, dando toda la majestad de un autor capaz de lo místico y de lo mundano.
El libro recoge hasta 50 piezas de esa época, desde sus páginas setenteras de humor priápico hasta ese universo de casco colonial y posibilidades absolutas que vertebra el volumen, “El garaje hermético” (1976-1979) –y su continuación tardía “El hombre del Ciguri” (1995)–, pasando por las historietas soñadas del pteroguerrero Arzak (1975-1976, con una historieta tardía de 1987), nombre caprichoso y proteico donde el autor despliega por vez primera sus alas sobrehumanas, o la piedra de toque para la ciencia ficción venidera que supuso “The Long Tomorrow” (1976), un guion de Dan O’Bannon cuyas páginas colmatadas de ideas iban a ser libro blanco para el urbanismo del género. Cerca de 500 páginas emperifolladas de proezas gráficas y peculiaridades de estilo que más adelante se desdirán de su pasamanería dionisíaca en la pureza de ese otro Moebius terso y apolíneo, irradiado de cualidades celestes.
En cronología y peuvepé el libro adquiere aires de catálogo y un poco de bandido, sin curadoría, entre evolutivo y frenético, y en sus tripas el individuo Jean Giraud, hombre de obra exploratoria, iniciática y fundacional desde la primera hasta la última página, se libera progresivamente, va y viene de sí mismo, se despoja, toma un aparte y aterriza en la misteriosa identidad de un artista cuyo tema no fue nunca otro que el sí mismo. ∎