Il maestro. Foto: Luciano Viti (Getty Images)
Il maestro. Foto: Luciano Viti (Getty Images)

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Mondo Morricone: más allá de la banda sonora

Ennio Morricone ha quedado situado en lo más alto de las mejores bandas sonoras de la historia según Rockdelux. Pero su trayectoria va más allá del cine, alcanzando tanto la vanguardia como la música popular. El productor Enrique López Lavigne, admirador y especialista en la obra del maestro romano, traza un mapa de su influencia y legado, demostrando que, aunque sea a su pesar, el compositor es un auténtico pilar de la cultura pop.

La primera vez que escuché algo de Ennio Morricone (1928-2020) fue en una Musicassette que me regalaron mis padres por sacar buenas notas. Era a mediados de los 70 y sobre un fotograma de “La muerte tenía un precio” (Sergio Leone, 1965) ponía “Lo mejor de Ennio Morricone” (RCA, 1978). Aún no había visto ninguna de las películas ni conocía a los cantantes (luego descubriría que, a pesar de estar acreditados con nombres anglosajones, todos eran italianos… y su inglés era tan malo como el de cualquiera de mi clase), pero me flipaba el nombre de “Morricone” y me atraía la foto.

Quizá sea un mal comienzo para un artículo, pero creo que se trata de detalles importantes, porque esto nos dice dos cosas. Primero, que en la década los 70 la música de Morricone se vendía en gasolineras. Segundo, que su nombre era más importante que las películas y cantantes que contenía la cinta. Podemos decir que ya por aquel entonces, en la era analógica, ÉL era la antología. Ennio Morricone, tan alérgico a la fama, al circo mediático, era POPULAR, aunque esto para él fuera una maldición. Aunque prefiriera que se dirigieran a él como “Maestro”… Aunque todo este éxito fuera sin querer e incluso en contra de su voluntad.

Morricone no inventó, ni siquiera reinventó la música de cine, pero es significativo que él, autor de más de 520 scores, reclamara a los entrevistadores a través de su PR que NUNCA lo definieran como compositor de bandas sonoras, sino como “músico de cine”. Su legendario carácter irritable quizá tenga que ver con el hecho de reducir a un músico tan versátil y vanguardista a una sola disciplina, aunque escapara constantemente de cualquier molde o formalismo. Poseedor de dos Óscar (uno de ellos, honorífico), tres Globos de Oro, seis BAFTA, dos Grammy, diez David de Donatello, once Nastro de Argento y un Princesa de Asturias junto a John Williams (entre muchos otros galardones), vendió en vida más de 80 millones de discos. Él preferiría ser recordado por la Misa en honor al Papa Francisco, pero en Argentina lo recuerdan por ser el autor de la Marcha del Mundial de Fútbol de 1978, en Francia por el tema “Chi mai” de la película de Belmondo “El profesional” (George Lautner, 1981), que vendió más de cinco millones de copias. En el mundo entero, y concretamente en los círculos metalhead, por “telonear” involuntariamente a Metallica en cada uno de sus conciertos, pues el grupo emplea “L’estasi dell’oro” como música para calentar antes de salir a escena… Y, en mi casa, por la casete “Lo mejor de Ennio Morricone”. Lo siento, Maestro, no se puede tener todo…

Un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo…

Ennio Morricone, romano hasta para negarse a aprender inglés, nació en 1928, y a los 11 años su padre, trompetista, le inscribe en la Academia de Santa Cecilia, uno de los  conservatorios de música más antiguos del mundo, creado en 1585. Estaba predestinado a lo que él consideraba “la musica assoluta”, aunque se conformara con acercarse tímidamente a finales de los 50 a entrar en contacto con la neue musik por su admiración hacia John Cage y Luigi Nono. Pero en la Italia de la posguerra y del Festival de San Remo no se come con eso, y asiste a la explosión de la industria discográfica a través del formato single, lo que lo llevará, junto a su carácter explorador e hiperactivo, a convertirse en un arreglista superdotado, mercenario primero para la RAI y después para RCA. En las décadas de los 50 y 60 no duda en experimentar con sonidos nuevos, como en la canción de 1960 “Il barattolo”, interpretada por Gianni Meccia, donde usa una lata de conservas cayendo al suelo como leitmotiv.

Morricone con Milva: dedicatorias.
Morricone con Milva: dedicatorias.

A partir de ese momento, su estilo se torna inconfundible: arreglos contundentes, sonido denso, incorporación de ruidos de la vida cotidiana… Morricone se hace un hueco junto a los grandes artistas pop del momento. Su orquesta conduce el hit de Paul Anka “Ogni volta”, de 1964. En 1966, coescribe y arregla “Se telefonando”, de Mina, que traduciría Françoise Hardy al francés en “Je changerais d’avis”. La lista de astros con los que colabora se expande como el universo del músico: Gianni Morandi, Catherine Spaak, Gino Paoli, Astrud Gilberto, Mario Lanza, Jimmy Fontana, Luigi Tenco, Milva, Edoardo Vianello, Ornella Vanoni, Nora Orlandi, Domenico Modugno, Christy, Mireille Mathieu, Rita Pavone, Dalida, Charles Aznavour, Joan Baez, Demis Roussos… y sigue creciendo a medida que descubre un campo de experimentación en la voz humana y el silbido, llegando a su paroxismo con sus cómplices Edda Dell’Orso y Alessandro Alessandroni.

Ennio descubre el cine (o el cine descubre a Morricone)

Un Oeste reconstruido a las afueras de Roma en los Estudios Elios o en una duna del Cabo de Gata. Un cowboy de perfil meridional atrezado con la ropa de los campesinos de la Sierra de Baza. El Oeste reinventado por su compañero de pupitre Sergio Leone es un terremoto aún difícil de asimilar en el contexto de la época. La simbiosis perfecta, la yuxtaposición de la música asonante y la melodía, instrumentos humildes –la zampoña y el argilófono–, la liturgia del órgano y los clarines de las corridas de toros, la tragedia griega y el toque a degüello de la trompeta de “Río Bravo” (Howard Hawks, 1959). Sergio y Ennio se van al este del Oeste y Tarantino todavía se pregunta de dónde sacaron la osadía para las creaciones que realizaron juntos. Para hacer música, Morricone echa mano de todo lo que se le pasa por la cabeza, experimenta con todo, incorpora el sarcasmo y sonidos inimaginables; rebuznos, sin ir más lejos.

Morricone y Sergio Leone: érase una vez el wéstern europeo. Foto: Jean-Marc Zaorski / Gamma-Rapho (Getty Images)
Morricone y Sergio Leone: érase una vez el wéstern europeo. Foto: Jean-Marc Zaorski / Gamma-Rapho (Getty Images)

Discos de Oro, homenajes a tutiplén (entre ellos, versiones de Los Amaya), y así hasta nuestros días. El cine aún no se ha repuesto, pero en esta vorágine en la que el músico de cine Morricone mata a tiros al arreglista anónimo Ennio se convierte por el camino en el estandarte de una nueva expresión artística, social y política dispuesta a conquistar Europa.

Esta vez la lista de colaboradores no se limita a cantantes, sino a la nueva ola de cineastas que están dinamitando el mundo a través de los festivales de cine: Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci, Elio Petri, Damiano Damiani, Roman Polanski, Marco Bellocchio, Liliana Cavani, Lina Wertmüller, Paolo y Vittorio Taviani, Mauro Bolognini, Brian De Palma, Samuel Fuller, John Boorman, Terrence Malick, Marco Ferreri, Margarethe von Trotta, Pedro Almodóvar

Pero Ennio es inquieto y en ese vórtice creativo no se pliega ante la intelligentsia intelectual del momento. En su etapa más loca y creativa, entre finales de los 60 y principios de los 70, aplica la desmesura y las enseñanzas aprendidas en la experimentación y la vanguardia. Se trata de una fase imperial, de plenitud, que marca el carácter asonante, atonal y cacofónico del compositor, totalmente alejado del clasicismo, explorando los sonidos de lo desconocido con el Gruppo di Improvvisazione Nuova Consonanza, creado por Franco Evangelisti en 1964. En ese momento, reinventa junto a un puñado de directores jóvenes los géneros populares, que abanderaron la era dorada de las coproducciones europeas en los 70, con ecos de Bach o Stockhausen, pero también del free jazz de Ornette Coleman y Sun Ra.

Por eso suenan como suenan sus incursiones en el spaghetti western, aliado con la “santísima trinidad de Sergios” (Leone, Corbucci y Sollima), Franco Giraldi, Tonino Valerii. También los gialli realizados con Dario Argento, Lucio Fulci y Umberto Lenzi. Puede que algunas de estas películas sean olvidables, pero todas ellas permanecen en la memoria por poseer una música increíblemente libre, que fusiona todos los estilos inimaginables, incluso con incursiones en la electrónica. De eso da cuenta una de sus bandas sonoras más extraordinarias y reivindicables, la de “El humanoide” (Aldo Lado, 1979).

A finales de los 70, Morricone cierra su etapa más creativa en Europa y se centra en la conquista del mainstream, definitivamente consagrado gracias a sus aportaciones a títulos como “La misión” (Roland Joffé, 1986) o “Cinema Paradiso” (Giuseppe Tornatore, 1988). Pero esto es ya otra historia, sobradamente conocida.

Todos quieren a Ennio

Antes incluso de que la reivindicase el sonido Canterbury, Morricone ya citaba la música medieval con sus partituras para títulos como “El Greco” (Luciano Salce, 1966). También se servía de los cantos tribales africanos en “Queimada” (Gillo Pontecorvo, 1969). En “El halcón y la presa” (Sergio Sollima, 1969), empujó a la vocalista Christy a lo que hoy llamaríamos un rapeado. Fue uno de los referentes de Portishead desde sus inicios, especialmente para el guitarrista Adrian Utley; también de Muse y The Last Shadow Puppets, de los The Wedding Present maduros y, en general, de todo artista pop que en algún momento ha querido sonar “cinematográfico”. De manera consciente o no, pues su música forma parte del legado de la música y la cultura popular del siglo XX.

Ensayo de orquesta. Foto: Rune Hellestad / Corbis (Getty Images)
Ensayo de orquesta. Foto: Rune Hellestad / Corbis (Getty Images)

Algunos fueron incluso más lejos y quisieron colaborar con él, tal y como hicieron las estrellas de los 60: coescribió con Pet Shop Boys “It Couldn’t Happen Here” (con arreglos de otro titán del cine, Angelo Badalamenti), y con Roger Waters, “Lost Boys Calling”, para la banda sonora de “La leyenda del pianista en el océano” (Giuseppe Tornatore, 1998). Incluso Morrissey le pidió un arreglo orquestal para “Dear God Please Help Me”; de “Ringleader Of The Tormentors” (2006).

A lo largo de este texto he tratado de resumir la cosmogonía de Ennio Morricone, pero me doy cuenta (si es que no lo sabía de antemano) de que eso es imposible: demasiado vasto, demasiado misterioso. Aun así, no quiero llegar al punto y final sin antes proponer un puñado de obras de esas que encierran otros mundos; discos en los que Morricone es el protagonista en la sombra, de manera activa o como una influencia de la cual es imposible desprenderse. Escuchando estos álbumes, uno se da cuenta de que, definitivamente, la música del maestro era y es eterna. ∎

Morricone expandido

CHICO BUARQUE DE HOLLANDA / ENNIO MORRICONE
“Per un pugno di samba”
(RCA, 1970)

El quinto álbum de Chico Buarque de Hollanda está cantado en italiano y arreglado por Morricone. Su portada y su título ya gritan “homenaje”. Un puñado de buenas canciones entre las que destaca “Rotativa”, un auténtico monumento. Atención a las voces femeninas que pueblan el disco, y que pertenecen nada menos que a Edda Dell’Orso, Loredana Berté y Mia Martini.

MILVA / ENNIO MORRICONE
“Dedicato a Milva da Ennio Morricone”
(Ricordi, 1972)

El Maestro brinda un homenaje a su pupila Milva, produciendo y arreglando el álbum. Contiene aportaciones de letristas insignes, como el poeta, novelista, realizador y periodista Alberto Bevilacqua, el dramaturgo Giuseppe Patroni o la propia mujer de Morricone, Maria Travia. Podríamos considerar este disco como la perfecta síntesis de su carrera como arreglista: este es su muro de sonido. Atención a “Chi mai” y sus cuerdas sobrenaturales.

JOHN ZORN
“The Big Gundown”
(Nonesuch-Elektra, 1986)

Menudo ejercicio se marcó aquí John Zorn. El saxofonista fue uno de los primeros en resucitar el culto a Morricone a finales del siglo XX, antes de que una nueva generación descubriera su catálogo en reediciones digitalizadas. Con la ayuda de un plantel de lujo (Fred Frith, Bill Frisell, Diamanda Galás, Christian Marclay…), Zorn acomete aquí una revisión libre del repertorio del Maestro que mira de tú a tú a las tomas originales. En el año 2000 el disco se reeditó con un CD con seis temas adicionales. Un clásico.

KHEOPS
“Sad Hill”
(Sad Hill-Delabel, 1997)

Un álbum mítico del rap francés, que toma la forma de un homenaje al cine popular, al cine de verano, con samples de los diálogos de las películas de Leone y el carrillón endiablado de “La muerte tenía un precio” en el tema titular. Si no lo conocéis, ya estáis tardando.

ENNIO MORRICONE / VARIOS
“Morricone Rmx”
(Downbeat, 2001)

De entre todas las remezclas de Morricone que pueblan el mercado, me quedo con el disco editado por Downbeat, que incluye magistrales aproximaciones a “Il grande silenzio” (Thievery Corporation) y “The Man With The Harmonica” (Apollo 440). También merece la pena reseñar la serie de dos volúmenes auspiciada por Compost, sobre todo por el remix de “L’estasi dell’oro” a cargo de Bandini. Ataque de nostalgia instantáneo.

MIKE PATTON
“Mondo cane”
(Ipecac, 2010)

Se trata del particular homenaje de Mike Patton al cine y a la canción italiana de los 50 y 60, con una orquesta de 65 músicos. En el repertorio, el vocalista de Faith No More se atreve con dos temas de Morricone: la poppy “Deep Down” –de “Diabolik” (Mario Bava, 1968)– y “Quello che conta”, compuesta originalmente para el malogrado Luigi Tenco. Unos años antes, Patton ya se había acercado al repertorio del romano con Fantômas, versionando “Investigation Of A Citizen Above Suspicion” en “The Director’s Cut” (2001). Asimismo, en 2005 produjo la recopilación “Crime And Dissonance”, dedicada a la faceta más experimental de los scores morriconianos.

PETRA HADEN
“Petra Goes To The Movies”
(Anti, 2013)

Acostumbrada a los ejercicios vocales y a capela, Petra Haden se mide aquí con un repertorio de clásicos del cine, con su voz como instrumento principal y, a la vez, coro. La hija de Charlie Haden incluye sendos clásicos de Morricone: “Cinema Paradiso” y “A Fistful Of Dollars Theme”. ∎

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